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lunes, 22 de julio de 2013

La revancha de Berkeley (cuarta parte)

RAMPHASTUS. -- ¿A qué se refiere?
CORNELIO. -- ¿No son el tiempo y el espacio meras construcciones mentales, lo mismo que la materia que allí existe?
RAMPHASTUS. -- Eso afirmo, parafraseando al gran Emmanuel, que Dios lo tenga en la gloria númerológica.
CORNELIO. -- Y su paráfrasis, ¿llega también a lo que pensaba este alemán respecto de la causalidad, a saber, que es el modo en que se relaciona la materia entre sí a través de las fuerzas que la mueven?
RAMPHASTUS. -- Me imagino adónde quiere llegar, pero dejaré que termine: sí.
CORNELIO. -- Pero usted dijo que la cosa en sí de cada suceso espaciotemporal es objetiva, o sea que no está en ninguna conciencia, y que a la vez está relacionada con el suceso mismo que si depende de una conciencia para existir.
RAMPHASTUS. -- Sí, dije algo así.
CORNELIO. -- Pero ¿qué tipo de relación es ésta? ¿La cosa en sí es la causa de la aparición del fenómeno en nuestra conciencia? ¿Cómo podría serlo, si la causalidad está impedida de salirse del espaciotiempo?
RAMPHASTUS. -- Sí, sabía que ahí se dirigía, y lo sabía porque yo también me hice las mismas preguntas unos años atrás, y di vueltas y vueltas tratando de solucionar esta contradicción, hasta que caí en la cuenta de que, o bien tenía que eliminar la existencia de la cosa en sí, o bien no eliminarla directamente a ella pero sí a la relación que se supone tiene con el fenómeno perceptible, o bien, y esto fue lo que hice para que mi sistema no estallara, darle a la causalidad un rango mayor que el que le da la ciencia, hacerla trascender el espaciotiempo para que llegue hasta las entrañas mismas de la cosa en sí y así poder decir, con la soltura que me caracteriza, que la cosa en sí, o sea la cantidad abstracta, es la causa de todo ser que percibe y de todo ser percibido, o sea de toda existencia[1].
CORNELIO. -- Y ¿es esta causalidad mecánica (eficiente) o teleológica (final)?
RAMPHASTUS. -- En el terreno espaciotemporal existe un solo tipo de causalidad: la mecánico-teleológica. La causalidad teleológica es la causalidad mecánica vista desde adelante; el mecanicismo estudia efectos a partir de causas, el teleologismo causas a partir de efectos; el uno apunta a desentrañar un suceso a partir de sucesos precedentes a él, el otro desentraña ese mismo suceso a partir de otros que lo atraen, por decirlo así, hacia el futuro. La marcha de los sucesos que se perciben, va desde el pasado hacia el futuro, pero es tan cierta la imagen esa que muestra al pasado empujando los sucesos hacia el futuro como aquella otra que muestra al futuro tirando de los sucesos hacia su seno. En los procesos inorgánicos la naturaleza teleológica de la causalidad tiende a esconderse debajo de la mecánica, y en los procesos orgánicos es al revés, pero lo cierto es que la causalidad es una sola: mecanicismo y teleología son las dos caras de una misma moneda[2].
CORNELIO. -- Excelente discurso... que no contesta a mi pregunta.
RAMPHASTUS. -- Evidentemente la causalidad trascendente no puede ser mecánico-teleológica, porque ésta necesita siempre del espaciotiempo.
CORNELIO. -- ¿De qué tipo es entonces?
RAMPHASTUS. -- No lo sé, ni podría saberlo. Todo lo que huye del espaciotiempo es imposible de conocer concientemente.
CORNELIO. -- Pero no inconcientemente...
RAMPHASTUS. -- No se puede conocer inconcientemente; hay contradicción. Conocer implica tomar conciencia de un proceso o suceso, o de un determinado estado de cosas.
CORNELIO. -- Pero usted dijo que Dios es el inconciente; ¿significa que nunca podremos conocer a Dios?
RAMPHASTUS. -- Dios es abstracto, no pertenece al espaciotiempo. Luego, no podemos conocerlo directamente. A lo más que se puede aspirar es a conocer las relaciones que se operan en su interior (a través de la aritmética) o las representaciones que nuestra conciencia espaciotemporal nos ofrece de Él.
CORNELIO. -- ¿La razón no puede ayudarnos a conocerlo?
RAMPHASTUS. -- Ya le dije que la razón conciente opera mediante representaciones espaciotemporales.
CORNELIO. -- ¿Y la razón pura?
RAMPHASTUS. -- La razón pura es la razón conciente que se abstrae de sí misma y se torna inconciente. La razón pura es la razón de Dios; cuando emerge, a través de representaciones, a la conciencia de un ser, se transforma en la razón conjetural del ser, y ya no hay garantías de que no nos mienta en relación al funcionamiento de las leyes naturales, lo que prueba una vez más, puesto que Dios nunca miente, que el Todopoderoso es inconocible.
CORNELIO. -- ¿Dios es el inconciente o es nuestro inconciente?
RAMPHASTUS. -- Hay un solo inconciente, que es el inconciente de Dios, pero también puede llamársele el inconciente colectivo, puesto que todos los inconcientes de todos los seres, animados o inanimados, participan de este colectivismo, se agrupan en un solo ser al que llamo Dios, pero la relación es de tal suerte que todo Dios constituye cada inconciente particular, y así cada sustancia participa de Dios sin dejar de ser ella misma un reflejo de la totalidad del ser divino.
CORNELIO. -- Entiendo: existe un solo inconciente, que es a su vez el inconciente de cada uno de nosotros. Pero Dios, ¿no tiene conciencia?
RAMPHASTUS. -- Dios es (tal vez me expresé mal), más que el inconciente universal, la Mente universal, y como toda mente tiene conciencia e inconciencia. Su inconciencia, ya lo dijimos, opera con cantidades, con números, mientras que su conciencia opera con calidades, o sea con cualidades. Estas cualidades forman el tejido a simple vista desordenado de lo que llamamos naturaleza fenomenológica, que por estar regida por leyes matemáticas subyacentes a ella resultaría totalmente predecible para una conciencia infinitamente sabia, siendo para nosotros sólo predecible hasta cierto punto (estadísticamente predecible) debido a las "trampas" que nos tienden los sentidos y los razonamientos defectuosos. Definiendo un poco los tantos, y agregando el campo del subconciente como una especie de separador entre el mundo en sí y su representación, digamos que Dios es la Mente universal que en su parte inconciente no es más que puras cantidades, cantidades que, al pasar al subconciente de los individuos, comienzan a relacionarse entre sí aritméticamente, formando la infinidad de ecuaciones que  dan base a todas y cada una de las leyes naturales que se ocupan de regir los movimientos de la materia, materia que no es otra cosa que Dios mismo concretizado en nuestra conciencia. Dios es al mismo tiempo lo abstracto y lo concreto, lo en sí y lo fenomenológico. O sea, Todo.
CORNELIO. -- ¿Dios es las chancletas suyas?
RAMPHASTUS. -- Y las suyas también.
CORNELIO. -- ¿Dios es los orines suyos?
RAMPHASTUS. -- Y los suyos también.
CORNELIO. -- ¿No es ésta una forma de rebajar a Dios?
RAMPHASTUS. -- El que así piensa piensa que Dios es susceptible de rebaja.
CORNELIO. -- Si yo dejo de percibir, ¿no estoy matando a Dios?
RAMPHASTUS. -- A lo sumo está ocultando su aspecto fenomenológico, su conciencia, pero nunca podrá usted matar a su inconciente, que es la verdadera sustancia inmortal de su espíritu, y que es la esencia de Dios.
CORNELIO. -- Y este su Dios, ¿cómo nos proporciona los conocimientos?
RAMPHASTUS. -- Por medio de las experiencias sensitivas.
CORNELIO. -- ¿Entonces el innatismo es falso?
RAMPHASTUS. -- Es verdadero, si mucho no me engaño.
CORNELIO. -- ¡Póngase de acuerdo consigo mismo antes de hablar!
RAMPHASTUS. -- Todos nuestros razonamientos derivan del inconciente colectivo, o sea que ya están en nuestra mente desde antes de nacer; pero están en lenguaje algorítmico, y no podemos aprovecharnos de ellos en su forma pura. Necesitamos de las imágenes espaciotemporales, o sea de nuestras percepciones, para poder traducir esos razonamientos a un idioma útil para nuestro bienestar.
CORNELIO. -- ¿Pero no concordó usted conmigo cuando afirmó que nuestras percepciones sensitivas suelen engañarnos si las utilizamos como base de nuestras deducciones?
RAMPHASTUS. -- No mezclemos las cosas. Los conocimientos no son deducciones, y las deducciones, si son realizadas concientemente, no son razonamientos.
CORNELIO. -- Creo saber qué son las deducciones, pero ¿en qué se diferencia el conocimiento del razonamiento?
RAMPHASTUS. -- En que el primero es algo concreto y el segundo algo abstracto. Ahora preste atención a la disertación siguiente, porque no quiero repetirla. Hablaré despacio para que no se pierda:
La única forma de conocer es a través de los sentidos, pero si usted quiere sacar alguna conclusión que generalice una serie de conocimientos tomados de la experiencia, tiene dos caminos para elegir: A) realizar inducciones físicas (conjeturales) que lo lleven hacia una proposición abarcativa, o B) preguntarle a su subconciente cuál es la proporción exacta (aritmética) que se esconde detrás de aquellos datos empíricos. Si opta por A (y estoy hablando figuradamente, pues por lo general uno no es conciente de esta opción), obtendrá una proposición conjetural que bien podrá ser verdadera, más o menos verdadera o falsa; en cualquier caso usted no podrá estar seguro de la veracidad de la proposición por más que la misma se vista con ropaje aritmético, y no estará seguro porque la metodología utilizada para llegar a ella, la inducción física, es intrínsecamente insegura, y por eso, amén de ser abstracta, me niego a considerarla un razonamiento. Si en cambio usted opta por B, su subconciente le entregará la ecuación exacta, pero salvo que sea muy elemental, como en el caso de V =d/t mencionado antes, usted deberá traducir esa ecuación a un idioma inteligible para su discernimiento, y en esta traducción suele perderse buena parte de la veracidad del principio. Así todo este último método es el que considero racional, pues la razón, según yo creo, está en nuestro subconciente, de suerte que quien no lo consulta y se guía sólo por lo que le dice la experiencia ciega no es un ser racional sino induccional como induccionales son los animales y los niños, que cuando no actúan por instinto lo hacen por inducción física, pues la parte subconciente de sus mentes se halla bloqueada y no les es posible extraer nada o casi nada de allí. Me dirá usted que una vez operada la inducción física es necesario realizar deducciones, pues de nada le sirve a un león saber que "todas las cebras son comestibles" si luego no completa esta inducción física con la premisa menor: "aquello que se ve ahí es una cebra" y con la conclusión de que "aquello que se ve ahí es comestible", con lo que colegirá usted que todo el mundo, no sólo los científicos induccionistas sino incluso los animales, tarde o temprano razonan; pero en lo que usted no repara es en que para mí una deducción no es un razonamiento, puesto que los razonamientos son abstractos, y no hay nada más concreto que un silogismo. La única ventaja que tiene la deducción por sobre la inducción física es que no cabe dudar de su seguridad absoluta, de modo que si las premisas son verdaderas la conclusión es necesariamente verdadera, pero éste no es motivo suficiente para igualar deducción con razonamiento. Toda operación lógica que se produzca en nuestra conciencia, sea deductiva o inductiva, no puede ser, por el hecho de ser conciente, racional, sino conjetural, pues se refiere a sucesos concretos (incluso en los casos en los que se llama "números" o "símbolos" a esos sucesos) y parte necesariamente de inducciones físicas, lo que la torna insegura por más que después opere con impecables deducciones. Ya ve usted que conocemos nada más que lo que nuestros sentidos nos presentan y deducimos e inducimos de acuerdo a sus datos, y esto es lo que la ciencia llama conocimiento científico. Pero allí sólo existe la lógica y la conjetura. Si usted busca el razonamiento y la certeza, búsquelos en el metaconocimiento que nos subyace, mas no sea tan iluso como para suponer que este metaconocimiento, al subir a su conciencia, no perderá nada de su aritmética pureza, a menos que sea usted tan puro como él.



[1] (Nota añadida el 28/5/2008.) Si Ramphastus pretendía originalidad con este aserto, errado estaba, pues el mismísimo Kant afirmaba la posibilidad de una causalidad extrafenóménica: "Nada impide que atribuyamos al objeto trascendental [la cosa en sí], además de la propiedad a través de la cual se manifiesta, una causalidad que no sea fenómeno, aunque su efecto aparezca en un fenómeno" (Crítica de la razón pura, B 567 de la nomenclatura erudita).

[2] (Nota añadida el 5/10/9.) Algo parecido había dicho Leibniz hace ya más de 300 años: "Todos los fenómenos de los cuerpos pueden explicarse mecánicamente o por medio de la filosofía corpuscular, según ciertos principios de mecánica, enunciados sin tomarse el trabajo de saber si hay almas o no; pero cuando se lleva al extremo el análisis de los principios de la física y también los de la mecánica se hace evidente que no podrían explicarse estos principios sólo por las modificaciones de la extensión, y que la naturaleza de la fuerza exige ya algunas cosas más" (carta del Leibniz a Arnauld fechada el 8/12/1686, citada en la p. 86 de Leibniz. Correspondencia con Arnauld). Esas "cosas más" eran para Leibniz las causas finales, pues "si las reglas mecánicas dependieran sólo de la geometría, sin intervención de la metafísica, los fenómenos serían muy diferentes" (ibíd., p. 10).

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