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lunes, 30 de mayo de 2016

Camba de a trocitos

Pero para disfrutar plenamente a Julio Camba hay que leerlo pausado, no más de dos o tres artículos por semana, que es el mismo período que él utilizaba para escribirlos. De otro modo uno se satura y su literatura no aprovecha del todo. Alguien escribió cierta vez respecto de mi diario que conviene leerlo de a poco:

La literatura del señor Cornelio es algo así como un enorme plasma condensado, como un coágulo; se asimila mejor de a trocitos, las jornadas de lectura maratónica no le hacen justicia y empalagan agriamente al lector. Siguiendo este consejo se podrán evitar numerosos malentendidos y se les sacarán a estas páginas buena parte del jugo que contienen.

Yo digo ahora lo mismo respecto de los artículos de Camba.

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domingo, 29 de mayo de 2016

Julio Camba, el escritor que odiaba escribir

¿Se puede ser el mejor, o, para no entrar a polemizar, uno de los mejores ensayistas en lengua española del siglo XX y, a la vez, odiar el oficio de escritor? Sí, se puede: Julio Camba es la prueba. Cuando quiso explicar cómo hacía para escribir tan en continuado, tan en serie sus artículos, sin aguardar la visita de musa ninguna, comparó el arte de la escritura —al menos en su caso-- con una evacuación intestinal: 

Yo me encierro por las tardes en un cuarto con un poco de papel, como para hacer otra cosa pudiera encerrarme en otro cuarto con otro poco de papel. Allí comienzo a hacer esfuerzos y el artículo sale. Unas veces sale fácil, fluido, abundante; otras sale duro, difícil y escaso, pero siempre sale (“Cómo escribo los artículos”, incluido en el compendio Londres, pp. 151-2).


La literatura le brotaba como le brotaban los soretes. Esto desacraliza todo su trabajo, al tiempo que nos brinda una clara metáfora de lo que opinaba de sus propios escritos. Su opinión era falsa, por supuesto; y él, creo yo, en el fondo sabía que muchos de sus artículos eran valiosos. Pero lo que sí es verdad es que no le gustaba escribir, y tal vez se sintiera más a gusto sentado en el inodoro y haciendo fuerza que no sentado en una silla y con la pluma en la mano. "¿Qué aspiración tiene usted?", le preguntaron en una ocasión. "Ninguna. No tener que escribir". ¿Y cómo puede ser que haya escrito tan bien una persona que odiaba escribir? No lo sé. A mí me gusta escribir, y cuando no me siento con deseos de escribir, simplemente no escribo. Claro que si me garantizan que en esos momentos en que no deseo escribir voy a manejar el idioma de manera magistral como lo manejaba casi siempre Julio Camba, tal vez haga una excepción y escriba a desgano. La vanidad todo lo puede. 

sábado, 28 de mayo de 2016

La compasión, el motor de la ética

La mejora de las condiciones sociales de un pueblo, ¿a quién debemos agradecérsela? ¿A los más desfavorecidos por esas condiciones retrógradas o, por el contrario, a quienes, no estando directamente involucrados en la cuestión, sienten compasión por los más perjudicados y luchan desde afuera para modificar leyes, tradiciones y estilos de vida impropios de una sociedad civilizada? Yo entiendo que los mayores avances en este sentido se los debemos al segundo grupo y no tanto el primero, y Julio Camba también:

Contra la teoría marxista de que la emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos, se ha presentado frecuentemente el argumento de los negros. Los negros, en efecto, abandonados a sus propias fuerzas, seguirían siendo negros todavía, y no solo cromática, sino también, en gran parte, económicamente. Todo el ruido que la causa de los negros metió en el mundo, todo aquel estrépito filantrópico [...] estaba concertado por blancos. Los blancos trabajaron como negros para que los negros pudiesen vivir como los blancos (Sobre casi todo, pp. 46-7).


Y es que a los negros, en el caso de la abolición de la esclavitud, o a los proletarios, en el caso de las peticiones por la jornada laboral de ocho horas, las vacaciones pagas o un salario que alcance para el techo y la comida, los movía, más que nada, el odio al amo y el odio al patrón, mientras que a los blancos y a los no proletarios que coadyuvaron a erradicar la esclavitud y a establecer regímenes laborales que minimicen la explotación del hombre por el hombre, los movía más que nada el amor y la compasión que sentían hacia los negros esclavizados y hacia los proletarios explotados. Y como la compasión es el motor principal que empuja a las sociedades hacia una mejor organización, debemos a estos individuos compasivos, en mucha mayor medida que a los negros y a los proletarios, el avance de las normas morales que van haciendo, bien que poco a poco, de este planeta un lugar mucho más digno de ser habitado.

viernes, 27 de mayo de 2016

El negocio de la timba y la excusa de la beneficencia

Esto que pasa hoy en día en la Argentina, y que creo pasa en el Occidente todo, esto de promover la industria del juego con la excusa de que el juego aporta un buen dinero al fisco y a través del fisco a los indigentes, es algo tan viejo como Julio Camba:

Un día se trató de suprimir el juego que, desde hacía algunos años, había adquirido entre nosotros proporciones monstruosas, y el presidente de la Asociación Matritense de Caridad se dirigió al Gobierno con la pregunta consabida:
--¿Y nuestros pobres?
No es que los pobres ganen a la ruleta o al treinta y cuarenta [...]. No. Es que, a fin de justificar la concesión de permisos para jugar, cada empresario contribuía a la Beneficencia municipal con una pequeña cuota. Así se reunían en Madrid unos cuantos miles de pesetas al mes y se repartían unos cuantos platos de sopa al día. [...]
El argumento convenció a todos los croupiers, [...] a todos los matones de garito, a todos los jugadores profesionales y a todos sus intermediarios, personas en quienes consuela ver brotar de pronto un tan grande amor al prójimo. Y, verdaderamente, si se plantea en tales términos la cuestión del juego, ¿quién se atreverá a defender el cierre de los tugurios? Al contrario. O uno se siente enteramente desprovisto de caridad cristiana, o debe en el acto empeñar su reloj y distribuir sobre el tablero de la ruleta, entre cuatro o cinco números, las cuatro o cinco monedas que le hayan dado por él. ¿Que hay muchos pobres en Madrid? ¡Pues a ver si se repite el diecisiete! (Julio Camba, Sobre casi todo, pp. 35-6).


El problema radica --concluye Camba-- en que "con este procedimiento, los pobres aumentarán en vez de disminuir; pero ¿quién ha dicho que se trate de acabar con los pobres?". Eso está muy claro: hay ciertos Estados, como el Estado argentino por ejemplo, que, en contubernio con los capos del juego, fomentan la pobreza, pues es sabido que los pobres son los que más juegan, y todas sus políticas de promoción y expansión de las loterías, bingos, casinos y tragamonedas, lejos de favorecer la cohesión social, la destruyen, favoreciendo solo la cohesión económica de Cristóbal López y asociados y de quienes viven de las migajas que Cristóbal López esparce a su paso.

jueves, 26 de mayo de 2016

El mejor remedio contra la obesidad femenina

La mujer moderna que pretende adelgazar no debe enfrascarse en la búsqueda de un medicamento sintético, una hierba natural o un violento ejercicio que la lleve a su peso ideal; todo lo que necesita

es una idea y nada más que una idea: la idea de la emancipación femenina. En cuanto esta idea tan sencilla entra en la cabeza de una muchacha, ríase usted de la tiroidina y demás productos contra la obesidad. Esta idea disuelve las grasas que es un primor, y la muchacha que se la asimila comienza, acto continuo, a perder carnes y a conquistar derechos (Julio Camba, Sobre casi todo, p. 20).


Bendita idea, que nos ha hecho olvidar el extraño paradigma de la mujer gorda como modelo de belleza que imperó allá por el siglo XVI y que nos adorna las calles con ejemplares casi perfectos en su constitución física, y eso es todo lo que se necesita para deleitarse, puesto que la perfección intelectual, lejos de sumar, estorbaría a los efectos de este tipo de contemplaciones.

miércoles, 25 de mayo de 2016

El perro, policía por vocación y naturaleza

Se dice que hay perros policías, en vez de gatos policías o canarios policías, porque el perro es un animal muy inteligente. Julio Camba niega esta hipótesis y argumenta que si el perro es un animal muy apropiado para meterse a policía es por otras aptitudes suyas y no por su inteligencia:

Yo no creo que para hacerse policía necesite el perro una inteligencia extraordinaria. Ni una inteligencia extraordinaria, ni tampoco un gran olfato. En cambio, ese odio feroz al hombre mal vestido que caracteriza al perro, y esa tendencia a tomar por un terrible anarquista al honrado menestral que aparece con sus trebejos al hombro, [...] podrán serles muy útiles en la carrera. Los perros policías empezarán dando dentelladas a todo personaje extraño, con aspecto de pobre, de sabio o de extranjero que se encuentren en la calle, y esto les hará ascender rapidísimamente (Sobre casi todo, p. 96).


Yo he comprobado empíricamente que la mayoría de los perros sienten rechazo por las personas desarrapadas y de aspecto anarquistoide, y también por los tullidos y por los discapacitados en general. Mi perra Coca, por ejemplo, siente una particular inquina por un ciego que pasa frecuentemente por el taller vendiendo cosméticos; no puede parar de ladrarle apenas percibe su presencia. La palabra discriminación está grabada a fuego en la conciencia instintiva de estos mamíferos y es por eso que las fuerzas policiales de todo el mundo solicitan sus servicios.