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domingo, 14 de octubre de 2018

Pessoa y el olor de la gloria


Habla el Barón de Teive (semiheterónimo de Pessoa, igual que Bernardo Soares):

Para que un hombre pueda ser distintivamente y absolutamente moral, tiene que ser un poco estúpido. Para que un hombre pueda ser absolutamente intelectual, tiene que ser un poco inmoral. No sé qué juego o ironía de las cosas condena al hombre a la imposibilidad de esta dualidad en grande (La educación del estoico, p. 18).

Esto es algo parecido a lo que decía Jules Renard: "El amor mata la inteligencia. Como en el reloj de arena, el uno solo se llena si el otro se vacía". Ya refuté este aforismo en su momento (ver las entradas del 6/1/96 y 20/7/97), solo agrego ahora que según mis estudios plasmados en la entrada del 20/10/97, el individuo ideal, aquel que mantiene sus tres componentes temperamentales en perfecto equilibrio, posee a la vez un máximo de bondad unido a un máximo de inteligencia (trascendente).

9:22 A.M.
“Teive es el propio Pessoa. [...] Es aristócrata, como se imagina Pessoa, y adinerado, como Pessoa quería ser” (CF, p. 380). Sí, quería ser millonario, no tenía ningún prurito ético que se lo impidiera. La única condición era que sus millones no le impidiesen escribir. Tener dinero no para disfrutarlo, sino para comprar tiempo dedicado a la escritura. Pero nunca lo consiguió, nunca dispuso de demasiado dinero —excepto cuando recibió la herencia de su abuela Dionísia, que dilapidó rápidamente como ya hemos visto—.
Pessoa quería ser rico pero nunca lo fue; yo quiero ser pobre y soy rico. En estos asuntos no nos parecemos.

10:52 A.M.
El genio literario, ¿debe o no debe ocuparse de hacer lo necesario para que su legado perdure? Eso depende, dice Pessoa, del tipo de hombre que el genio sea:

El interés deliberado de un genio por sus obras, la publicación cuidadosa de ellas y su organización pensando en la posteridad dependen de si ese genio es un hombre de voluntad firme y de propósitos fijos, alguien que se preocupa mucho por sí mismo. Basta que sea un borracho empedernido para que toda la preocupación se vaya a la porra (EGL, p. 276).

Parece dar a entender que no se preocupará por estas cuestiones, que solo escribirá lo que tenga que escribir y que del ordenamiento y la publicación se preocupen los demás si es que quieren. Pero sabemos que no fue así.

En varias oportunidades se refirió Pessoa, en los últimos años de su vida, al propósito de cambiar de domicilio y buscar en algún lugar de los alrededores de Lisboa una vivienda más adecuada que le permitiese ordenar y rematar la obra. [...] Son varias las fuentes que señalan que en los últimos tiempos de su vida Pessoa asumió un esfuerzo, al parecer no compensado por el éxito, encaminado a ultimar de forma razonable su obra. (CT, p. 212 y 214).

El mismo Pessoa lo cuenta en una carta a Ofelia:

…Es la ocasión de realizar mi obra literaria, completando unas cosas, agrupando otras, escribiendo otras que están por escribir. Para realizar esa obra necesito tranquilidad y cierta soledad.  […] Toda mi vida futura depende de si consigo hacer esto pronto (carta del 29/9/29, citada en Cartas a Ophélia, p. 108).

Ciertamente fue grande su preocupación por darle un formato coherente a todo el material acumulado, aunque su ocupación no estuvo a la altura de su preocupación.
En una carta fechada el 28 de julio de 1932 dirigida a João Gaspar Simões, escribe Pessoa: “Estoy comenzando —lentamente, porque no es cosa que pueda hacerse con rapidez— a clasificar y revisar mis papeles” (AP 1087). Afirma Simões que Pessoa estaba convencido de que se iba a morir tempranamente y que por ello tenía que apurarse. “Había pues que encerrarse en casa, poner manos a la obra y aprovechar el tiempo de vida que le quedaba —los astros no le prometían longevidad— para organizar su obra y comenzar la publicación de sus libros” (JGS, p. 486). Tres años después lo sorprendió la muerte[1] sin haber concluido aquellas revisiones y clasificaciones. Yo tengo el deseo de publicar los primeros libros de este diario en el 2043, por lo cual, si no quiero quedar a medio camino de la revisión total como quedó Pessoa, deberé comenzar esta labor como muy tarde en el 2035.

1:10 p.m.
El único libro completo que Pessoa publicó en vida fue Mensaje, en 1934. Días antes de la publicación, escribió lo siguiente: “El hecho de que vaya a publicar un libro cambiará mi vida. Ya no estaré inédito —así pues, algo pierdo” (PDN, § 128). Eso que se pierde al publicar, o que se puede perder, es la humildad. Y suele suceder que junto con la humildad se vaya también el estilo. Por eso trataré de publicar mi diario lo más tarde posible, —aunque no tan tarde como para correr el riesgo de morirme antes, porque no estoy para nada persuadido de que la posteridad se tomará el trabajo de publicarlo por mí—.
“Tal vez la gloria —especula Pessoa— tenga un sabor a muerte y a inutilidad, y el triunfo un olor a podrido” (AP 3635). Publicar, y que los contemporáneos se interesen por esa publicación, es resignarse a vivir con un resabio en la boca y un broche en la nariz.


[1] Según Raúl Leal, en 1935 Pessoa creía, de acuerdo a lo que decía su carta astral, que le quedaban todavía dos años de vida (cf. CT, p. 214).

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