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viernes, 18 de mayo de 2012

Teoría de la compensación climatológica



La lluvia y el viento son factores fundamentales y desencadenantes de la climatología terrestre. Dichos factores varían o son constantes en los diferentes lugares del planeta, pero si analizamos uno por uno todos los rincones del globo terráqueo al mismo tiempo, todas las veces que lo creamos necesario, veremos que la cantidad de viento y lluvia que hay sobre la Tierra no ha variado desde que se tienen noticias de la misma.

Esta teoría podría ser, si los hombres de ciencia la admitieran como tal, una de las más relevantes de la historia debido a los beneficios que podría acarrear en materia de desastres climatológicos.
Para quien ha sido superado por nuestra hipótesis, simplificaremos su contenido con un ejemplo, que es la forma más rápida de asimilar una idea: Supongamos que --para hacerlo sencillo -- en todo el hemisferio sur está lloviendo. Sabiendo esto, y suponiendo cierta nuestra teoría, sabremos que en el hemisferio norte no hay lluvias en ese momento, o las hay en forma escasa. Supongamos ahora que en el norte del planeta están desatándose fuertes ráfagas de viento; con ese único dato podremos deducir que en ese instante el sur goza de una que otra brisa o directamente carece de viento. Por supuesto que nunca va a suceder algo parecido a los ejemplos antedichos, pero estas suposiciones valen para clarificar la hipótesis.
¿Qué es el viento? Para los creyentes, el viento fue creado por Dios junto con la Tierra y todo lo demás. Desde el punto de vista de esta teoría no importa demasiado qué es el viento o cómo fue creado. El viento existe y punto, y está dando vueltas hace siglos por donde se le canta. ¿Nunca se preguntó por qué de repente hay viento y de repente ya no? El "aire ligero" está esparcido por la Tierra y deambula por ella a su antojo, entonces hete aquí que nos basamos en esto último al afirmar que se pueden prever y prevenir los temporales. Ojo, no confundir: podemos prevenirlos, pero no controlarlos. Porque en definitiva, ¿qué es el viento huracanado, eh? Es una acumulación masiva de viento. Entonces, si se aceptase nuestra teoría, se construiría una central climatológica a la que llegarían informaciones del estado del viento en todos los sitios del planeta; y cuando se sepa que en gran parte del mismo el viento tiende a calmarse, se dará por cierto que en las otras porciones de la Tierra habrá grandes posibilidades de que se acerque furioso a asecharlas.
Asimismo, en el caso de los huracanes y tornados, se necesita tanto viento para provocarlos el 90% del planeta deberá resignar su porción de viento para que ésta se sume al huracán que lentamente se va formando. Entonces, cuando la central climatológica reciba informes de todas las latitudes que aduzcan que el viento se aliviana cada vez más, deducirá de qué lugar no le han suministrado esa información y alertará a la central de ese sitio sobre un futuro temporal, que no podrá ser evitado, pero no tomará a la gente desprevenida.
El viento es aire a gran velocidad. Cuanto más viento se junta más velocidad toma. Y es en este preciso momento y no antes que nos damos cuenta de que nuestra idea sobre que el viento fue creado sólo una vez tiene mucho de mentira. Claro, es mentira, porque si a esa masa de aire a gran velocidad la aislamos de su entorno perderá su energía cinética y se convertirá en aire común, o sea, habremos eliminado parte del viento. Si esto no fuera así, cuando nos entrara viento en la casa nos volveríamos locos tratando de echarlo por el quilombo que haría.
Sabemos entonces, con este vuelco en nuestra teoría, que el viento se esfuma si lo arrinconamos. Y si se esfuma, ya no vuelve a ser viento. Los atolondrados de siempre refutarán esto aduciendo que, siendo así las cosas, la Tierra se quedaría tarde o temprano sin ese preciado regalo de la naturaleza, pero en lo que no reparan ellos es en que, si bien el viento desaparece continuamente, también se crea en forma continua. Se crea, por ejemplo, cuando respiramos en la calle. La respiración es un viento muy pequeño que si lo largamos entre cuatro paredes perderá velocidad y morirá, pero si esa misma respiración la exhalamos en un lugar abierto, con un mínimo de viento, ésta se unirá a la brisa, asimilará su velocidad y se confundirá con ella. Millones de seres repiten a diario esta operación, por eso el viento nunca desaparecerá.
También provocan viento los ventiladores (siempre en lugares abiertos si queremos que perdure), los automóviles que circulan por el tejido urbano e incluso un simple pedo al aire libre puede ser parte de un futuro tornado una vez que sus impurezas se decanten.
Es sabido que todos odian el viento en invierno y lo reclaman en verano, pero nadie había hecho nada para remediar estas situaciones. El día que se acepte nuestra teoría, la solución, por ejemplo, para terminar con el viento en invierno, estará al alcance de nuestras manos. Bastará con que la ciudad acosada por el molesto y frío viento adopte las siguientes actitudes, a saber: cuando el viento esté en su apogeo, pululando por las calles cual ráfagas asesinas de ametralladora, la gente abrirá las puertas de sus hogares en clara invitación para que ingrese en éstos, y cuando el ventarrón haya penetrado en gran medida en las casas, cerraremos las puertas y el viento, al verse encerrado, perderá velocidad y desaparecerá. Esta operación, si se quiere terminar con una buena parte del viento, deben repetirla todos los habitantes de la ciudad (que posean una puerta el exterior, por supuesto) durante más o menos dos minutos para obtener los primeros resultados satisfactorios. Se verá cómo, después de ese lapso de tiempo, habrá desaparecido gran parte del molesto viento que acosaba la tranquilidad de la urbe. Sin embargo, de nada serviría realizar la operación antedicha si luego de ella todo el mundo saliese la calle y se pusiese a respirar como si nada, creando nuevamente una masa de aire veloz similar a la que disgregaron; por lo tanto, además de lo de hacer entrar al viento, se completará la labor saliendo a la calle siempre con tanques de oxígeno o, si se estima un procedimiento más casero, bastará con que se camine por el exterior con las manos en la boca para que las respiraciones que se exhalen se diluyan en las propias palmas de quien las ejecute.
Será así que entonces, si queremos disfrutar de un verano con brisas refrescantes, saldremos a la calle a soplar con todas nuestras fuerzas durante cinco o diez minutos, todos al mismo tiempo. Es recomendable para el éxito del intento que previamente se indique a los habitantes hacia qué dirección o punto cardinal deberán dirigir sus soplidos. Si todos se orientan para el mismo sector el viento se unificará rápidamente. Esta modalidad produce fuertes vientos, pero los induce a retirarse hacia la dirección elegida. Para que las ráfagas perduren un poco más, aunque no sean tan rápidas, un buen sistema es el de apuntar los soplidos hacia un punto de la ciudad, preferentemente situado en el centro geométrico del conglomerado; de esta manera, los vientos se unirán en ese sitio y de allí saldrán desperdigados en varias direcciones. Para los más perezosos, los soplidos pueden ser reemplazados por ráfagas de aire de algún matafuegos que les sobre. Con este método, necesitaremos sólo diez minutos de soplidos y una perfecta sincronización horaria para provocar brisas refrescantes durante todo el día.

Recomendación: Si se desea provocar vientos realmente refrescantes es aconsejable colocarse un cubo de hielo en la cavidad bucal antes de comenzar con la tarea de soplado.

Advertencia: Será necesario manejarse con mucho cuidado y organización cuando se desee modificar el desarrollo climatológico del viento en algún punto del planeta. Siempre que se quiera proceder de alguna de las formas mencionadas anteriormente, deberá avisarse a la central climatológica mundial para que ésta coordine los horarios con otra ciudad que desee hacer el proceso inverso. De esta manera no se alterará la compensación climática que posee el planeta: desaparecerá el viento en una ciudad, pero se creará en otra.

Grupo Prosaico Mancomunado, julio de 1988

1 comentario:

  1. Teoría de tremendo valor científico, Herodoto habla del temible viento rojo que todo lo cubre y lo asfixia, de haber conocido esta teoría, las guerras médicas hubieran sido menos borrosas. Por otro lado, pienso en las recientes teorías sobre las variaciones decamodales del clima en la tierra y que curiosamente, llegan a la misma conclusión, el viento, es siempre el mismo, no aumenta, no disminuye, sólo se distribuye.

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