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lunes, 21 de julio de 2014

Tolstoi, ¿adicto al sexo solitario?

   – ¿Sabías que Tolstoi se masturbaba como un mono?
   – ¡No!
   – Sí, se masturbaba todo el tiempo, el muy cabrón. Paseaba por los jardines de su finca de Yasnaia Poliana acompañado de su perro fiel y silencioso, y de vez en cuando paraba junto a un árbol y se metía la mano en el pantalón. [...] la sangre del inmortal cayendo sobre la blanca nieve del duro invierno, su valiosa semilla desperdiciada en la vasta llanura de la gran Rusia… 
Alicia Giménez Bartlett, Días de amor y engaños

Por la mañana --comenta Tolstoi--

tuve una erección muy fuerte, y cuando llegué solo a casa encontré a mi joven posadera en la cocina y le dije algunas palabras. Sin duda alguna está coqueteando conmigo [...]. Le doy gracias a Dios por la timidez que me dio: me está salvando de la corrupción (Diarios, 31/5/1852).

La timidez lo salvaba de la corrupción del amancebamiento, pero lo llevaba a otro tipo de corruptela venérea. Pasadas 48 horas, anota: "Después de la comida incurrí en mi antigua debilidad" (2/6/1852). ¿A qué antigua debilidad se refiere? Primero se levanta excitado y agarrotado, luego se entusiasma con una criada, que lo coquetea, pero no concreta nada con ella, y al poco rato incurre en esa misteriosa y antigua debilidad. Doy por sentado aquí que tal perífrasis no es más que un eufemismo para la palabra masturbación. Y es que el priapismo no doloroso, ese que se acompaña con apetito venéreo, cuando se presenta en el espíritu de un tímido suele desembocar en una cruda manuela. Yo lo sé, porque padezco de tal priapismo y de tal retraimiento, y creo que Tolstoi también lo sabía.

¡Como dos gotas de agua!

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