Un buen día para escribir algunos comentarios
críticos relacionados con las medidas económicas que viene llevando a cabo el actual
gobierno argentino, encabezado por Javier Milei. En resumidas cuentas, es más
de lo mismo, o como decimos en el barrio, es la misma mierda con distinto olor.
Es verdad que le están dando mucha más importancia al déficit fiscal que los
anteriores gobiernos, que despilfarraban el peso argentino para subvencionar
cualquier cosa y afirmaban —la señora Marcó del Pont lo
dijo textualmente— que la inflación no está relacionada con la emisión
descontrolada de dinero; pero esta idea del ajuste y del cuidado de las arcas
públicas no sirve de nada si aplicamos una política de dólar barato, la misma
que aplicaran Cristina Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández, con los
resultados por todos conocidos. El dólar barato impide que la gente que tiene
ahorros en dólares por fuera del sistema los vuelque al mismo, generando
empleo, producción y consumo. Antes no se conocía la cifra exacta de dólares
que los argentinos guardan por fuera del sistema, pero ahora es el propio Indec
(el instituto de estadísticas nacionales) quien nos la suministra:
Pese a los cambios políticos y económicos de los últimos
años, el comportamiento de los argentinos en relación con el ahorro en moneda
extranjera sigue exhibiendo una notable resistencia al cambio. Según datos
oficiales del Indec, al cierre del primer trimestre de 2025, los argentinos
conservaban USD 245.687
millones en billetes fuera del sistema financiero o, como suele mencionarse popularmente,
“debajo del colchón” (https://www.infobae.com/economia/2025/06/26/cuantos-dolares-tienen-los-argentinos-debajo-del-colchon-por-fuera-del-sistema-financiero/).
La única manera de que esta gente vuelque los dólares
hacia dentro de la economía oficial argentina, es devaluando, y devaluando
estrepitosamente. ¿Que esto generaría un caos económico y un fuerte incremento
de la inflación? Posiblemente, pero estas anomalías se darían en el corto plazo,
para luego estabilizarse la situación y comenzar el crecimiento. Cuando el
presidente Duhalde, en el 2002, devaluó el dólar y lo llevó de $ 1 a $ 4,50 de
un saque, hubo recesión, inflación y caos financiero en un principio, pero
después vinieron varios años de crecimiento ininterrumpido. Es, perdóneseme la
vulgar analogía, como cuando uno, estando en la parada del colectivo, intenta
contener una diarrea que pugna por ganar el exterior. La diarrea es el dólar
que intenta escaparse, mientras que el malestar que sentimos al contenerla es equivalente
a la brutal recesión económica que padecen hoy los argentinos. Si el esfínter
al fin claudica y la marea líquida termina en los pantalones, se desatará una crisis
sicológica en el desdichado, cubierto hasta el copete de vergüenza y siendo
señalado por quienes se percataron del incidente; pero luego, finalizado este ingrato
proceso, sentirá un gran alivio por no tener que tolerar ya los embates de la
sustancia. La crisis sicológica del hombre cagado, en esta analogía, representa
los instantes posteriores a la devaluación, pletóricos de crisis e
incertidumbres, que pueden durar meses e incluso un año completo, y el gran
alivio que se siente luego de la evacuación es equiparable al alivio que
sentirá la economía argentina luego de que la megadevaluación, y la crisis que
conllevará, se concreten.
Si se les pregunta a los
argentinos que ya cuentan con algunos años por la mejor época económica que transitó
el país, casi todos responderán mencionando los años que van desde el 2003 al
2008, y esta bonanza se dio porque el dólar estaba por las nubes y las
inversiones nos llovían por todas partes. Ahora dicen que las inversiones no
llegan porque hay que hacer una reforma laboral, una reforma impositiva, una
reforma jubilatoria… ¡Patrañas! Las inversiones no llegan porque el dólar está
regalado y todos están esperando que aumente para que su plata rinda. En
cuestión de economía, el patriotismo queda de lado y nadie regala nada.
Pero si yo, que soy un completo
ignaro en el asunto, percibo la raíz del problema y comprendo la manera de
solucionarlo, ¿cómo puede ser que los actuales gobernantes, que dicen ser
expertos en economía, no la vean? Tengo para mí que no es que sean tarados,
sino codiciosos. Estas gentes ganan fabulosas sumas de dinero, pero las ganan
en pesos, y esas millonadas les rinden mucho más si cuando las cambian a
dólares, la moneda estadounidense continúa con el precio pisado. Se enriquecen
ellos y el país se empobrece: esa es la verdadera razón de por qué no aceptan
devaluar nuestra moneda.
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