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sábado, 14 de julio de 2018

Pessoa y el desprecio por lo sensual


Yo nunca tuve novia real… nunca supe cómo se amaba… Apenas supe cómo se soñaba amar.
Fernando Pessoa, EEAA [p. 74]

 “La sensualidad real carece para mí de cualquier interés —ni siquiera mental u onírico”, afirma Bernardo Soares (LDD, § 259). A mí me sucede todo lo contrario. Tenía la esperanza —a veces el temor— de que tales intereses fuesen decayendo conforme me acerco a la vejez, pero hete aquí que ya estoy a las puertas de los cincuenta y nada se calma. Mis inclinaciones libertinas me emparientan no con Soares sino con un contemporáneo suyo, talentoso escritor también, aunque más talentoso como pensador que como escritor, Max Scheler. Scheler es la prueba de que una sensualidad desbordante no es obstáculo infranqueable a la hora de pensar con altura y de escribir lo que pensamos. Pero la condición ideal siempre será, para el escritor, la frigidez, el rechazo hacia lo voluptuoso. En ese sentido, Bernardo Soares corría con ventaja[1].



[1] Sin embargo no era tan verdadera la ausencia de fuego amoroso en Bernardo Soares. En el § 212 de su libro se lee: “Me ha perseguido, como un ente maligno, el destino de no poder desear sin saber que tendré que no tener. Si un momento veo en la calle un rostro núbil de muchacha y, aunque sea indiferentemente, disfruto de un momento de suponer lo que pasaría si fuese mío, es siempre cierto que, a diez pasos de mi sueño, esa muchacha encuentra a un hombre que veo que es su marido o su amante”. Desear una muchacha núbil sin que nuestro espíritu destile deseo sexual es prácticamente imposible. Soares no era de piedra.

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