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martes, 22 de diciembre de 2015

El amor de los alemanes de principios de siglo por el almidón

La civilización alemana, toda de orden y de disciplina, podía representarse en una camisa muy almidonada, con un cuello casi férreo. Nada de espontaneidad en los movimientos, nada de gracia natural. Disciplina y almidón. Recién llegado a Alemania, cuando uno recibe las primeras camisas que le devuelve la lavandera, uno siente de golpe toda la rigidez, toda la inflexibilidad, toda la dureza de esta civilización. Las blandas pecheras y los puños blandos, que le permitían antes a uno toda libertad de acción, han adquirido de pronto una solidez inquebrantable. Uno se mete en la camisa como pudiera meterse en una armadura. Poco a poco va uno perdiendo sus actitudes características, su soltura, su personalidad. Se entabla una lucha terrible entre el extranjero y la camisa. La camisa, tan enérgica y poderosa, la irreductible camisa, es Alemania y el almidón es su espíritu. El cuello postizo desaparecerá de Francia, de España, de Italia; pero los alemanes seguirán usándolo (“El cuello postizo”, artículo incluido en el compendio Alemania).


Cien años después de haber sido escrito este artículo, ya no vemos cuellos postizos tampoco en Alemania. ¿Será que no los vemos porque se les enrigideció a los alemanes el cuello verdadero y el postizo ya queda de más? Esperemos que no.

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