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miércoles, 24 de febrero de 2010

Depresión y cólera



Hay días --como el de hoy, por ejemplo-- en que me siento miserable. La cólera y la depresión me invaden alternativamente, y yo las cobijo con ternura. En días como éste, a veces, se me da por escribir alguna poesía. Y el resultado, como no podía ser de otra manera, es patético:

CALENTURA
¿Por qué mierda me pasan estas cosas
si yo deseo ser bueno y amable?
Mi actual vida es un lecho no de rosas
sino de un material harto innombrable.


Y también, en un día como éste, escribí esta obra mayor, que titulé
Atarantamiento

Puedo esculpir los versos más turbios esta noche.

El hada ensangrentada que vaga por las calles
violenta los postigos del árbol del saber.
No sube por los picos ni baja por los valles:
es una prostituta que amaga ser mujer.

Travesti maloliente que cobra por abrirse
como himno religioso carente de valor.
Su piel dimana moscas, por mucho que al reírse
se aprieten sus entrañas fundiéndose en dolor.

Da vuelta por Inclán y se pierde en los suburbios
del barrio que ha nacido para morir de pie;
pero ese barrio choto no empaña los disturbios
el muerto que ha morido sin dioses y sin fe.

La sífilis lo ataca sin penas y sin glorias;
sin penes, sin vaginas, sin ansias de pasión.
Atrás quedaron todas las bárbaras euforias
del grito que penetra causando cerrazón.

El pus que infecta el hueso del cráneo del difunto
se ha vuelto más espeso con la trepanación;
un líquido viscoso que hierve hasta tal punto
que ahoga los microbios de la revolución.

Sangría triste y lenta que seca las encías
que muerden las clavijas que adornan la pared.
Si el juicio está en la muela que capta profecías,
el pus vendrá en su auxilio calmándole la sed.

Veniales los pecados, carnales los placeres;
carnoso es el pasado y venoso el porvenir.
La mágica varita no engaña a las mujeres:
el hada es una bruja que apréstase a parir.

Ustedes perdonen.

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