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jueves, 28 de noviembre de 2019

Los auténticos enemigos de la salud


La concepción militarista que, de Pasteur en adelante, ha tomado la medicina, nos ha llevado a considerar al sistema inmunitario como una especie de ejército que nos defiende de las bacterias y los virus patógenos que pretenden sitiarnos y asesinarnos. La concepción naturista de la higiene física y espiritual lo considera de otra manera: es un ejército… de basureros. El cuerpo se intoxica una y otra vez con lo que le metemos durante el día —no con los virus y con las bacterias, que están ahí dentro desde siempre— y a la noche pasan los recolectores de residuos llevándose toda la porquería para que las calles de nuestra ciudad luzcan limpias y lozanas al día siguiente.
Respecto del papel que juegan los virus y las bacterias en relación a nuestra salud, la alegoría se vuelve más zoológica. Supongamos que voy caminando tranquilamente por la sabana africana, silbando bajito y gozando el paisaje, y me topo con una jauría de hienas, o de perros salvajes, o peor aún, de leones. Por más que los animales se percaten de mi presencia, seguramente no me atacarán, porque no me consideran su presa natural. Ahora supongamos que entro en pánico ante la vista de aquellos mamíferos y no tengo mejor idea que tomar unas piedras y arrojárselas, a modo de defensa, porque supongo que están prestos a devorarme. En este contexto, lo más probable es que los animales, si realmente les acierto con un piedrazo, tomen revancha y se me abalancen (el instinto de venganza no es exclusivo del hombre), y quede yo completamente desahuciado. Los animales africanos representan los virus y las bacterias, yo, caminando por la sabana, represento a mi simbiosis interna, en donde conviven virus, bacterias, células, tejidos y todo lo demás, de manera armoniosa y cooperativa, y los piedrazos representan a las vacunas, los antibióticos y todo lo que nos metemos dentro con el objetivo de eliminar tantos virus y bacterias como nos sea posible. Podría suceder también —las vacunas y los antibióticos suelen ser “efectivos”— que los piedrazos espanten a los leones y a las hienas y estos emprendan una cobarde retirada; ¿diríamos aquí que las piedras me han resultado de gran ayuda? No, porque los animales, antes de la agresión, no querían atacarme, y ahora, pese a que escaparon, no desearán en otra cosa cada vez que me vean, y tendré que dormir para siempre con un ojo abierto y otro cerrado y un puñado de piedras en mis manos, porque al menor descuido, las hienas, que ahora sí me consideran su presa natural, querrán desmembrarme. ¿No sería mejor vivir en paz y en armonía junto con nuestros compañeros de hábitat, que cooperaban con nosotros, y hasta nos auxiliaban en diversas tareas, hasta que tuvimos la poco inteligente idea de alejarnos de una vida natural, de una alimentación natural, de una inmunidad natural, para situarnos en el rol de cazadores y depredadores de microbios? Es mejor tenerlos de amigos y no de enemigos, porque a piedrazos —y eso son los antibióticos para ellos, apenas unos piedrazos— jamás ganaremos la guerra.
Basta de militarismo sanitario: de ahora en adelante, el paradigma médico tiene que apuntar a la cooperación y a la interacción y redescubrir a los verdaderos enemigos: los agentes estresantes y las toxinas, y en especial los toxicoalimentos[1].


[1] Toxicoalimento: alimento que, como su nombre lo indica, alimenta, pero también, generalmente a la larga, intoxica.

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