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martes, 13 de agosto de 2019

Wittgenstein megalómano


Wittgenstein tenía, como decía Bertrand Russell, “el orgullo de Lucifer”.
William Bartley, Wittgenstein

Keynes venía desde hacía mucho tiempo queriendo convencer a Wittgenstein de que regresara a Cambridge a impartir clases, pero este se negaba sistemáticamente a satisfacerlo:

Me pregunta usted en su carta si puede hacer algo que me permita volver a la labor científica. La respuesta es que no: no hay nada que se pueda hacer al respecto, porque yo mismo no siento ya ningún impulso interno hacia ese género de actividad. Todo lo que realmente tenía que decir lo he dicho, de modo que la fuente se ha secado. Esto puede sonar extraño, pero es así (carta de Wittgenstein a Keynes del 4/7/1924, citada en RKM, p. 104).

“La verdad de los pensamientos aquí comunicados me parece intocable y definitiva”, había dicho Wittgenstein en el prólogo de su Tractatus. Es lógico, pues, que quien ha llegado a establecer una verdad definitiva deje de trabajar dentro del campo en el cual esa verdad rige, porque no hay posibilidad de perfeccionar nada. Sin embargo, a los pocos años Wittgenstein volvió a escribir sobre filosofía, o sobre lo que él consideraba filosofía, y si bien no publicó estos escritos en vida, la cantidad de textos es abundante. Milagrosamente, de la fuente seca comenzó a brotar agua[1]. Esto significa que dejó de considerar al Tractatus como una obra intocable y definitiva, lo cual es un gesto que lo enaltece pero no borra el gesto anterior, a saber, el considerar una serie de parágrafos completamente intrascendentes (vistos en el marco de la historia general de la filosofía) como una especie de Biblia que no se puede discutir. Si uno se cree genio y en realidad lo es, la megalomanía no es tal, porque los hechos la refutan. Wittgenstein no tenía esa apoyatura: era un megalómano de pies a cabeza.


[1] Según William Bartley, no es verdad que Wittgenstein se desvinculara de sus inquietudes filosóficas durante los años en que se alejó de Cambridge: "Los que suponen que dejó la filosofía durante este período, de forma que fue catapultado súbitamente de nuevo hacia ella [...], se confunden” (WB, p. 89).

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