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viernes, 30 de mayo de 2014

Nuestros herederos

Escribe Tolstoi dirigiéndose a su esposa y a sus hijos (pero sospechando firmemente que no le harán mucho caso): "Ruego a mis herederos que, después de mi muerte, entreguen la tierra a los campesinos y que entreguen mis obras para que puedan usarse libremente, no solo las que yo ya he dado, sino todas, todas" (Diarios, 4/2/1909). Excepto por el hecho de que yo no soy ni seré un terrateniente, comparto el ruego de Tolstoi y lo hago extensivo a mis propios herederos.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Carne y espíritu

Pocos días después de cumplir sus 80 años, anuncia Tolstoi la victoria en una de sus más encumbradas batallas:

Anoche y esta mañana, por primera vez sentí, precisamente sentí, que el centro de gravedad de mi vida se ha desplazado de la vida carnal a la vida espiritual: sentí mi total indiferencia por todo lo corporal y mi incesante interés por mi crecimiento espiritual (Diarios, (1895-1910), entrada del 14/9/1908).


Yo le creo a Tolstoi. Le creo... que al momento de redactar esa entrada tenía sitiados a sus apetitos carnales, pero no creo que haya podido dominarlos completamente de ahí en adelante y hasta el final de su vida. Y por lo demás, no creo que fuese deseable un tal dominio absoluto del espíritu por sobre la carne. Recordemos el aforismo de Lichtenberg: "La plebe se arruina por la carne que con demasiada apetencia va contra el espíritu, y el sabio por el espíritu que con demasiada apetencia va contra la carne”.

martes, 27 de mayo de 2014

Tolstoi: el rey de los cristianos y el rey de los hipócritas

Se queja Tolstoi de que recibe "telegramas con amenazas y cartas terriblemente insultantes. Para mi vergüenza debo reconocer que eso me aflige" (Diarios, 20/10/1907). Y también, más adelante: "Han llegado cartas injuriosas, y son muchas. Me siento triste" (20/7/1908). Muchos de estos insultos eran de los propios adeptos del tolstoismo, motivados por la actitud hipócrita de Tolstoi, que alababa la pobreza y vivía en medio del lujo, la molicie y la riqueza. A esta gente le contesta Tolstoi con las siguientes inolvidables y entrañables palabras:


"... Pero, se me objetará, si cree usted que no hay vida prudente fuera del cumplimiento de la doctrina cristiana, ¿por qué no la cumple usted? Yo contesto: Soy culpable, y merezco que me desprecien. Pero añado, no tanto para justificarme como para explicar mi inconsecuencia: Comparad mi vida anterior con la de hoy y veréis que trato de vivir según la ley de Dios. No he hecho ni una milésima parte de lo que hay que hacer, y me siento confuso por ello; pero he dejado de hacerlo, no porque haya querido, sino porque no he podido. Enseñadme cómo puedo sustraerme de las tentaciones que me rodean, auxiliadme, y cumpliré los mandamientos. […] Acusadme si queréis. Yo mismo me acuso; pero no abominéis del camino que sigo, y que indico a los que me preguntan por el camino recto. Si conozco el camino que conduce a mi casa, y lo sigo tambaleándome como un hombre ebrio, ¿quiere decir esto que el camino sea malo? Indicadme otro, o sostenedme por el verdadero, como yo estoy dispuesto a sosteneros. Pero no me rechacéis, no os regocijéis al ver mi falta, no gritéis con alegría: «¡Mirad, dice que va a su casa y cae en el lodazal!» ¡No, no os alegréis, ayudadme y sostenedme! […] Auxiliadme; mi corazón se desgarra al pensar que todos estamos extraviados, y cuando yo realizo cuantos esfuerzos puedo para salir de tal situación, vosotros, a cada uno de mis tropiezos, en vez de sentir compasión, me señaláis con el dedo, gritando: «¡Ved, cae en el mismo lodazal que nosotros!» He aquí cómo entiendo la doctrina cristiana y el modo de seguirla. Hago cuanto puedo para lograrlo, y a cada falta, no sólo me arrepiento, sino que pido ayuda para repararla, y veo con alegría que hay quienes siguen el mismo camino que yo, y de quienes escucho los consejos" (“Profesión de fe”, párrafos finales de su libro Placeres crueles).

sábado, 24 de mayo de 2014

El desdén de Tolstoi por la ciencia

El porqué de la desdeñosa impresión que de la ciencia tenía Tolstoi queda explicitado con esta sentencia: "Si el cerebro está ocupado con conocimientos científicos, no hay lugar en él para el conocimiento religioso y moral. Eso explica la falta de religiosidad de nuestras clases superiores" (Diarios, 8/11/1907). Hay cierta realidad en esto, pero no se da en todos los casos ni mucho menos. Decía Francis Bacon: "Un poco de filosofía inclina la mente del hombre al ateísmo, pero profundizar en la filosofía la conduce a la religión"; yo entiendo que este gran sintagma no pierde nada de su certeza intrínseca si remplazamos la palabra filosofía por la palabra ciencia.
Equiparaba Tolstoi, o poco menos, a la ciencia con los adelantos tecnológicos y con los inventos, y por eso suponía que la ciencia era contraproducente, porque entendía que ese tipo de progreso nos adormecía el afán de progresar moralmente:

Fui al teatro con las niñas [...] y, de regreso, ellas se pusieron a hablar de los progresos materiales que habrá dentro de poco, como la electricidad y etcétera. Sentí lástima por ellas y comencé a decirles que espero y sueño, y no solo sueño, sino que lucho por un progreso distinto, el único importante --no la electricidad ni poder volar por los aires, sino por el progreso de la hermandad, de la unión, del amor, de la instauración del Reino de Dios en la Tierra. Lo comprendieron, y entonces les dije que la vida consiste únicamente en servir al acercamiento, a la realización de este Reino de Dios. [...] Hoy leí además los sueños de no sé qué americano que decía lo bien que estarán hechas las calles, las carreteras, etcétera, en el año 2000; estos científicos dementes ignoran de la manera más absoluta en qué consiste el progreso (ibíd., 25/4/1895).

En primer lugar digamos que la ciencia, sensu stricto, no trata de tecnologías o adelantos tecnológicos, sino de leyes físicas. Descubrir estas leyes es su auténtica tarea, lo demás es completamente secundario y no compete al científico como tal, sino al técnico que utiliza los descubrimientos del científico. Por eso valoro yo a quien se acerca al conocimiento científico no por los adelantos materiales que este conocimiento pudiera proporcionar, sino por el conocimiento mismo de los fenómenos naturales que la ciencia otorga. Conozco gente que se desespera por adquirir cada elemento de consumo de última generación que, por intermediación de la ciencia, se inventa día tras día, pero es justamente ésta la gente que menos se interesa por la ciencia en sí, la gente que menos ama el mundo del conocimiento. En contraposición, existe gente que no se interesa en lo más mínimo por adquirir estos artículos de última generación, pero que se interesa fanáticamente por adquirir el conocimiento del principio rector que hizo posible la existencia de tal artículo. Esta es la gente que está a favor del progreso de la ciencia no por lo que la ciencia le dará de mamar materialmente, sino intelectualmente. Éstos agradecerán al progreso científico el haberles acercado la teoría de la relatividad; los otros, se pondrán locos de contentos al saber que ahora existen los pañales descartables.

Por último, hay que aclarar que si bien el progreso científico y el progreso moral no tienen nada que ver el uno con el otro, no creo que sea verdad lo que suponía Tolstoi, que el uno conspira contra el otro. El progreso científico puede darse o no acompañado del progreso moral, y lo mismo para la total ignorancia en materia de ciencias. Pero una cosa es segura: el día en que la ética nos penetre por cada uno de nuestros poros, nuestra misión de auxiliar al necesitado contará con una infinidad de nuevas herramientas si hemos sabido atesorar en nuestro espíritu, además del conocimiento moral, el conocimiento científico.

martes, 6 de mayo de 2014

Tolstoi y la vanagloria

La escritura, en particular la literatura, es francamente nociva para mí desde el punto de vista moral. Mientras escribía Amo y criado sucumbí a un deseo de gloria. Y los elogios y el éxito son un indicador fiable de que fue una mala cosa (ibíd., 18/3/1895).

Y días más tarde, en su entrada del 27 de marzo, retoma el mismo tema:

Como no oigo reproches, sino únicamente alabanzas por Amo y criado, imagino un gran alboroto y evoco la anécdota sobre el predicador que, en medio de una explosión de aplausos que cubría una de las frases de su sermón, se detuvo y preguntó: "¿He dicho alguna tontería?".


"... Es ya de noche, he hablado esta tarde en público y aún se me revuelven en el oído tristemente los aplausos...", decía Unamuno desde su inmortal Vida de Don Quijote y Sancho. "Aplauden, Sancho, señal de que hemos dicho alguna tontería", dirían al unísono Tolstoi y Unamuno. A mí no me aplauden --como a Unamuno--, porque no hablo en público, ni tampoco me elogian mis escritos –como a Tolstoi--, porque no publico libros impresos; a mí simplemente me envían algunos "me gusta" por feisbuc. Así comienza hoy día la perdición del buen escritor.

lunes, 5 de mayo de 2014

El culto a la actualidad


Qué terrible veneno para la mente es la literatura moderna.
León Tolstoi, Diario íntimo, 29/9/1910

La necedad del culto a la actualidad, denunciada por Tolstoi:

Una de las principales causas de la mediocridad de la gente de nuestro medio intelectual es que siempre están a la caza de lo actual, siempre quieren conocer o por lo menos tener una noción de lo que se ha escrito recientemente [...]. Y se escriben montañas de libros sobre cada tema. [...] Y hay que darse prisa y leerlos. Y son cerros. Y esta prisa y esta forma de llenarse la cabeza con una actualidad vulgar, confusa, excluye cualquier posibilidad de un conocimiento serio, verdadero, necesario. Y, se podría pensar, qué obvio es el error. Tenemos los resultados del pensamiento de los más grandes pensadores, que durante milenios se han distinguido de millones y millones de personas, y estos resultados del pensamiento de estos grandes hombres han pasado por la criba y el tamiz del tiempo. Se ha desechado todo lo mediocre, únicamente ha quedado lo que es original, profundo, necesario. Han quedado los Vedas, Zoroastro, Buda, Lao-Tsé, Confucio, Meng-tse, Cristo, Mahoma, Sócrates, Marco Aurelio, Epicteto, y los nuevos: Rousseau, Pascal, Kant, Schopenhauer y muchos otros. Y la gente que persigue la actualidad no conoce nada de eso, y se atiborra la cabeza con salvado y con residuos que pasarán por la criba y de los que no quedará nada (ibíd., 23/10/1909).


Los libros --decía Schopenhauer-- no son como los huevos, no es necesario consumirlos frescos. Antes al contrario, es preferible consumirlos, como recomienda Tolstoi, ya tamizados por la criba del tiempo. ¡Pero qué difícil es meter esto en la cabeza de nuestros adoradores del dios Actualidad! No solo no leen libros añejos, tampoco leen los actuales. Apenas leen los periódicos, los artículos periodísticos. ¡Mamma mía!

domingo, 4 de mayo de 2014

El llamamiento hacia la vida mendicante


Hace un momento salí a dar un paseo a caballo, y sentí inmensas ganas de irme como mendigo; cuánto podría disfrutar agradeciendo y amando a todo el mundo.
León Tolstoi, Diarios (1895-1910), 3/6/1908

Un discípulo le pide a Tolstoi que sea consecuente con sus ideas y que huya de la vida que viene llevando. La carta, proveniente de San Petersburgo, tiene fecha del 2 de febrero de 1910:


A Lev Nikolaievich Tolstoi:
Querido maestro, qué lejos queda mi admiración por esta ciudad. Sus amplias avenidas y gigantescas plazas no son nada cuando regreso a la pensión después de haber bebido en los peores burdeles y haber fornicado con las peores mujeres. Doy rodeos y me alejo de los altos edificios para poder ver el brillo de las estrellas que la luz de gas me oculta. Entonces echo de menos los paseos junto al estanque de Yasnaia Poliana, cuando yo era sólo un chiquillo huérfano acogido en su escuela, la paz infantil que usted me proporcionó y que de ningún modo puedo encontrar en las tabernas de la gran capital rusa. Yo quisiera vivir en la pobreza y caminar de aldea en aldea: maestro, renuncie a su título de conde y reparta los bienes que posee entre sus familiares y los pobres, que los necesitan más que usted. Piénselo. Yo un día me iré de aquí. ¿Por qué no puede hacer usted lo mismo?
Suyo,
Boris S. Mandzhos

La respuesta de Tolstoi no se hizo esperar:


 [Yasnaia Poliana] A Boris S. Mandzhos
Su carta me ha conmovido profundamente. Lo que usted me recomienda que haga constituye el más acariciado de mis sueños, pero hasta el momento no he podido llevarlo a cabo. Son muchas las razones para ello (pero de ninguna manera que me compadezca yo de mí mismo). La principal es que no es algo que haya que hacer para causar efecto en los demás. Eso no está en nuestro poder y no es eso lo que ha de regir nuestras acciones. Es algo que se puede y se debe hacer únicamente cuando sea indispensable, no con fines externos, sino para la satisfacción de una exigencia interior del espíritu, cuando permanecer en la situación en la que uno está se vuelve tan moralmente imposible como físicamente es imposible no toser cuando se ha quedado uno sin aliento. Y yo cada día me aproximo más a esa situación.
Lo que usted me recomienda hacer, renunciar a mi posición social, a mis bienes, y distribuirlos entre quienes se consideren con derecho a poseerlos después de mi muerte, es algo que ya hice hace veinticinco años. Pero el hecho de que viva yo en familia, con mi hija y mi mujer, en unas condiciones de lujo terribles, vergonzosas en medio de la miseria que hay alrededor, me atormenta continuamente y cada vez de manera más punzante, y no pasa un día sin que no considere aquello que usted me recomienda.
Le agradezco reiteradamente su carta. Sólo se la mostraré a una persona. Le pido que no muestre usted mi carta a nadie.
Sinceramente suyo,
Lev Tolstoi


Es así; la decisión suprema no debería tomarse de acuerdo a considerandos externos, sino cuando nos queme tanto la indecencia de nuestra vida que sintamos una necesidad imperiosa de modificarla. Y eso le sucedió a Tolstoi unos pocos meses después de haber recibido esa carta, a los 82 años de edad. ¿A mí me llegará esa quemazón algún día? Por ahora no la siento en absoluto.