Páginas

martes, 4 de diciembre de 2012

¿Fue Voltaire un mal bicho?


Las consideraciones finales de este análisis de la literatura, el pensamiento y la personalidad de Voltaire quedan en manos del escritor de este gran libro, libro que me ha servido de acicate para confirmar algunas ideas preconcebidas relacionadas con este digno representante del pensamiento libre:

Si, habiendo llegado al final de nuestro viaje, echamos una mirada retrospectiva y recapituladora a la vida de Voltaire, vemos [...] que queda en nuestras manos un considerable resto mortal de su carácter, una especie de precipitado terrenal de su espíritu, del que podemos decir con los ángeles de la segunda parte del Fausto que "es impuro". Y no porque encontremos en él, como acontece hasta con los más nobles de los hombres, ciertos defectos achacables a las flaquezas de la naturaleza humana. No; en Voltaire encontramos, además de flaquezas, maldades, y estas manchas, lejos de desaparecer bajo el brillo de sus méritos y virtudes, contrastan vivamente con éstos, y unos y otras, juntos, envuelven su personalidad en una luz desigual y extraña (David Strauss, Voltaire, p. 256).

Esta es la conclusión a la que llega Strauss: Voltaire era un tipo malo, una de esas personas en las que no conviene confiar:

En uno de los diálogos de Platón dice Sócrates que, examinándose por dentro, no sabe si es una bestia más ladina y turbulenta que Tifón o un ser manso y sencillo que participa de la naturaleza divina y pura. Respecto a Voltaire, el juicio no es, desgraciadamente, dudoso: tiene mucho más de lo primero que de lo segundo; aquella parte de la naturaleza divina que le tocó en suerte se pierde en él entre la maraña tifónica y demoníaca (ibíd., pp. 257-8).

Escribía como los dioses... y se comportaba como los demonios; ése parece ser el veredicto de su biógrafo. Y estos vicios, estos defectos de carácter que Voltaire poseía, no le permitieron llegar a esa felicidad duradera que todos anhelamos:

Voltaire fue la primera víctima de su vanidad, de su espíritu vengativo, de su codicia. Estos vicios rara vez le dejaban disfrutar plena y jubilosamente de su fuerza, de sus virtudes, de su valer; sacrificó penosamente la mayor parte de su vida a fines secundarios y completamente indignos de él. Como todos nosotros, sólo fue feliz cuando supo ser bueno (ibíd., p. 259).

"Sólo fue feliz cuando supo ser bueno"; sería importante memorizar estas palabras en estos tiempos en que la mayoría supone que el criminal es digno de envidia, que los hombres malos son siempre más dichosos que la gente honrada. ¡Sólo los hombres buenos son felices! Voltaire fue un buen escritor, pero no fue ni buen pensador ni buena persona, y cada vez estoy más cierto de que no fue un buen pensador porque no fue una buena persona, que no se puede pensar con dignidad, con altura, en comunión con los ángeles y las estrellas, si tenemos la cabeza puesta y apostada para las cosas del mundo terreno, para las cosas superfluas, para las mezquindades y las fruslerías. Voltaire --digámoslo con todas las letras-- no pensó bien porque no amó bien. Bien dije alguna vez que las piedras, si están impedidas de acceder a las grandes verdades universales, no es porque carezcan de vida o de inteligencia, sino porque no son buenas, porque no aman a nadie. Y Voltaire, en este asunto, que es el asunto primordial de la vida humana, da toda la sensación de que se comportó como una piedra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario