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domingo, 15 de diciembre de 2019

De Quincey, el insoportable

Ann fue el amor de su vida, pero esto no le impidió casarse, en 1817, con Margaret Simpson, la hija de un granjero con la que ya había tenido un hijo y con la que luego tendría otros siete. El matrimonio, al parecer, no resultó demasiado sencillo para Margaret, pues en 1830 intentó suicidarse. Los motivos de esta decisión los explica el señor Fernando Báez:

Esposa de un hombre genial, solo tenía que soportar para ser feliz el opio del marido, sus delirios nocturnos, su insolvencia, su abulia y uno que otro detalle que no viene al caso comentar porque son pequeñeces, como las infidelidades, las excusas, las extrañas fugas, el exceso de horas dedicadas a la lectura y las innumerables horas dedicadas a la escritura, etc. (“Thomas De Quincey: El crimen como hecho estético”, conferencia dictada en el 2001, disponible en internet).

¿Seré yo tan trastornador para Javier como lo era De Quincey para su mujer? Tal vez las rabietas de mi pareja estén levemente justificadas después de todo.

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