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viernes, 1 de junio de 2018

Determinismo y resentimiento


¿Te sientes molesto con el que huele a macho cabrío? ¿Te molestas con el hombre al que le huele el aliento? ¿Qué puede hacer? Así es su boca, así son sus axilas; es necesario que tal emanación salga de tales causas. «Mas el hombre tiene razón, afirmas, y puede comprender, si reflexiona, la razón de que moleste». ¡Sea enhorabuena! Pues también tú tienes razón. Incítalo con tu disposición lógica a su disposición lógica, hazle comprender, sugiérele. Pues si te atiende, le curarás y no habrá necesidad de irritarse. Ni actor trágico ni prostituta.
Marco Aurelio, Meditaciones, V, 28

La tesis determinista, de ser aceptada en forma general, ¿que implicaría? Implicaría el rechazo, la desaparición o la drástica disminución de los resentimientos y de las indignaciones. Según Peter Strawson, la desaparición de estos sentimientos produciría una inhibición de las relaciones interpersonales genuinas y significativas y en consecuencia una disminución de la calidad de vida de los individuos implicados en esta hipotética sociedad determinista (cf su libro Libertad y resentimiento, cap. I, secc. V y VI). Para mí, la desaparición o la merma de estos sentimientos es buena señal, es señal halagüeña, puesto que se alejan con ellos las posibilidades de que el mundo retorne a la irracionalidad que el siglo próximo pasado mostrara. Sí, porque los dos grandes cánceres sociales del siglo XX, el nazismo y el estalinismo, fueron causados, el primero, por el resentimiento de un pueblo que se sentía humillado, y el segundo por la indignación de un proletariado sometido a la explotación. Si las sociedades futuras adoptaran masivamente la tesis determinista, el peligro de un rebrote totalitario disminuiría notablemente.
Pero esto nunca sucederá, al menos en los próximos siglos. Adoptar una actitud determinista ante la vida no es cosa fácil para las masas, ni siquiera es cosa fácil para los hombres instruidos. Ya lo dijo Spinoza:

El sabio [...] apenas experimenta conmociones del ánimo, sino que, consciente de sí mismo, de Dios y de las cosas con arreglo a una cierta necesidad eterna, nunca deja de ser, sino que siempre posee el verdadero contento del ánimo. Si la vía que, según he mostrado, conduce a ese logro parece muy ardua, es posible hallarla, sin embargo. Y arduo, ciertamente, debe ser lo que tan raramente se encuentra. En efecto: si la salvación estuviera al alcance de la mano y pudiera conseguirse sin gran trabajo, ¿cómo podría suceder que casi todos la desdeñen? Pero todo lo excelso es tan difícil como raro (Ética, párrafo final).

No esperemos, pues, que el universo social se torne determinista. Hagamos fuerza tan solo para convertirnos nosotros mismos en ese sabio consciente de sí mismo que no se perturba con naderías, que no se irrita con el prójimo, que no se resiente y que no se indigna. Y que los demás hagan lo que en ganas les pluguiere[1].


[1] Strawson denomina “actitudes reactivas” a las emociones que nos embargan luego de percibir acciones de agentes que consideramos responsables (resentimiento, gratitud, burla, remordimiento) y “actitudes objetivas” a lo que sentimos cuando no consideramos al agente responsable. Strawson no cree que la aceptación general de la tesis determinista implique la desaparición de las actitudes reactivas y se alegra por ello, porque supone que un mundo que reaccionase siempre “objetivamente” ante toda acción humana conduciría a la indiferencia, a la ausencia de compromiso con el otro y al aislamiento. Para un planteamiento opuesto, que considera deseable desde todo punto de vista (y también factible) la actitud objetiva a expensas de las actitudes reactivas, véase el ensayo de Rodrigo Braicovich titulado “Actitudes Strawsonianas y determinismo”, disponible en internet.

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