Páginas

jueves, 13 de octubre de 2011

La masturbación a los ojos de la ética


En Sexo solitario, Thomas Laqueur sostiene la tesis de que la masturbación se volvió patológica para los eruditos de Occidente, al punto de cobrar según ellos las características de una epidemia, recién a partir del siglo XVIII. Casi todos los pensadores de aquel entonces la consideraron altamente nociva, sea para el cuerpo, sea para el espíritu o para ambos a la vez. Jean-Jacques Rousseau, luego de publicadas sus Confesiones, se convirtió en el primer pensador de renombre que admitió haberse masturbado, pero lo hizo con pesar, como pidiendo disculpas por haber abusado de sí mismo. Y el otro gran pensador del siglo de las luces, Immanuel Kant, se adhirió a la moda imperante con una crítica demoledora:

La voluptuosidad es contranatural cuando el hombre se ve excitado a ella, no por un objeto real, sino por una representación imaginaria del mismo, creándolo, por tanto, él mismo de forma contraria al fin. Porque ella produce entonces un apetito contrario al fin de la naturaleza, y ciertamente contrario a un fin todavía más importante que el del amor mismo a la vida, porque éste tiende sólo a la conservación del individuo, pero aquél a la conservación de la especie en su totalidad (Metafísica de las costumbres, segunda parte, § 7).

Kant deduce de lo anterior que la masturbación es más inmoral aún que el suicidio, pues en el suicidio

el rechazo altivo de sí mismo, de la vida como un lastre, no es al menos una débil entrega a los estímulos sensibles, sino que exige valor, y en él siempre hay lugar para el respeto por la humanidad en la propia persona; mientras que la total entrega a la inclinación animal convierte al hombre en una cosa de la que se puede gozar, pero también con ello en una cosa contraria a la naturaleza, es decir, en un objeto repulsivo, despojándose así de todo respeto por sí mismo[1].

Olvidémonos por ahora del problema del suicidio y centrémonos en el de la masturbación, mucho más sencillo como problema ético según mi parecer. Es evidente que lo que uno busca en la masturbación es placer sensitivo, y por tanto, esta manipulación carece de valor moral a los ojos de Kant y, considerada sólo así, también a los míos; pero habrá que meter en la bolsa del sexo solitario algunos otros considerandos para que la calificación moral del acto no peque de simplista. Por ejemplo, dice Kant que masturbarse es contrario al fin de la naturaleza, que "en la cohabitación de los sexos es la procreación, es decir, la conservación de la especie; por tanto, como mínimo, no se debe obrar contra este fin". Para mí ya es problemático el hecho de aceptar que cualquier acto que vaya contra la conservación de la especie humana sea inmoral de suyo, porque ¿serían inmorales aquellos actos que propiciasen una perfectibilidad tal del espíritu del hombre que terminasen provocando una ruptura entre la vieja especie humana y el nuevo superhombre, apurando la extinción de la primera? Y sin ir tan lejos en cuanto a especulaciones gratuitas, ¿puede alguien asegurar que utilizar preservativos en el acto sexual es ir en contra de la conservación de la especie y no utilizarlos es ir a favor? Aparte del tema del sida, que ya pondría en aprietos descomunales a un Kant contemporáneo que tuviese que optar entre copular sin forro con una enferma o masturbarse ("no hacer ninguna de las dos cosas", nos diría, y nosotros responderíamos: "Esa respuesta no viene al caso, señor: ¡No somos santos y estamos explotando de deseos!"); dejando de lado esta cuestión es muy posible, y en ocasiones parece hasta evidente, que en un mundo al borde de la superpoblación, quien se masturba o se aparea con forro hace más por la conservación de la especie humana que quien coge con el objetivo de reproducirse. Si somos pocos --como en la época en que Kant escribía-- es moralmente deseable reproducirse; si somos muchos --como en el siglo XXI-- no es moralmente deseable hacerlo. Pero ¿qué clase de normativa es ésta que cambia de acuerdo a meras consideraciones externas? Una normativa ética no puede cambiar nunca, no puede ser verdadera para un siglo y falsa para otro; luego, todas estas especulaciones relacionadas con la masturbación, el sexo por placer o el sexo reproductivo no entran, según mi punto de vista, en el terreno de la ética. El mismo Kant decía que hay que obrar siguiendo la máxima de que nuestras acciones puedan conformarse con una ley universal; y ¿qué sucedería si todos dejásemos de masturbarnos, y si todos los homosexuales buscasen mujeres para copular y lo hiciesen con el objetivo de reproducirse? Sucedería, amigo Emanuel, que la tierra se volvería un infierno sobresaturado de gente que sobreviviría pisoteando a otra gente. Luego no hay motivos para decir que el sexo con fines reproductivos es más deseable que el sexo con fines hedonistas.

Y respecto de la masturbación, de ningún modo la estoy postulando como un acto ético. Los apetitos de la sensibilidad jamás podrán acceder a semejante rango; en esto coincido con Kant. Pero tampoco hay que demonizarla. En un mundo hambriento, comer en exceso manjares costosos es mucho más inmoral que masturbarse. Yo puedo compartir con un mendigo mi almuerzo en vez de desperdiciarlo dentro de mi estómago, mas no puedo compartir mi semen ni el placer que siento al eyacularlo.



[1] Finalmente, concluye Kant que quien se masturba es peor que una alimaña: "El onanismo contradice claramente los fines de la humanidad e incluso se contrapone a la condición animal; el hombre degrada con ello su persona y se coloca por debajo del animal" (Lecciones de ética, p. 210). Y otro gran pensador alemán, del que hablaremos largo y tendido en próximas jornadas, se ubica en la línea de Kant y considera "malvada en el sumo grado" a la conducta masturbativa (Max Scheler, Esencia y formas de la simpatía, secc. B, cap. IV).

10 comentarios:

  1. La condena moral de la masturbación, que como bien indica el autor es relativamente moderna, se inicia, creo yo, por influjo de las corrientes del pietismo protestante y del puritanismo jansenista francés, y del movimiento tardío barroco católico como aparece sobre todo en Alfonso María de Ligorio que debe ser el que catalogó más variantes de masturbación. Tantas que cuando se tradujo del latín al francés un estudio sobre las formas de masturbarse las adolescentes esa obra fue inmediatamente prohibida por la autoridad católica, aunque su autor es uno de los principales canonistas y además canonizado.
    Cuando los sacerdotes españoles iban a Alemania en los años sesenta del s.XX, les hacían leer un documento del episcopado alemán en que se prohibía angustiar a los que venían a confesarse por creer que la masturbación era pecado. Categóricamente se les decía que no había razón alguna para que tal auto-satisfacción (Selbstbefriedigung) pudiera verse como algo malo.
    El prof. de moral católica en la uni. de Bonn, Böckle (al que agradezco mucho como me ayudó a preparar mi tesis doctoral allí)y que era asesor tanto de la conferencia episcopal alemana como del Papa Pablo VI, explicaba los por qués de la evolución de esos puritanismos anti-sexo y también la falta de fundamentos en la Biblia y en la razón para tales condenas. En primer lugar criticaba la mala interpretación de un derecho natural católico que veía como una perversión del antiguo concepto estoico que situaba la felicidad en el conocimiento, y así se creaba en el individuo la virtud (concebida como potencial para poder actuar el bien), pero ese conocimiento era conocerse en el cosmos como un microcosmos que debía armonizar su vida con la del macrocosmos. Y por eso era importante aprender la Physica que era el estudio de todo lo que existe, incluyendo los dioses. El problema de la doctrina moderna católica que condena la regulación de la natalidad por medios "anti-naturales" es haber restringido la funcion de la sexualidad a la reproducción. Böckle nos decía que así habían animalizado al cuerpo al no comprender que el sexo es también medio de comunicación que mejora la relación en una pareja, aparte de que el sexo no comunicativo da un placer que no se ve por qué va a ser malo si no hace mal a nadie y a una persona puede en cambio ayudarle a estar más sereno.
    Lo peor de la condena moral es que se le haya usado por la institución de poder religioso para así dominar los espíritus de sus fieles, pero este es un tema más complejo.

    ResponderEliminar
  2. Kant nunca se corrió la paja. No era más que un pobre diablo.

    ResponderEliminar
  3. no sé, nunca estuve en el baño de Kant para cerciorarme de ello.

    ResponderEliminar
  4. Al igual que compartes tu almuerzo con el mendigo, también puedes masturbarle.

    ResponderEliminar