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sábado, 12 de abril de 2014

Y un niño (y un anciano) los pastoreará

Dijo Jesús: "De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos" (Mateo 18:3). Pero Tolstoi agrega a los niños, los ancianos:

Solo los ancianos y los niños, libres del deseo sexual, viven una vida verdadera. Los demás no son sino una fábrica para la perpetuación de los animales (ibíd., 17/3/1907).

Anhelaba llegar a ser un anciano patriarca, tal como lo expuso en su entrada del 14 de abril de 1895: "¿He dejado atrás una etapa de mi vida y he entrado en la edad senil, pura, que tan largamente he deseado?". Y lo anhelaba un poco para frenar su lascivia, pero más que nada porque suponía que a medida que uno envejece, se torna mejor persona:

El progreso moral de la humanidad proviene únicamente de que hay ancianos. Los ancianos se vuelven más bondadosos, más inteligentes, y transmiten a las generaciones que les siguen lo que han vivido. Si no existiera esto, la humanidad no avanzaría (ibíd., 14/11/1898).


Yo también lo anhelo, anhelo ser viejo, pero no tanto para poder curarme de mi lubricia inveterada o por suponer que con el paso de los años, inexorablemente, me haré más bueno, sino para poder disponer a discreción de mi tiempo. Es decir, no anhelo la vejez sino la hipotética jubilación que mi vejez me traería. Si pudiera jubilarme ahora lo haría sin dudarlo pese a no ser viejo todavía. ¿Lo peor de todo? Llegar a viejo con la necesidad de seguir trabajando para ganarme el sustento.

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