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domingo, 30 de septiembre de 2012

Prensa y capitalismo, bajo la mirada de Bertrand Russell


La prensa es uno de los grandes factores que los hombres que critican al capitalismo indican cuando quien probar que el capitalismo es el origen de las guerras modernas. En vista de que la administración de un gran periódico necesita un gran capital, los propietarios de los órganos importantes forzosamente pertenecen a la clase capitalista, y sería raro y excepcional suceso que no simpatizasen con su propia clase en las ideas y en la manera de ver las cosas. Ellos pueden determinar las noticias que deben tener la gran multitud de lectores de periódicos; pueden realmente falsificar las noticias, o, sin ir tan lejos, escogerlas cuidadosamente, dando aquellos párrafos que puedan fomentar las pasiones que a ellos les conviene estimular, y suprimiéndolas cuando sea necesario recetar un antídoto. De este modo el concepto del mundo en la imaginación del lector medio de periódicos es falseado, por ser lo que conviene a los intereses del capitalista. Esto es cierto en muchos sentidos; pero sobre todo en cuanto se refiere a las relaciones entre las naciones. A la mayoría del pueblo de un país puede hacérsele amar u odiar cualquier otro país, según el deseo de los propietarios de los periódicos, que están muchas veces influidos, directa o indirectamente, por el deseo de los grandes financieros. [...] La mayoría de los hombres no son lo suficientemente sagaces para estar alerta contra las influencias de la prensa, y mientras sigan sin tener un sentido crítico, el poder de la prensa continuará siendo muy grande.
Bertrand Russell, Los caminos de la libertad, pp. 158-9

Llegará el día en que podamos pensar por nosotros mismos, evitando intermediarios. Mientras tanto, ya que necesitamos de ellos, busquémoslos en donde las probabilidades de que quieran engañarnos sean menores. Editar un libro no requiere necesariamente de un gran capital, lo que sí es necesario para la edición de un periódico; por lo tanto, los libros no necesariamente nos engañarán haciéndonos creer que en el capitalismo está la base de toda civilización decente. La conclusión es categórica: Mientras no tengamos poder de razonamiento crítico, evitemos los diarios y acerquémonos a los libros. Esto, además, nos procurará una ventaja adicional: el perfeccionamiento de nuestros conocimientos perennes. Los diarios se ocupan estrictamente de lo temporal, de lo presente, de lo que mañana olvidaremos porque no nos interesará en lo más mínimo (como el suicidio del empresario Alfredo Yabrán, asunto tan "esencial" a nuestra existencia que el diario Clarín, en su edición del 21/5/98, le dedicó ¡treinta y dos páginas!, y aún se sigue hablando de ese "importante asunto" en todo medio informativo noticioso con el que uno infortunadamente se topa. Digo yo, a quien esté leyendo esto, transcurridos ya unos años de la muerte de este tipo, ¿le interesa en algo ese acontecimiento?); los libros, o mejor dicho los libros buenos, a diferencia de los diarios, nos instruyen acerca de temas que no pasarán de moda, siendo así que la lectura de La República de Platón, libro escrito hace más de dos mil años, nos conmueve e interesa tanto como El miedo a la libertad, de Fromm, escrito hace sólo unos decenios, y esto por dar los dos primeros ejemplos que me vienen a la mente. En resumen, considero inmoral no tanto la lectura de periódicos como sí el malgastar nuestro dinero comprándolos. Los cuarenta o cincuenta dólares que una familia gasta por mes en la compra de diarios y en la intoxicación de su razonamiento alimentaría ya no la inercia mental, sino el estómago de por lo menos otra familia completa a la que el capitalismo que fomenta la prensa le impide comer diariamente. (Y ni que hablar del tema de la deforestación. Por más que el papel prensa sea mayormente papel reciclado, la incidencia de las infinitas y voluminosas tiradas diarias sobre el ecosistema mundial es escalofriante. Se me dirá que para editar libros también hay que tirar árboles, a lo que responderé que sí, pero compárese la cantidad de papel utilizado en la edición de un libro --que no se edita todos los días, ni todos los meses-- con la que requiere la edición de un diario y se tendrá una noción cabal de que el verdadero crimen a la naturaleza viene de la prensa noticiosa y no de las editoriales. Reciclar la conducta de los empresarios de la prensa, y no el papel que utilizan, es lo que realmente importa.) Y para quienes vean pasar las horas de un modo triste y aburrido sin su tabloide, mi recomendación no es que compren un libro, sino que concurran a una biblioteca; de este modo no contribuirán al derribe indiscriminado de árboles ni tampoco al acrecentamiento de la fortuna personal de algún editor inescrupuloso, además de, a modo de yapa, instruirse atemporalmente y aespacialmente, es decir, poblar sus pensadoras de conocimientos que carezcan de límites geográficos e históricos, que son los únicos conocimientos que pueden hacernos mejorar en algún sentido.

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