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domingo, 22 de diciembre de 2019

Las mujeres-niñas, las preferidas de los poetas



… Una esposa como Virginia… ¡el eterno ideal de los poetas! Ni mujer, ni niña. Una ondina; una imaginería de amapolas.
Abelardo Castillo, Israfel

Poe se casó con su prima Virginia Clem en mayo de 1836. Ella tenía trece años y él veintisiete. Muchos considerarán este tipo de aventuras románticas como una degeneración del verdadero amor, como una depravación. No es mi caso. Yo creo que el amor de un hombre hecho y derecho hacia una mujer-niña es el amor virtuoso por excelencia. Es tan puro como cualquier otro amor más “razonable” en el que las edades no difieren tanto, pero posee ventajas inestimables por sobre estos:

La mayoría de los hombres no comprende --y solo algunos artistas han abarcado este hecho en toda su importancia-- que el verdadero desarrollo de la mujer, su verdadero florecer, está entre los doce y los veinte años. Estos ocho años son el mayo de su vida; lo que viene luego es verano, otoño e invierno. En su mes de mayo, la mujer es mitad ángel, mitad ser humano. No ha echado plumas todavía y no se sabe en qué día se despierta y, bajo las caricias del amado, se convierte de niña en mujer. [...] Risa infantil se mezcla a la sobria exigencia, ingenua sorpresa a la entrega. Solo en este período está dispuesta a creer en todos los sueños; solo en este período el poeta puede tentarla por castillos ideales de cristal, por reino futuros, resplandecientes como un cuento. Diez años más tarde habrá una mueca irónica alrededor de su boca, cuando el poeta llegue a casa con la afirmación de que el gran triunfo soñado se realizará dentro de pocas semanas. Ya ha perdido la fe. [...] Solamente en la edad virginal puede el poeta formar a la mujer según sus ensueños, hacerla creación propia como su obra. Después de los veinte años la pizarra ha sido cubierta de escritura, la mujer ha desarrollado su personalidad: comienza el difícil problema de la adaptación mutua, de la voluntaria renuncia a inclinaciones y particularidades, y hasta el hecho de que uno de los cónyugues está acostumbrado a dormir con la ventana abierta y el otro con la ventana cerrada puede llevar a graves conflictos matrimoniales. Se debería tratar de no considerar como privados de toda razón a los poetas que prefieren a la mujer la mujer-niña (Lee van Dovski, La erótica de los genios, pp. 138-9).

Yo siempre me he sentido atraído por las mujeres-niñas, las cuales despiertan mi amor y mi lascivia de un modo mucho más intenso que las mujeres hechas y derechas. ¿Seré un depravado o seré un poeta? Creo que un poco de ambas cosas.

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