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jueves, 7 de noviembre de 2019

El boom de las enfermedades autoinmunes


Esperamos tener una vacuna lista para ser probada en unos dos años.
Margaret Heckler, presentando en 1984 la “probable” causa del sida

Un médico español, el doctor Enrique Costa Vercher, se pregunta, primero, por qué han recrudecido, o se han desarrollado, las enfermedades que producen inmunodeficiencias a partir de la década del 70 y no antes, y segundo, por qué se ensañan estas enfermedades generalmente con los individuos jóvenes, entre 30 y 40 años como rango etario en que atacan con mayor frecuencia, y difícilmente se desarrollan en los viejos, siendo que los viejos, por el solo hecho de serlo, presentan un sistema inmunitario deteriorado por la natural oxidación que producen los años. Si apoyamos la teoría de Duesberg, tanto la primera como la segunda pregunta pueden evacuarse afirmando que las drogas recreativas como la cocaína, mariguana, heroína, LSD, poppers, etc., se masificaron e ingresaron a un sector mucho más vasto de la población de las grandes metrópolis justamente en la década del 70 y principios de los 80, y estas drogas fueron las principales causantes del deterioro del sistema inmunitario, drogas que son consumidas por lo general por jóvenes y no por abuelos y por ello son los jóvenes quienes padecen el sida y no los viejos. Esta explicación es plausible, pero Costa Vercher propone otra teoría complementaria.
Si bien la vacuna se inventó a fines del siglo XVIII, su implementación masiva y obligatoria tardó muchísimos años en promoverse. Podría decirse que en el mundo desarrollado —que es en donde las enfermedades por inmunodeficiencia están haciéndose fuertes (ya he mencionado que el supuesto sida africano no es una enfermedad autoinmune sino muy otra cosa)—, la implementación masiva de la vacunación múltiple y obligatoria comenzó tibiamente después de finalizada la Segunda Guerra Mundial y se hizo fuerte a mediados de la década del 50. Hacia mediados de la década del 80, que es cuando el sida eclosiona, los enfermos, mayormente jóvenes homosexuales o bisexuales de entre treinta y cuarenta años, habían sido todos ellos sometidos a vacunaciones múltiples cuando niños. Los cincuentones y sesentones, en la década del 80, posiblemente también sucumbieran en buena medida a la tentación del consumo de drogas, pero ellos habían nacido antes de la Segunda Guerra, por lo que sus cuerpos, en la gran mayoría de los casos, no habían sido sometidos a la tortura de las jeringas.
Lo que hacen los médicos sanitaristas al obligar a vacunarse a la entera población de sus países, es, sencillamente, manipular el sistema inmunitario del vacunado para que responda a tal o cual amenaza en particular, en desmedro de su respuesta general al conjunto de todas las amenazas a las que el cuerpo se enfrenta. Nos inoculan el virus de la viruela bovina y quedamos fortalecidos para enfrentar a la viruela humana… pero debilitados para enfrentar al resto de las enfermedades oportunistas. Jugar con el sistema inmunitario sin conocerlo a fondo tiene sus consecuencias y ahora, sida mediante, las estamos pagando. Hemos creado una raza de individuos inmunizada contra tales o cuales enfermedades infecciosas y desinmunizada contra el resto de las enfermedades, muchas de ellas, como el cáncer, bastante más terribles, en cuanto a sufrimiento y tasa de mortalidad, que las enfermedades que la vacuna ha erradicado. El cáncer sube, las enfermedades del sistema inmunitario suben en el occidente desarrollado, y las enfermedades infecciosas descienden al ritmo de los pinchazos; ¿estamos haciendo negocio?
Los sanitaristas vacunófilos fanfarronean afirmando que hoy en día la gente vive muchos más años que otrora, que la expectativa de vida ha subido notablemente gracias, entre otras cosas, a las vacunas. Costa Vercher responde: ¿en qué época han nacido aquellos abuelos que hoy en día llegan a los noventa o a los cien años? Nacieron en la década del 20 y en la del 30, es decir, cuando la vacunación obligatoria todavía no se había implementado con suficiente rigidez. Gozaron de los nuevos beneficios de la sanidad bien entendida (mejoras dietéticas, cloacas, recolección de residuos, redes de agua potable, acceso a la información) y no llegaron a sufrir los perjuicios de la sanidad mal aplicada (vacunas y abuso farmacológico): el cóctel perfecto para una vida sana y prolongada. Esperemos unos treinta o cuarenta años y veremos cómo la expectativa de vida de los gerontes, lo mismo que su calidad de vida, descienden significativamente[1].
Más allá de ser esta una teoría difícilmente comprobable, tenemos este dato último, el pronóstico poco alentador del recule de la esperanza de vida en las urbes occidentales. Si se cumple esta profecía, tal vez, y solo tal vez, los médicos vacunadores caigan en la cuenta de su error y comprendan que manipular a sus antojos máquinas complejas y sutiles como el organismo humano con herramientas tan toscas como las vacunas es algo así como pretender reparar los engranajes de un reloj de pulsera con un destornillador de mecánico de autos y sujetándolo con guantes de boxeo.


[1] Lo sigo a Enrique Costa Vercher desde su libro Vacunas: una reflexión crítica, pp. 113 a 134.

3 comentarios:

  1. Tiene mucha razón el sistema sanitario no vela por la salud sino por el negocio

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  2. Se ha enfermado a mucha gente y ya no podemos hacer gran cosa, la humanidad ha sido engañada. Lo único que podemos hacer es tomar nota y defendernos.

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  3. Demos gracias a Dios si aún estamos sanos y confiemos en que nos de luz para mejorar . Amor para nuestros semejantes y fuerza para defendernos. Sobre todo luz y sabiduría.

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