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domingo, 14 de julio de 2019

La influencia de Tolstoi en Wittgenstein


El temor a la pobreza que prevalece en las clases cultas es la enfermedad moral más grave que padece nuestra civilización.
William James, Las variedades de la experiencia religiosa

Wittgenstein era, antes de la Primera Guerra Mundial, un furibundo detractor del cristianismo, pero luego se alistó en el ejército y, por obra del destino, encontró a Tolstoi…

Durante su primer mes en Galicia [Galitzia], entró en una librería, donde solo pudo encontrar un libro: Resumen del Evangelio, de León Tolstoi. El libro le cautivó. Para él se convirtió en una especie de talismán: lo llevaba allí donde iba, y lo leía con tanta frecuencia que se llegó a saber párrafos de memoria. [...] Durante un tiempo, él —que antes de la guerra había sorprendido a Russell como alguien “más terrible con los cristianos” que el propio Russell— no solo se convirtió en creyente, sino en evangelista, recomendando el Evangelio de Tolstoi a cualquiera que se sintiera afligido. “Si no estás familiarizado con él”, le diría posteriormente a Ficker, “entonces no puedes imaginarte el efecto que puede tener sobre una persona” (Ray Monk, Ludwig Wittgenstein[1], p. 121).

Tolstoi tuvo para mí un efecto parecido —aunque cuando lo encontré ya era yo un convencido cristiano—. Pero yo terminé siendo más parecido a Tolstoi que Wittgenstein, porque este se creyó en serio lo que decía Jesús y abandonó al punto sus riquezas, mientras que nosotros fuimos unos reverendos hipócritas y continuamos disfrutando de nuestra fortuna durante largos años.
No sirve de nada predicar sobre la ética, decía Wittgenstein. Sin embargo, Tolstoi predicó, y Wittgenstein, por esas casualidades del destino, asimiló su prédica, a tal punto que abandonó su vida de lujos y se tornó una especie de místico asceta. ¿No es este hecho incontestable, de por sí, una refutación de este costado de la filosofía del gurú vienés?[2]



[1] De aquí en adelante, este texto aparecerá citado como RM.
[2] “Fue, como si dijéramos, salvado por el verbo”, dice Monk. Salvado por su enemigo, digo yo. Un enemigo tan magnánimo que rescata del vacío existencial a quien lo desprecia.

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