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lunes, 14 de diciembre de 2015

Literato pobre, literato rico

Preguntábanle a Julio Camba — famoso periodista español de la primera mitad del siglo xx — por qué, en determinado momento, había dejado de escribir y desaparecido de las redacciones, si tenía tanto dinero como para darse el lujo de evitar el trabajo literario por diez meses sin que su economía se resintiera, a lo que Camba respondió:

En general, mis compañeros suponen que no escribo porque tengo mucho dinero, y yo quisiera salir al paso de esta hipótesis al reanudar mis tareas de escritor […]. No, queridos compañeros. Si yo me he pasado diez meses sin escribir, no ha sido porque la Fortuna me haya hecho objeto de su predilección, sino, al revés, porque, no habiéndose dignado acordarme sus favores, yo no podía invertir mi tiempo en una ocupación tan ruinosa como la de cultivar las letras. Para cultivar las letras yo creo que hace falta tener tanto dinero como para cultivar el yachting o para coleccionar cuadros antiguos […]. La literatura no debe producir, sino costar. Debe ser un entretenimiento de ricos, y yo no abandono la esperanza de poder muy pronto, en unión de ustedes, dedicarme enteramente a ella (“Hace diez meses”, artículo publicado en el diario El Sol el 16/9/1925, incluido en el compendio titulado Maneras de ser periodista).

Me gustaría no coincidir con este punto de vista. No con eso de que la literatura no debe producir sino costar, porque siempre me pareció correcta esa postura, sino con lo que viene después, con lo de que para poder escribir a pata suelta es necesario disponer de un colchón de morlacos; pero la realidad es que poco a poco me voy olvidando de mi época de escritor pobre y ya voy necesitando, imperativamente, tornarme rico para volver a escribir con fluidez y gallardía.
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