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miércoles, 18 de septiembre de 2019

Decir y pensar


Hay que respetar en lo que vale ese ámbito que Wittgenstein llama místico. El signo tácito de ese respeto es el silencio. No se llega a lo más alto por garabatos lógicos o argucias racionales. En ese ámbito del valor no es posible el pensar lógico ni el lenguaje argumental: no es posible, simplemente, pensar, razonar o hablar.
Isidoro Reguera, Ludwig Wittgenstein

La proposición 5.61 del Tractatus contiene dos oraciones. La primera es una tautología: “Lo que no podemos pensar no podemos pensarlo”. La segunda, se supone que deriva de la tautología anterior: “Tampoco, pues, podemos decir lo que no podemos pensar”. Aquí la tautología se rompe y comienza el error. ¿Qué queremos decir cuando decimos “decir”? La primera acepción del diccionario de la Academia para esta palabra es “manifestar con palabras el pensamiento”. Si tomamos esta acepción como la única verdadera volvemos a la tautología: solo se pueden decir pensamientos, decir cosas que no son pensadas es un contrasentido. Pero la Academia nos ofrece una segunda acepción: “asegurar, sostener, opinar”. Aquí ya no se habla de pensamiento, sino simplemente de opinión. Esto significa que para la Academia, decir algo, opinar algo, sin que ese algo haya sido pensado y razonado, no es cosa incoherente: opino algo, digo lo que opino, y el pensamiento descansa. No está, pues, subordinada el habla o la escritura al pensamiento necesariamente. Es claro que uno, para pensar, necesita hablar, hablar interiormente, pero esta verdad no se verifica a la inversa: si bien no puedo pensar sin hablar, puedo perfectamente hablar sin pensar. Me parece una perogrullada tener que aclarar este punto, sobre todo a personas acostumbradas a los debates televisivos, pero Wittgenstein opinaba lo contrario y necesito refutarlo. Yo no puedo pensar si Dios existe o no, porque esa proposición está más allá del pensamiento, pero esto no es obstáculo para que yo pueda decir y afirmar que Dios existe o que no existe y que mi afirmación o negación tienen sentido. Si digo “pienso que Dios existe”, estoy en un error, pero si digo “opino que Dios existe”, la afirmación, más allá de si es verdadera o falsa, tiene sentido, porque mi opinión no está necesariamente apoyada por el pensamiento sino por otras vías que corren por detrás del pensar y que afloran en nuestra conciencia vía lenguaje. Los animales no utilizan su lenguaje para expresar sus pensamientos y no por ello vamos a negar que se comunican entre sí. Nosotros lo utilizamos para pensar, pero las otras utilidades que el lenguaje tiene no han quedado subordinadas a esta. Cuando gritamos de dolor, no estamos pensando; cuando decimos “te odio”, tampoco. Y cuando afirmamos que Dios existe, menos que menos. No estamos pensando, pero de todos modos lo decimos, con pleno derecho y sentido.

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