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martes, 30 de octubre de 2012

La inteligencia y sus niveles


Gradación de la inteligencia:
1) Inteligencia utilitaria. Es la empleada en la utilización de artefactos y herramientas. Todo ser humano con uso de razón la posee, e incluso algunos animales no humanos también han dado muestras de poseerla.
2) Inteligencia social. Es la empleada en el trato con nuestro prójimo. Casi todo ser humano con uso de razón la posee.
3) Inteligencia política. Es la empleada en la elaboración de ideas, esquemas o ideales relacionados con nuestra situación política y económica y con la de nuestro entorno. La generalidad de la gente la posee, aunque sólo un pequeño porcentaje la utiliza correctamente; el resto (gran cantidad de periodistas incluidos) no pasa del mero chismerío, la crítica sin propuestas alternativas y la inmoral delación.
4) Inteligencia científica. Es la empleada en la elaboración de ideas relacionadas con la ciencia en sus diferentes vertientes. Muy poca gente la posee, y menos aún son quienes alcanzan a elaborar teorías revolucionarias en este campo.
5) Inteligencia filosófica. Es la empleada en el análisis, en la elaboración y en la síntesis de ideas o teorías relacionadas con el ámbito de la filosofía propiamente dicha. Un mínimo porcentaje de la población actual del planeta la posee, y menos aún son quienes alcanzan a manejarla con el desparpajo suficiente como para trascenderla y llegar hasta su mismo nudo, hasta su mismo corazón, y así comprender los engranajes íntimos de la realidad que nos circunda. Y dentro de esta última inteligencia --puesto que también es susceptible de gradación-- destaca la inteligencia ontológica, que es la que nos permite llevar a buen puerto nuestras especulaciones metafísicas, impugnando posiciones e ideas inconciliables que en apariencia podrían complementarse o viceversa. Y destaca también, por sobre la inteligencia ontológica, la inteligencia trascendente, que es la que nos permite resolver los problemas trascendentales de nuestra existencia.
Entre la inteligencia utilitaria y la inteligencia trascendente hay, pues, una buena cantidad de inteligencias intermedias. Tal vez no podamos llegar, por razones de índole genética o educativa, a rozar las bondades de la inteligencia trascendente, pero sí o sí deberemos, si queremos egresar del plano racional más básico y elemental, abandonar la inteligencia utilitaria, la social y la política para elevarnos hacia la ciencia y la filosofía. De tal elevación dependerá el futuro de la raza humana, porque si seguimos volando tan bajo como hasta el presente necesariamente nos estrellaremos, no digamos ya contra las altas cumbres nevadas, sino incluso contra las más insignificantes colinas del pensamiento.

domingo, 28 de octubre de 2012

La ética argentina y su mayor lumbrera: el doctor Ricardo Maliandi



He aquí un resumen de los más notables hitos en el historial académico de mi amigo y maestro Ricardo Maliandi:

1964. Doctor en Filosofía por la Universidad de Maguncia (Alemania).
1965-2005. Investigador del CONICET.
1965-1971. Profesor Titular de Ética en la Universidad Nacional de La Plata.
1967. Faja de Honor de la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires.
1968-1969. Profesor Invitado en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Maguncia.
1971-1995. Profesor Titular de Ética en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
1996-(continúa). Profesor Titular de Ética en la Universidad Nacional de Mar del Plata.
1970. Premio Provincial de Ciencias, otorgado por el Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires.
1976-1977. Profesor Invitado en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Maguncia.
1977-1978. Profesor Titular de Filosofía Contemporánea en la Universidad Simón Bolívar, de Venezuela.
1983-1984. Director del Departamento de Filosofía de la Facultad de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (nombrado por elección).
1985-2006. Fundador y Director del Centro de Investigaciones Éticas "Dr. Risieri Frondizi" de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
1985-(continúa). Director y Fundador de la revista Cuadernos de Ética.
1986-(continúa). Fundador y  Presidente de la Asociación Argentina de Investigaciones Éticas.
1986. Profesor Contratado de Ética (Universidad Nacional de Córdoba).
1986-1995. Asesor y organizador del Comité de Ética clínica del Hospital Garrahan, Buenos Aires.
1988. Profesor Contratado de Ética (Universidad Nacional de Río Cuarto).
1986. Premio Konex en Ética.
1989. Académico Correspondiente de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires
1992-(continúa). Miembro Honorario de la Sociedad Argentina de Fenomenología y Hermenéutica.
1995. Designado Huésped de Honor de la Universidad Nacional de Río Cuarto.
1996. Miembro del Gran Jurado para la adjudicación de los Premios KONEX, en el área Humanidades.
1997-1998. Director (por Concurso) del Centro Cultural Victoria Ocampo (Villa Victoria) en Mar del Plata.
1990-2000. Coordinador de la Comisión Asesora de Filosofía (CONICET).
1999.  Segundo Premio Nacional de Filosofía  (El primer premio se declaró desierto).
2002. Medalla del ICALA como colaborador al intercambio cultural latinoamericano.
2002-(continúa). Director de la Licenciatura en Filosofía de la UCES.
2004. Diploma de reconocimiento de UCES como “Maestro Inolvidable”.
2005-(continúa). Director del Doctorado en Filosofía de la Universidad Nacional de Lanús.
2006-(continúa) Miembro del Centro Filosófico Internazionale Karl-Otto Apel, Cosenza, Italia.
2007. Sesión especial del Segundo Congreso Internacional Extraordinario de Filosofía, organizado por la Biblioteca del Congreso de la República Argentina, la Biblioteca Nacional y la Universidad Nacional de San Juan. En San Juan, julio de 2007. Al mismo congreso fue invitado como conferencista, junto a los profesores Roig y Lorenzano, en la Sesión Especial “Maestros de la Filosofía Argentina”, sobre “El proyecto humano y su futuro; alternativas”.  
2010-(continúa). Académico Titular de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires.
2011. Tres libros colectivos de Homenaje, publicados por la UNRC (1995), la UNLa (2009) y la Univ. Católica Silva Henríquez (Chile) (2011).

Y como si esto fuera poco, agréguese ahora el Premio Nacional de Cultura en la categoría ensayo filosófico, que acaba de ser adjudicado a Maliandi por su ensayo --que más que ensayo sería un tratado-- intitulado Ética convergente, del cual se publicaron los dos primeros tomos y falta el último. Un honor para mí el ser amigo de esta luminaria viviente de la ética argentina.
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sábado, 27 de octubre de 2012

La araña y la mosca



Le gustaba fumar una pipa; o, cuando quería divertirse más tiempo, buscaba algunas arañas y las ponía a pelear entre sí, o arrojaba una mosca en la telaraña, y la batalla le provocaba tal placer que a menudo prorrumpía en carcajadas.

 Johann Köhler, Biografía de Spinoza



Rescaté a una mosca que se hallaba enredada en una tela de araña. La araña ya estaba sobre ella, pero la espanté con una lapicera y con el mismo objeto liberé a la mosca de sus ataduras. Evité una muerte y algo de sufrimiento, pero dejé a la araña hambrienta. ¿Hice una obra de bien? Creo que sí.
Tarea para la evolución universal: hacer vegetarianas a las arañas... o hacer insensibles a las moscas.

lunes, 22 de octubre de 2012

El joven Marx, devoto cristiano


Poco antes de su graduación en el gimnasio de Tréveris el 24 de septiembre de 1835, Karl Marx, que contaba entonces con 17 años de edad, escribió un ensayo titulado Sobre la unión de los fieles con Cristo según Juan XV, 1-14, descrita en su base y esencia, en su necesidad incondicional y en sus efectos. Su contenido refleja una fe apasionada y firme en Dios y en la mediación de Cristo. He aquí algunos pasajes de dicho ensayo:

El corazón, la razón, la inteligencia, la historia, todo nos habla con voz fuerte y convincente de que la unión con Él es absolutamente necesaria, que sin Él somos incapaces de cumplir nuestra misión, que sin Él seríamos repudiados por Dios, y que sólo Él puede redimirnos.
[...]
Este amor por Cristo no es estéril, no sólo nos llena del más puro respeto y adoración hacia Él, sino que también actúa impulsándonos a obedecer sus mandamientos y a sacrificarnos por los demás, porque somos virtuosos, pero virtuosos sólo por amor a Él.
 Este es el gran abismo que diferencia la virtud cristiana de las demás y la hace superior a todas ellas; este es uno de los mayores efectos que produce en los hombres la unión con Cristo.
La virtud [...] no es producto de una estricta doctrina del deber, como lo encontramos en todos los pueblos paganos; se debe al amor por Cristo, al amor por un Ser divino, y al provenir de una fuente tan pura, se libera de todos los vínculos terrenos y es verdaderamente divina. Desaparecen todos los aspectos repulsivos, todas las cosas terrenas se eclipsan, todo lo vulgar se disuelve, y surge la virtud, cada vez más dulce y más humana (párrafos extraídos del libro El desconocido Karl Marx, compilación a cargo de Robert Payne, pp. 49 y 50).

Años después, Marx se convertiría en un inclaudicable ateo. Una pena: me parece que habría ganado intensidad (y perdido virulencia) la doctrina marxista de haber sido redactada por alguien que creía que la virtud en el hombre proviene directamente de un ente metafísico que nos la irradia.

domingo, 21 de octubre de 2012

Haraganes y haraganes


Una araña en acecho, en el centro de su tela, parece dormir, acaso soñar; ¡tan inmóvil está! Pero apenas cae una mosca, ya está sobre ella. Es que estaba más activa que una ardilla dando vueltas en una jaula. Esto sí que es ociosidad de la mala.
Miguel de Unamuno, "En un rato de ocio"

Mi cuñada Evelina me dio a entender el otro día que yo era un haragán. ¿Yo haragán? Puede ser, siempre y cuando definamos mejor el concepto. Entonces voy a contestarle a Evelina con las mismas palabras que utilizó Vincent van Gogh para defenderse del cargo de haragán que parecía imputarle su hermano Theo:


... Porque hay haraganes y haraganes.
Está aquel que es haragán por pereza y cobardía de carácter, por la bajeza de su naturaleza; si te parece bien puedes tomarme como tal.
Luego está el otro haragán, el haragán muy a pesar suyo, que es roído interiormente por un gran deseo de acción, que no hace nada porque se ve en la imposibilidad de hacer algo, porque está como aprisionado por alguna cosa, porque no tiene lo que le haría falta para ser productivo, porque la fatalidad de las circunstancias lo reduce a ese estado; dicha persona no siempre sabe lo que podría hacer, pero siente por instinto: ¡sin embargo yo sirvo para algo, siento en mí una razón de ser! ¡Sé que podría ser un hombre distinto! ¡Entonces para qué podría ser útil, para qué podría servir! ¡Hay algo adentro de mí, qué cosa es!
Este es un haragán muy distinto, ¡si te parece bien puedes tomarme como tal!
Un pájaro enjaulado en la primavera sabe muy bien que hay algo para lo cual serviría, siente muy bien que hay algo que hacer, pero no puede hacerlo, ¿qué es? No recuerda bien, luego tiene ideas vagas, y se dice «los otros hacen sus nidos […] y empollan los huevos», luego se golpea el cráneo contra los barrotes de la jaula. Y luego la jaula se queda allí y el pájaro está loco de dolor.
«He aquí un haragán» dice otro pájaro que pasa, éste es una especie de rentista. Sin embargo el prisionero vive y no muere, nada de lo que pasa adentro aparece afuera, está bien de salud, está más o menos alegre en los rayos del sol. Pero viene la estación de las migraciones. Acceso de melancolía; pero --dicen los niños que lo cuidan en su jaula-- sin embargo tiene todo lo que necesita; pero él mira hacia afuera el cielo oscuro, cargado de tormenta, y en su interior siente la rebelión contra la fatalidad. «¡Estoy enjaulado, estoy enjaulado, y entonces no me falta nada, imbéciles! ¡Tengo todo lo que necesito, eh! ¡Ah, por favor, libertad, ser un pájaro como los demás pájaros!»
Aquel hombre holgazán se asemeja a este pájaro holgazán.
Y los hombres se ven a menudo en la imposibilidad de hacer algo, prisioneros en no sé qué jaula horrible, horrible, muy horrible (carta fechada en julio de 1880).

Mi jaula horrible --quizá más horrible que la de Van Gogh-- se llama siglo XXI.

viernes, 19 de octubre de 2012

Algo sobre la humildad


Decía el Mahatma Gandhi que el aprendiz de filósofo, es decir, el buscador de verdades,

debe ser tan humilde como el polvo. El mundo aplasta el polvo bajo sus pies, pero el que busca la verdad, ha de ser tan humilde que incluso el polvo pueda aplastarlo. Sólo entonces, y nada más que entonces, obtendrá los primeros vislumbres de la verdad (Mohandas Gandhi, Autobiografía, introducción [p. 16]).

Coincido con esta apreciación: la humildad es la llave que nos permite ingresar al sagrado recinto de los juicios verdaderos. Sin embargo, no coincido con la idea que parecía tener Gandhi de lo que es una persona humilde. "Hasta tanto un hombre --decía-- no se considere el último entre las otras criaturas, no hay salvación para él" (ibíd., anteúltimo párrafo). Yo no creo que la humildad pase por considerarse uno mismo el último entre las criaturas; eso constituiría más bien una ceguera a los propios valores (intelectuales, éticos y demás). Para mí, una persona humilde es aquella que actúa y se posiciona como si fuese la última entre todas las criaturas, pero sin caer en el error de creerse verdaderamente que tal posicionamiento se verifica en la escala jerárquica de los seres. Así, si se nos cruza en nuestro camino un rebaño de ovejas, no lo importunaremos e interrumpiremos su andar con la excusa de que llevamos prisa y que nuestros asuntos son más importantes, sino que esperaremos pacientemente que se despeje el camino y recién ahí continuaremos nuestra marcha. Estaremos así dando prioridad a las ovejas por sobre nuestros propios intereses, pero esto no significará en absoluto que nos consideremos éticamente, intelectualmente, culturalmente, etc., inferiores a estos mamíferos, porque sería ésta una torpe mentira, y la mentira es inmoral, sea que la practiquemos con el prójimo o con nosotros mismos. Polvo seremos, y como buen polvo seremos pisados y machacados y no tendremos derecho a protestar, pero seremos polvo inteligente, porque el pie que nos pisa y nos machaca no será mejor que nosotros, y nosotros lo sabremos. Y estaremos orgullosos de seguir comportándonos con humildad a pesar de tener conciencia de nuestra superioridad. La verdadera humildad está en saberse superior a otra persona, o a otro ser cualquiera, y sin embargo permanecer allí, como polvo, en el piso, esperando el pisoteamiento.

domingo, 14 de octubre de 2012

Gurú se busca


Leo al Mahatma Gandhi: "Yo creo en la teoría hindú del gurú y en su importancia para la realización espiritual. Creo que hay una gran parte de verdad en la teoría de que la auténtica sabiduría es inalcanzable sin un gurú" (Autobiografía, 2, I [p. 99]). Yo también creo en la veracidad de tal teoría, y digo con desconsuelo que pese a disfrutar de gran cantidad de gurúes que me han transmitido su mensaje a través del papel impreso, aún no encontré a mi auténtico gurú de carne y hueso.

martes, 9 de octubre de 2012

Un espejito llamado Che



… Tal es la doctrina cristiana. Igualmente alejada del quietismo religioso y de las pretensiones altivas de los revolucionarios, que sueñan transformar al mundo sin saber en qué consiste la verdadera felicidad.
León Tolstoi, Placeres crueles

Hoy se cumplen cuarenta y cinco años de la muerte del Che Guevara. Este siglo que se va no ha dado muchos ejemplos de cómo el instinto de supervivencia colectivo de los humanos puede opacar y hasta ridiculizar a la supervivencia instintiva del egoísta, por eso es que no quiero dejar pasar la oportunidad de declarar mi admiración por alguien que con tanto estilo se la jugó por los demás, por alguien que rozó muy de cerca el significado que le doy a la palabra valentía.
Y sin embargo, ¡cuán lejos estoy de aprobar lo que hizo y pretendió hacer el guerrillero por antonomasia en supuesto beneficio de la causa humana!
Guevara fue el caso típico de aquel que superpone el fin a lograr a los medios a utilizar para ello. Las causas justas lo cegaban, pero no se puede llegar a la justicia si no se ve por dónde se camina y se choca y pisa a todo aquel que tiene la desgracia de interferir el paso del ciego. Tuvo una muy particular hidalguía; su "ascetismo" en medio de la ferocidad que suele caracterizar a las guerras civiles es algo que debe ser conocido y es el punto en el que me baso para seudoapologiarlo; mas no creo que haya nunca podido digerir el conflicto evidente que siempre habrá entre la ética personal y las matanzas, por más que se mate "por una causa justa" y sin odiar al enemigo, condiciones, según él, indispensables de ser meditadas y sentidas por el buen revolucionario antes de iniciar cualquier acción armada.

Desde la Biblioteca del Congreso de la Nación, del Congreso de tu nación, esa que querías, más que ninguna, ver liberada de sus miserias, desde aquí me permito criticarte, amigo Che, si es que estás en algún lado y podés escucharme.
Yo sé que vos eras demasiado inteligente como para suponer que el fin justifica los medios. Por eso actuaste como actuaste en medio de la lucha, como un hombre y no como una bestia, y así se lo recomendaste a tus soldados. Pero sin embargo no alcanzó. Los medios seguían siendo malos por mucho que los vistieras de seda. ¿Te acordás cuando mataste a ese perrito que no se te despegaba y te ladraba continuamente, temiendo que pudiese delatar tu posición ante el enemigo?[1] ¿Qué sentiste? ¿Nocierto que no te sentiste bien, qué te pareció que te traicionabas o traicionabas a algo, a una ley no escrita que te decía que no mientras la situación te lo imponía? Mataste al perro "por una buena causa" y sin odiarlo, es cierto; pero aun así el perro ya no movió más la cola.
Deberías haber sabido que el fin nace de los medios que utilizamos para llegar a él. Tal vez lo sabías. Pero entonces ¿cómo no sabías que lo bueno sólo nace de lo bueno, nunca de lo malo, y que si vos estabas luchando por la vida nunca hubieses podido triunfar por medio de la muerte?
Si tu conciencia se quedó en el ‘67 me dirás: "¡Pero si en cierta forma he triunfado! ¿Acaso Cuba no es libre?" Pues te diré que no, compañero; Cuba no es libre. Eso fue una ilusión que duró unos años, hasta que la polvareda de alegría que levantaste con tu revolución se fue asentando y permitiendo ver la realidad que se ocultaba. Que es la misma de siempre, te lo garanto. O casi la misma: dale un poco más de tiempo para que se normalice. Vos la disfrutaste. Disfrutaste tu efímera victoria. Pero ¿de qué le sirve tu revolución de museo al cubano de hoy, al ser humano de hoy, o mejor, al de mañana?
"Fue lindo mientras duró", dirán algunos. Pero ¿se puede decir que duró? Unos años son bastante tiempo para una persona; pero para la Historia, amigo Che, ¡tu revolución casi no existe!
Hoy le miro la cara a los franceses... y no los adivino más felices que Robespierre y su camada. ¿Qué clase de revolución fue ésa que no hizo más dichosos a sus herederos? Razonemos, compañero: Así como lo bueno no puede nacer de lo malo, lo malo tampoco puede nacer de lo bueno. Pero ¿habría existido un Napoleón si no hubiese habido una revolución francesa? Luego Napoleón, históricamente hablando, debe su existencia a la revolución francesa, nació de ella, es el lógico efecto de tamaña causa. Entonces hay dos posibilidades: que la revolución francesa haya sido buena y su consecuencia, Napoleón, también lo sea, o que ambos, madre e hijo, hayan sido una lastimosa experiencia. ¿Con cuál de las hipótesis se queda usted, Comandante?
Y de los rusos, ¿qué me contás? Ayer alabando al marxismo y hoy tomando Coca-Cola... Lenin nunca pensó que su megarrevolución iba a resultar tan extensa en espacio como efímera en tiempo. Lo mismo Mao con sus chinos; los orientales son cabezas duras, pero igual están volviendo.
Y hablando de orientales, ese viejito que te pasó por al lado montado en su nube, ¿sabés quién es? Es mi amigo Gandhi, un santo que se metió en política. Y así le fue. ¿Se ve desde allá arriba la muralla china? ¿Cómo que no?, ¡si me dijeron que se ve desde la luna! Mirá bien, y una vez que la localices mirá un poco más abajo. Vas a ver una especie de triángulo al que llaman la India. Allí fue donde aquel pequeño personaje, así como lo ves, bajito, pelado, narigón, orejudo y desdentado, organizó la revolución política más trascendente de la historia. Y sin embargo fracasó. ¡Sí, fracasó! ¿No te contaron lo que pasó después entre los hindúes y los musulmanes? ¿Y lo que pasa ahora, no lo ves? ¿No ves a la gente muriendo miserablemente en las calles de Calcuta, víctima de terribles enfermedades? ¿No ves a los chicos desnutridos hasta los huesos, peleándose como perros por un puñado de arroz que no todos los días consiguen? ¡Otra revolución que fracasó! Si te lo cruzás en otra ocasión preguntale por qué hoy la India no es libre como él quería. Tal vez te diga lo mismo que pienso yo al respecto: que se equivocó de profesión, que un solo hombre, por Gandhi que sea, no puede transformar a cien millones. Con mostrarle su verdad a uno, o a un puñado, se cumple más que suficientemente con la Voluntad divina. A eso se dedican los sabios.
¡Triste panorama revolucionario el de fin de milenio, ¿no?! Quizá las únicas que están en alza son las revoluciones conservadoras de los japoneses y norteamericanos. Aunque si hacemos lo que con los franceses y les miramos la cara, ¿podremos descubrir en el brillo de sus ojos ese resplandor de paz interior que solamente se distingue en la mirada de un verdadero revolucionario?
Bueno, te dejo tranquilo. ¡Cuarenta y cinco años descansando en paz y te viene a despertar este salame! Un par de cosas más: Quiero que sepas que si vos no hubieras sido vos, tal vez yo no me habría animado a empezar mi viaje. Y quiero que te quede muy claro que te admiro. No por todo lo que eras, pero sí por lo que de vos rescato (no sé de otra forma de admirar un hombre que no sea esa, salvo si me hablan del Barbeta).

Tengo un espejo muy grande y nítido en el cual mirarme, pero está puesto muy arriba y a veces ni cogoteando lo alcanzo. Por eso creí conveniente instalar en mi cuarto algunos otros espejitos más borrosos, reales o imaginarios, en los cuales no me sea tan difícil reflejarme. Al primero lo llamé Don Quijote, al segundo Sócrates, al tercero Martín Fierro, al cuarto Gandhi y al quinto Che Guevara.



[1] Cf. "El cachorro asesinado", ensayo incluido en su libro Pasajes de la guerra revolucionaria.

lunes, 8 de octubre de 2012

Ser previsor

¡La previsión!... he ahí la verdadera fuente de todas nuestras miserias.
Jean-Jacques Rousseau, Emilio

Solía llevar conmigo dos lapiceras que funcionaran correctamente. La primera era para escribir diariamente; la segunda, por si fallaba la primera en algún lugar en donde los quioscos y las librerías no se conociesen. Pero hete aquí que, cada vez que adquiría una birome de repuesto, al poco tiempo se descomponía la original sin que ninguno de los consabidos trucos de recalentamiento y demás que habitualmente se utilizan para que vuelva a escupir tinta dieran resultado. Fui así acumulando lapiceras inútiles en uno de los bolsillos de mi bolso de mano. Compraba y descartaba, compraba y descartaba... hasta que por fin dije basta. Después de que a orillas del río Iguazú se secara sin motivo aparente la puntera de una nueva birome, decidí utilizar la suplente que había comprado días antes en una librería de Puerto Iguazú sin pensar en abastecerme de otra que hiciera banco por si aquélla se lesionaba. Y así es que esa birome, que esa misma y única birome con la que cuento que funciona como corresponde, es la que carga con toda la responsabilidad de transcribir estos conceptos, de hacer de nexo entre mi ser y mi cuaderno. Esa es la birome con la que esto escribo, y la única que aún no me ha fallado.
Acaso a mis anteriores lapiceras les haya sucedido lo que a los futbolistas que dudan de sí mismos y saben que mientras juegan hay otros futbolistas con similares aspiraciones que miran el partido con la esperanza de ingresar por alguno de ellos en cuanto se equivoquen. Quizá mis lapiceras titulares se sentían presionadas por las suplentes y por eso desfallecían… Pero no; no creo que una birome tenga la propiedad de dudar de sí misma...
¿Qué era lo que ocurría entonces? No lo sé, pero gracias a esto confirmé una idea que me rehusaba, por temor, a llevar a la práctica: no hay que proveerse de nada que no resulte imprescindible para un fin esencial. Una birome de repuesto es tan innecesaria como los cinco pulóveres que tenemos en nuestro placard esperando que se nos inutilice el que siempre nos ponemos; o como aquella casa de fin de semana a la que acudimos cuando nos cansamos de la rutina ciudadana; o como el seguro contra incendios de nuestro automóvil, que hace que desaparezca mes tras mes parte del fruto de nuestro trabajo debido a que se nos ha puesto en la cabeza la presunción de que un día de éstos nuestro carro estallará en mil pedazos. Todas estas previsiones costosas y estos artículos de reserva no hacen más que poner de manifiesto la escasez de fe de quien pretende servirse de ellos en el futuro. Quien admita esto como una realidad (su escasez de fe) y se sienta orgulloso de demostrar que no depende de nadie sino de sí mismo y de su dinero, acepto relativamente que así se comporte; pero quien suponga creer que hay Algo más allá que rige su destino y que Él o Eso será quien disponga en definitiva de lo que sucederá con sus biromes, sus pulóveres, sus propiedades y sus incendios, quien suponga tener fe en algo más que en sí mismo y su dinero, estará contradiciéndose, estará negando su propia fe, cada vez que se acerque al quiosco a comprar una lapicera de repuesto[1].


[1] (Nota  añadida el 27/5/9.) La respuesta al misterio de las lapiceras en huelga la tiene Michel de Montaigne: "Se muestra el cielo envidioso de los derechos que atribuimos a la humana prudencia en perjuicio de los suyos, acortándolos a medida que tratamos de amplificarlos" (Ensayos, libro III, cap. 12). Si el mundo creyese, como yo creo, en la profunda veracidad de esta sentencia, las pólizas de seguro y los planes de medicina prepaga dejarían de atormentar los bolsillos de la gente.