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viernes, 18 de mayo de 2018

Pampsiquismo cristiano


Los pensadores de tendencia cristiana o que aceptan varios de los dogmas principales del cristianismo no han sido, por lo general, adeptos al pampsiquismo. Las excepciones no abundan. Ya hemos hablado de Teilhard de Chardin, pero antes que él aparece Miguel de Unamuno, quien desde un discurso pronunciado el 22/2/1909 en conmemoración del centenario del nacimiento de Charles Darwin parece apoyar la hipótesis pampsiquista o simpatizar con ella:

Concibiendo las cosas con una concepción teleológica que acaso muchos de vosotros rechacéis, yo me he imaginado siempre que la materia no es más que un medio para la vida y la vida un medio para la conciencia, y que este proceso volitivo, que nosotros vemos fenoménicamente ir, por así decirlo, de la piedra al ángel, tiene su razón de ser en una fuerza inmanente en que el ángel trata de desprenderse de la piedra cobrando conciencia de sí mismo. La materia se me aparece como un medio para la vida, la vida un medio para la conciencia y la conciencia a su vez un medio para Dios, Conciencia universal.
Muchas veces se ha dicho que lo que se nos aparece muerto, inerte, inorgánico, son detritus de lo que fue en un tiempo vivo y orgánico, o por lo menos dotado de aquella especial vida de los orígenes de nuestra tierra. Y yo he soñado si lo hoy inconciente no será, en mucha parte al menos, detritus de alguna especie de conciencia, de un espíritu, de un alma, de una potencia de conciencia por lo menos. Mens agitat molem (citado por Diego Núñez en El darwinismo en España, pp. 260-1). 

Y antes de Unamuno se muestra un abate chileno, Juan Ignacio Molina, desafiando a la Iglesia Católica desde adentro con su libro Analogías menos observadas de los tres reinos de la naturaleza, en donde pueden leerse pasajes como el siguiente:

Los animales y los vegetales [...], como dicen por ahí, crecen por intus susceptionem, es decir, viven en virtud de un fluido que se infiltra en sus partes más intrínsecas y deposita en ellas moléculas que aumentan su volumen. Los [...] minerales, no crecen más que por juxta positionem, es decir, también por medio de un fluido que circula alrededor de su superficie y aplica allí materias que tenía en disolución. Pero estas dos maneras de crecer [...] son comunes a los individuos de los tres reinos de la naturaleza, por lo que la susodicha exaltada división, que pone una distancia infinita entre los minerales y los otros cuerpos creados, no es aprobada de ninguna manera por la naturaleza. Ella, en realidad, se complace muy a menudo en echar por tierra los límites que nuestras fantasías tratan de poner a sus operaciones.

Agrego ahora una nueva excepción: yo mismo. Porque soy pampsiquista y sigo siendo, por poco que por fuera se note, cristiano.

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