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sábado, 5 de octubre de 2019

Wittgenstein y Montaigne


La vida puede educar para la fe en Dios. Y son también las experiencias las que lo hacen; pero lo que nos muestra la «existencia de este ser» no son visiones u otras experiencias sensibles, sino, por ejemplo, penas de distinta índole, Y no nos muestran a Dios como nos muestra una impresión sensible un objeto, ni permiten conjeturarlo.
Ludwig Wittgenstein, Aforismos, § 485

Existe un autor[1] que relaciona la filosofía de Wittgenstein con la de Montaigne, en el sentido de que ambos pensadores no creen que la religión pueda estar apoyada en la razón. Esto es claro, pero yo no le critico a Wittgenstein (ni a Montaigne, por supuesto) esta disociación entre religión y razón, porque yo también soy fideísta; lo que le critico es que diga que el discurso religioso en cualquier caso carece de sentido. No es lo mismo afirmar que la creencia en Dios no es racional, que afirmar que todo lo que decimos acerca de Dios, o de lo bueno, carece de sentido. Tampoco Montaigne estaría de acuerdo con esto último[2].


[1] Vicente Raga Rosaleny, “Montaigne, Wittgenstein y el escepticismo”, artículo disponible en internet.
[2] Las proposiciones básicas de la metafísica, sus axiomas, se descubren o se adoptan intuitivamente (dicho esto no en sentido kantiano sino en sentido bergsoniano; no intuición sensible sino intuición intelectual). Por eso digo que no son racionales; pero después, una vez que tenemos armado el conglomerado axiomático, comenzamos a entremezclar las proposiciones y a relacionarlas entre sí, y a verificar si, lógicamente, no se contradicen unas con otras. Este segundo paso del procedimiento metafísico es completamente racional; de ahí que no pueda decirse que la metafísica en general, o que las especulaciones acerca de Dios, del libre albedrío, etcétera, sean completamente irracionales.

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