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sábado, 30 de noviembre de 2019

Los efectos de los medicamentos farmacológicos


Los medicamentos farmacológicos, ¿curan o no curan? Podría decirse que la respuesta a este interrogante no es tan sencilla, no es tan cuestión de blanco o negro, y saldríamos así del atolladero, pero no quedaría yo conforme con una tal retirada[1]. Por fortuna existen profesionales que no le escapan al bulto y que responden a esta pregunta —tal vez la más importante cuando la salud está en juego— de manera categórica y exenta de diplomacia. Como la señora Teresa Morera, exfarmacéutica devenida en impulsora del naturismo, que se despachó de la siguiente manera cuando su entrevistadora le realizó esta misma pregunta que yo, hasta hoy, no podía responderme con claridad:

Los medicamentos no curan: violentan. Porque todos son “anti”, es decir, lo que hacen es interferir en una serie de mecanismos… A ver… Por supuesto los medicamentos le pueden salvar la vida a alguien en un caso extremo. Como alguien vaya a urgencias, por ejemplo, con un yoc anafiláctico, con un ataque de alergia, pues habrá que darle adrenalina, cortisona, y eso violenta su cuerpo, pero salva la vida porque permite que las vías respiratorias no colapsen. O sea: hay intervenciones que son necesarias, pero curar curar, lo que se dice curar, lo único que cura es el propio cuerpo, y lo único que se puede hacer es ayudar a que el propio cuerpo sea el que se cure, dándole lo que le hace falta o quitándole lo que lo está fastidiando. Y siempre, tomando más conciencia. Eso es lo único que se puede decir que cura. Ciertamente, a veces, los medicamentos salvan, como los bomberos en una emergencia. Hay momentos en que hay que dar un antibiótico, hay que dar cortisona, hay que dar algo fuerte, porque si no, el paciente se nos va. Y ese medicamento lo ha salvado. Salvan sí, curan no.

Cuando me aconteció aquel episodio en el que mi ritmo cardiaco se destartaló por completo (véase la entrada del 14/7/10), acudí a la guardia del Hospital Argerich y allí me metieron nitroglicerina en las venas para solucionar la emergencia. Ahora estoy convencido de que aquel episodio no fue otra cosa más que un ataque de pánico (ese mismo día, por la mañana, había recibido un diagnóstico presuntivo —que luego resultaría falso— que hablaba de una “cirrosis biliar primaria”); pero si hubiese sido realmente un preinfarto o algo parecido lo que tenía, la nitroglicerina posiblemente me habría salvado la vida. Y aquí entra lo que dice la señora Morera: los medicamentos farmacológicos, en determinadas circunstancias, pueden salvar, pero lo que jamás pueden hacer es curar. Y con estas palabras queda también salvado y a resguardo el naturismo sanitario bien entendido, que no implica dogmatismos y cerrazones y sí eclecticismos, excepciones y amplitud de criterios.


[1] Tal vez una pregunta más interesante que esa sería si los medicamentos curan más de lo que matan o matan más de lo que curan. Un estudio realizado por investigadores del hospital Johns Hopkins y publicado en la revista médica British Medical Journal el 3/5/16, revela que el error médico es la tercera causa de muerte en los Estados Unidos, solo superada por las enfermedades cardíacas y el cáncer. Los expertos del centro concluyeron que alrededor de 250 mil personas mueren al año en ese país debido a fallas médicas, entre las cuales la de mayor incidencia es el abuso o el yerro farmacológico (https://www.bmj.com/content/353/bmj.i2139).

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