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martes, 17 de junio de 2014

¿La gloria o la virtud?

"Soy viejo", dice Tolstoi ¡cuando apenas cuenta con 23 años! Pero continúo, que lo más interesante viene ahora:

Soy viejo, el tiempo del desarrollo ya pasó o está pasando; sin embargo a mí me sigue atormentando la sed... no de gloria, no quiero la gloria, la desprecio, sino de ejercer una gran influencia para la felicidad y el bienestar de los hombres (Diarios, 29/3/1852).


"No quiero la gloria, la desprecio", dice Tolstoi cuando es un perfecto ignoto. Pero dos años después, cuando la fama golpea a su puerta y su apellido es ya reconocido en el ámbito literario ruso, escribe: "Soy tan ambicioso, y este sentimiento ha sido tan poco satisfecho, que con frecuencia temo que si tuviera que elegir entre la gloria y la virtud elegiría la primera" (7/7/1854). Primero, cuando no posee ni la virtud ni la gloria, elige ir en busca de la virtud; pero luego, ni bien la gloria le muestra una pequeña porción de su corpulencia, se aferra a ella con tal ímpetu que parece olvidarse de su gran aspiración al perfeccionamiento ético. ¿Me sucedería lo mismo a mí en el caso de que la gloria golpease a mi puerta con anterioridad a mi sepelio? Seguramente sí; entonces prefiero seguir siendo un ente anónimo[1].


[1] La esposa de Tolstoi confirma este defecto de su marido: "El origen de todos sus actos es la vanidad, el apetito de fama y el deseo de que la gente hable de él sin parar. Nadie me va a convencer de lo contrario" (Sofía Tolstoi, Diarios (1862-1919), 19/9/1891).

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