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lunes, 27 de abril de 2020

Heidegger y los protocolos de los sabios de Sion


El enjudiamiento de nuestra cultura y de nuestras universidades es sin duda espantoso, y creo que la raza alemana debería procurarse aún otro tanto de fuerza interior para llegar a la cima. ¡De lo contrario, el Capital!
Martin Heidegger, “¡Alma mía!” Cartas de Martin Heidegger a su mujer Elfride (1915-1970)

Los protocolos de los sabios de Sion, el opúsculo antisemita de origen ruso que data de principios del siglo XX, habla de una supuesta conspiración mundial de los judíos para apoderarse del mundo. Muchos creyeron que el documento era verdadero, lo mismo que la conspiración, entre ellos Heidegger.
En mayo de 1933, el recién asumido rector de la Universidad de Friburgo estuvo en Heidelberg, donde, ante los estudiantes, no dudó en pronunciar una encendida arenga a favor del proyecto de los nazis para la universidad. Con el ceño fruncido y las manos en los bolsillos, Karl Jaspers escuchaba desde la primera fila. Más tarde, en casa de Jaspers, este intentó cuestionar la posición de su amigo, argumentando que Heidegger no podía estar de acuerdo con los nazis respecto de sus actitudes para con los judíos. “Hablé con él —cuenta Jaspers— acerca de la cuestión judía, acerca del malvado sinsentido de los sabios de Sion, a lo cual él dijo: «Hay, sin embargo, una peligrosa alianza internacional judía»” (Karl Jaspers, Autobiografía filosófica, p. 86). A Karl Löwith le confirma que su filosofía guarda una estrecha relación con el nacionalsocialismo, mientras que a Karl Jaspers le asegura que existe una conspiración mundial judía: quien pretenda seguir absorbiendo a Heidegger y nutriéndose con su lectura, aténgase a las consecuencias[1].


[1] Luego de aquel desagradable reencuentro de 1933, Heidegger y Jaspers continuaron “intercambiando libros y notas hasta 1937, cuando Jaspers fue separado de su cargo y se vio limitado a la terrorífica realidad de sobrevivir, hasta el fin de la guerra, en su calidad de antinazi casado con una mujer judía e impedidos ambos de abandonar el país. Tanto Jaspers como su mujer llevaban siempre consigo cápsulas de veneno, por si acaso” (Mark Lilla, Pensadores Temerarios, p. 25).


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