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sábado, 28 de septiembre de 2019

Por qué criticar a Wittgenstein


¿Me estoy aventurando demasiado al criticar con tanto ardor a quien, a los ojos de muchos pensadores, es la figura más importante que dio la filosofía del siglo XX?[1] Es posible. Cito a William Bartley: “Antes de criticar responsablemente a un filósofo, hay que determinar con mucha precisión cuáles son sus problemas y qué es lo que hay que decir sobre ellos. Con Wittgenstein esto no es nada fácil” (WB, p. 187). Admito que mis determinaciones no son precisas y que mi conocimiento del pensamiento de Wittgenstein no es completo, pero prefiero pecar de temerario y cometer algún error con mis críticas, error que yo no veo y que otros descubrirán, prefiero eso a una superabundancia de escrúpulos que impida la crítica por la vergüenza que implicaría el estar equivocado y tener que rectificarse. La razón humana, llevada al terreno de la teoría del conocimiento, tiene dos funciones primordiales: la crítica y la fundamentación. Yo critico a Wittgenstein, y si resultase que mi critica no está bien fundamentada, aceptaré con gusto la recrítica, me retractaré y pediré disculpas. Yo saldré intelectualmente perjudicado, pero quien se tomó el trabajo de descubrir mi error habrá subido un peldaño en la escalera, peldaño que seguramente no habría existido sin la existencia de mi temeraria critica. Por eso el descubridor de mi error quedará en deuda conmigo, así como yo quedo en deuda con Wittgenstein por la posibilidad que me ha otorgado de poder criticarlo y, a partir de esa crítica, fundamentar una que otra idea paralela[2].


[1] Cf., por ejemplo, George Pitcher, The Philosophy of Wittgenstein, prefacio, en donde afirma que "Wittgenstein es uno de los filósofos más grandes del siglo xx, quizás el más grande". Otro pensador, ya muy exagerado, entiende que el Tractatus “se asemeja” al Tao te King de Lao-Tsé (cf. K. T. Fann, El concepto de filosofía en Wittgenstein, primera nota al pie).
[2] Los servicios que presta Wittgenstein a los interesados en filosofía son enormes, pero no tanto porque haya contribuido a crear nuevos rumbos en esta disciplina sino porque nos da la oportunidad de negar que esos rumbos tengan relevancia. Wittgenstein me obligó a pensar para poder refutarlo, y eso tiene mérito, quizá un mérito superlativo. Como dijo James Colbert Jr. en el final de su “Aproximación a Wittgenstein”: “Si por un maestro en filosofía se entiende alguien que hace pensar, Wittgenstein es maestro, a pesar de nosotros y, quizás, a pesar de él mismo”.

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