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jueves, 24 de diciembre de 2015

El idioma alemán

Las consecuencias del estudio del idioma alemán:

No hace aún mucho tiempo, un muchacho español se volvió loco estudiando alemán. Parece que quiso aprenderlo en tres meses. Cada día se encerraba en su cuarto, durante dieciocho horas, con unas gramáticas enormes y unos diccionarios formidables. Apenas comía y casi no dormía. Sus pocas horas de sueño estaban pobladas de dativos, de acusativos y de verbos irregulares. Los vecinos le oían soñar en alemán. A los dos meses, en esta lucha del hombre con el alemán, el alemán vencía. Nuestro pobre compatriota se volvió loco. Otros se vuelven idiotas, que es peor, y, sobre todo, pedantes. Si yo llego a saber bien alemán sin volverme muy pedante y sin ponerme completamente insoportable, mi mérito será realmente extraordinario (“El insano alemán”, artículo incluido en el compendio Alemania).


Por fortuna, los intentos de mi amigo y profesor Ricardo Maliandi —que Dios lo tenga en la gloria— por enseñarme alemán con un método que, aseguraba, me haría comprender lo básico del idioma en pocos meses (para escribirlo y leerlo, no para hablarlo), por fortuna, considerando las palabras de Camba, dichos intentos cayeron en saco roto.

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