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lunes, 29 de agosto de 2016

Intuición y conocimiento según Carnap

“Las intuiciones irracionales —dice Carnap— no pueden ser llamadas «conocimiento»”, a menos que tengan “la forma de proposiciones cuya verdad o falsedad se pueda decidir” (La construcción lógica del mundo, parág. 181). Las intuiciones intelectuales que yo postulo, y que son irracionales en el sentido de que no es mi razón la que me las indica, tienen forma de proposiciones y su verdad o falsedad se puede decidir. No por medio de la experiencia, pero yo puedo decidir si tal proposición metafísica es verdadera o falsa de acuerdo a otros considerandos. No estoy libre del yerro, puedo suponer que tal proposición metafísica es verdadera cuando en realidad es falsa y viceversa, pero eso no me inhabilita para considerar esta búsqueda como un intento de conocimiento. Errar es humano, y los científicos, intentando conocer (en el sentido ortodoxo del término), también yerran, a pesar de que sus proposiciones son empíricamente contrastables.

lunes, 22 de agosto de 2016

Carnap y los cuentos de hadas

Para ser un lógico, Rodolfito Carnap ha resultado bastante contradictorio. Hemos dicho ayer que, según él, los cuentos de hadas, aunque sean falsos, tienen pleno sentido; pero hete aquí que ahora, y tan solo un párrafo más abajo, sostiene que todo lo que se nos dice y que no podemos verificar, “nosotros tampoco lo podremos comprender”. Equipara lo comprobable con lo comprensible, y esto es incomprensible. Porque si se consiente, como todos hemos consentido, que las proposiciones metafísicas son incontrastables, entonces tendríamos que aceptar junto con Carnap que “no puede haber proposiciones metafísicas plenas de sentido”. Los cuentos de hadas “tienen pleno sentido” y la proposición que indica que Dios existe no. Los cuentos de hadas son falsos; la proposición de la existencia de Dios no llega ni siquiera a eso. Pero uno se pregunta, ¿a cuento de qué viene esa discriminación en favor de los cuentos de hadas siendo que las hadas, lo mismo que los dioses, no pueden verificarse? “El sentido de una proposición —sostiene— descansa en el método de su verificación. Una proposición afirma solamente todo lo que resulta verificable con respecto a ella”. Pero ¿cómo verificamos las proposiciones que aparecen dentro de un cuento de hadas? Imposible hacerlo; ¿y entonces por qué insiste en que los cuentos de hadas tienen pleno sentido? Si lo tienen, entonces también lo tienen las proposiciones metafísicas, que son tan incomprobables como la existencia de las hadas.

Se me dirá que los cuentos de hadas no tiene la pretensión de ser verdaderos mientras que los juicios metafísicos sí, y en ello radica la diferencia. Pero ¿quién dice que todos dan por sentado que los cuentos de hadas constituyen una mentira? Muchos niños los escuchan y los toman por completamente verídicos. Y ¿no estamos nosotros, los adultos escuchadores de cuentos metafísicos, en la misma situación gnoseológica que los niños que esperan la llegada de los reyes magos? Los reyes magos, supuestamente, no existen, pero no constituye un sinsentido el hecho de aguardar su llegada. Tal vez Dios tampoco exista, pero mientras no estemos seguros de ello no hay sinsentido alguno en esperarlo, en desearlo y en establecer hipótesis de trabajo que lo incluyan. Sed como los niños, decía Jesús. En la inocencia está la salvación. La salvación de las almas, pero también la salvación de nuestro aparato cognitivo. Gente como Carnap pretende, so pretextos de limpieza, cercenarlo, circuncidarlo. Nosotros preferimos conservarlo entero, por más que a veces no huela tan bien como el aparato de los positivistas.

domingo, 21 de agosto de 2016

Carnap y la impostura de algunos diz que metafísicos

En 1932, cuatro años después de su ensayo sobre La construcción lógica del mundo, escribió Carnap un artículo titulado "La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje" (incluido en El positivismo lógico, de Alfred Ayer). En dicho artículo se puede leer lo siguiente: "En el campo de la metafísica (incluyendo la filosofía de los valores y la ciencia normativa), el análisis lógico ha conducido al resultado negativo de que las pretendidas proposiciones de dicho campo son totalmente carentes de sentido". La crítica de Carnap apunta sus cañones directamente hacia la metafísica de Heidegger (su obra cumbre, El ser y el tiempo, había sido publicada en 1927) y también al sistema de Hegel. Cita, para ilustrar su tesis, un párrafo de Heidegger:

La nada es la negación de la totalidad de lo ente, lo absolutamente no-ente. Pero de este modo, ponemos a la nada bajo la determinación superior de lo negativo, esto es de lo que tiene carácter de no y, con ello, según parece, de lo negado. Ahora bien, según la doctrina dominante y nunca cuestionada de la «lógica», la negación es una acción específica del entendimiento. Entonces, al plantearnos la pregunta por la nada e incluso la pregunta por su cuestionabilidad, ¿cómo podemos pretender despedir al entendimiento? ¿Pero es tan seguro lo que estamos presuponiendo? ¿Representa el no, la negatividad, y con ella la negación, la superior determinación bajo la cual cae la nada como un modo particular de lo negado? ¿Sólo hay la nada porque hay el no, es decir, la negación? ¿O es más bien al contrario? ¿Sólo hay la negación y el no porque hay la nada? Todo esto no está decidido, ni siquiera ha alcanzado todavía la dignidad de pregunta expresa. Pero nosotros afirmamos que la nada es más originaria que el no y la negación (¿Qué es la metafísica?, 1929, pp. 4-5).

Vale también incluir aquí un aserto de Hegel: "El puro ser y la pura nada son lo mismo" (Ciencia de la lógica, libro I), que el mismo Heidegger encomia:

Esta frase de Hegel tiene toda legitimidad. Ser y nada se pertenecen mutuamente, pero no porque desde el punto de vista del concepto hegeliano del pensar coincidan los dos en su indeterminación e inmediatez, sino porque el propio ser es finito en su esencia y sólo se manifiesta en la trascendencia de ese Dasein que se mantiene fuera, que se arroja a la nada (ibíd., p. 12).

Ante semejantes dislates es lógico, es súperlogico, que Carnap rebaje a la metafísica y la considere inferior incluso a los cuentos de hadas y a los mitos:

Las proposiciones de los cuentos de hadas no entran en conflicto con la lógica sino solo con la experiencia; tienen pleno sentido aunque sean falsas. La metafísica no es tampoco una "superstición"; es perfectamente posible creer tanto en proposiciones verdaderas como en proposiciones falsas, pero no es posible creer en secuencias de palabras carentes de sentido.

¡Completamente de acuerdo! En lo que no estoy de acuerdo es en considerar a Hegel y a Heidegger como grandes metafísicos cuando no fueron sino grandes embaucadores. Todas esas frases pomposas, oscuras, abstractas, todas esas flatus vocis a que nos acostumbraron estos "pensadores" y sus acólitos han desprestigiado a la metafísica ante los ojos de quienes de metafísica nada conocen, como los positivistas lógicos por ejemplo, pero la han dejado incólume ante quienes han descubierto a tiempo la impostura.

Por un lado, los falsos metafísicos como Heidegger y Hegel; por el otro, los que reniegan de la metafísica como Carnap. Y en el medio los auténticos metafísicos, que dicen cosas claras, sin rodeos, con carne y con sustancia y a quienes las balas de los positivistas y los flatos de los charlatanes les pasan por arriba.

domingo, 14 de agosto de 2016

El problema cuerpo-mente según Carnap

Otra cuestión metafísica, sin duda muy controvertida, es la de la relación cuerpo-mente. Este no es, según Carnap, "solamente uno de los problemas tradicionales de la filosofía [...], sino que ha llegado a ser el problema principal de la metafísica actual" (La construcción lógica del mundo, cap. 22). Sin desmerecer la cuestión, yo creo que los principales problemas metafísicos actuales son los de siempre: la existencia de Dios, la existencia del libre albedrío y la inmortalidad de las conciencias individuales. El "problema psicofísico", como lo llama Carnap, es de gran relevancia metafísica, pero queda muy relegado en importancia en comparación con los otros tres.
Dicho esto, establezcamos las proposiciones en disputa en este terreno, que según Carnap son tres:

1) El interaccionismo.
2) El paralelismo.
3) La filosofía de la identidad.

El interaccionismo afirma que existe una relación de causa-efecto en ambas direcciones: los procesos cerebrales pueden causar procesos psíquicos y viceversa. El paralelismo niega esta relación de causa-efecto y admite solo una correspondencia funcional (en paralelo, sin interferencias) entre lo físico y lo psíquico. Finalmente, la filosofía de la identidad "no acepta absolutamente que haya una dualidad en el género de objetos, sino que concibe lo físico y lo psíquico como los dos «lados» de un mismo algo que es «su fondo»". A mí me parece que la tercera proposición sale sobrando y que la disputa se centra en conocer si la esencia de la relación cuerpo-mente tiene visos interaccionistas o paralelistas. Y es esta "esencia" del problema lo que fastidia a Carnap, porque no existe, según él, ningún indicio empírico que nos ayude a resolver la cuestión hacia un lado o hacia otro. "No se puede imaginar --concluye-- una situación más desalentadora". Desalentadora, concluyo yo, para quien forma sus juicios más íntimos en base a verificaciones detectivescas, pero no para quien admite la existencia de las intuiciones intelectuales puras. Y que no me venga a decir Carnap que las intuiciones intelectuales puras, es decir, los juicios que nos sugieren un estado de cosas y que no se apoyan ni en la lógica ni en la experiencia, no existen, porque ¿cómo sabe que no existen? Carnap solo afirma lo que puede ser, potencialmente, verificado o refutado por la experiencia, y este juicio que niega la existencia de los problemas metafísicos no tiene nada de experimental y por ende no es carnapiano. Carnap puede muy bien manejarse por la vida sin echar mano de estos juicios, pero no puede afirmar que no existen (ni que existen), sin que todo su edificio lógico-empírico se desmorone[1].
Por lo demás, yo creo que es perfectamente lógico, lógico en un sentido metafísico, plantearse la existencia del "problema psicofísico" y decantarse por una de las posibles opciones. Y mi opinión a este respecto no ha variado: afirmo la existencia del paralelismo psicofísico, no creo que las vivencias tengan relación con los procesos neurales y viceversa (véase la entrada del 16/5/3). ¿Y en qué me baso, me preguntará Carnap, para decidirme por esta solución y no por la otra? Pues me baso en mi sistema metafísico, que consta de muchas ruedas y engranajes, uno de los cuales, fundamental como pocos, es el hilozoísmo, y el hilozoísmo pide, para ser lógico (¡sí, metafísicamente lógico, la metafísica también necesita de la lógica!), la compañía y el auxilio de la hipótesis del paralelismo psicofísico. Y que no se me indague ahora sobre los orígenes y los fundamentos de mi adhesión al hilozoísmo, porque no podría precisarlos. Cuando uno decide creer en la metafísica y adoptar una metafísica en particular, las proposiciones metafísicas le van surgiendo una tras otra, van cayendo como fichas de dominó en nuestra mesa espiritual, y nos ponemos en la tarea de armar el dominó de tal manera que las fichas todas queden encadenadas y que el círculo se cierre. La ciencia, en el sentido verificacionista, falsacionista o predictivo del término, no tiene nada que hacer en este juego, y eso es lo que les molesta a quienes tienen a la ciencia en un pedestal, cual si fuera la piedra de toque para la solución de todos los problemas. La metafísica de cada quien se arma con proposiciones que deben presentar una relación lógica entre sí. Una relación lógica, no una relación empírica. Justamente por eso, por no tener una relación directa con la empiria y sí con la lógica, tienen los sistemas metafísicos mucho mayor interés que los paradigmas de la ciencia. Demostrar, lo que se dice demostrar, no pueden demostrarse los sistemas metafísicos; lo que sí se puede hacer es investigar su consistencia, y la consistencia de mi sistema metafísico me pide aceptar como cierta la hipótesis del paralelismo psicofísico. Pruebas no tengo, pero tengo razones para hacerlo, y las razones siempre me han parecido mucho más interesantes que las demostraciones.



[1] Ya Julián Marías había realizado una crítica similar de la impostura intelectual del Círculo de Viena: “La tesis de que no tiene sentido más que lo empíricamente controlable, ¿es empíricamente controlable? Porque al filósofo que suscribe esa tesis se me ocurre preguntarle: ¿cómo lo sabe usted? Ah, lo sabe por fuentes que en rigor para él no son válidas. Hay un paso o salto a otro género. El filósofo que niega sentido a todo enunciado no empíricamente controlable, está haciendo un enunciado no empíricamente controlable. Si un filósofo se limitara a enunciar sólo tesis empíricamente controlables, estaríamos encantados con él y no habría nada que objetar. Pero si se atreve a dar un paso más y decir que sólo tienen sentido esas tesis, me pregunto cómo lo sabe. Y entonces resultaría que podemos tener respeto por la práctica del que elimina de su filosofía toda referencia al problema de Dios, pero no me sentiría igualmente respetuoso frente al que en nombre de la controlabilidad empírica me lo prohíbe. Si es en nombre de otras cosas, y con buenas razones, está bien; pero si es en nombre de ese criterio, no lo acepto, porque su principio no es empíricamente controlable” (Julián Marías, Sobre el cristianismo, ensayo titulado “La filosofía actual y el ateísmo”).

lunes, 8 de agosto de 2016

La cruzada antimetafísica de Carnap

Las grandes ruedas metafísicas y las más pequeñas epistemológicas tal vez giren mucho más lentamente que las pequeñas ruedas científicas, pero todas ellas son partes orgánicas de nuestro enorme sistema de conocimiento.
Imre Lakatos, Matemáticas, ciencia y epistemología [pp. 169-70]

Según Carnap, cualquier proposición tiene sentido si y solo si tiene contenido fáctico. Y si hablamos de proposiciones científicas, además de contenido fáctico tienen que ser comprobables. La proposición "hay un color rojo que despierta horror al verlo" no es comprobable, ya que, en palabras de Carnap, "no sabemos de qué manera se podría tener una vivencia en que se fundamente dicha proposición" (Pseudoproblemas en la filosofía, p. 27), pero tiene contenido fáctico, pues "podemos imaginar una vivencia semejante y describir sus características". La proposición "en el cuarto contiguo hay una mesa de tres patas", además de tener contenido fáctico, es comprobable, "dado que se puede indicar en qué condiciones [...] ocurrirá una vivencia perceptiva de cierta clase en que se fundamente dicha proposición". Es entonces una proposición de índole científica, más allá de si resulta, luego de la constatación, verdadera o falsa. Por último están las proposiciones del tipo "esta piedra está triste", que ni son comprobables ni tienen contenido fáctico, y por lo tanto carecen de sentido. Pues bien: Carnap afirma que la totalidad de las proposiciones metafísicas pertenecen a este último grupo. Toma como ejemplos las tesis del realismo y del idealismo: A) los objetos que percibo existen en sí mismos (realismo), y B) los objetos que percibo solo existen en mi conciencia (idealismo). Según Carnap, no interesa saber cuál de estas proposiciones es verdadera y cuál falsa; no son ni lo uno ni lo otro, porque "no podemos reconocer que tengan sentido para la ciencia" (ibíd., p. 34). Concuerdo con Carnap en que dichas proposiciones no tienen contenido fáctico y que por lo tanto no tienen sentido para la ciencia, pero eso no significa que no tengan sentido y que no puedan ser o verdaderas o falsas. No puedo demostrar estas tesis ni describir, al modo científico, sus características, pero esos impedimentos no son suficientes, en un sentido lógico, para negar la posibilidad de que una de estas dos proposiciones se verifique en la realidad. Carencia de sentido e indemostrabilidad fáctica no tienen por qué ir de la mano. Incluso el mismo ejemplo que da Carnap, "esta piedra está triste", para mí es claro que constituye un aserto con pleno sentido y que será o bien verdadero, o bien falso, dependiendo de la posibilidad de que las piedras puedan o no entristecerse e independientemente de los medios empíricos con que contemos para determinar la existencia o inexistencia de estos pétreos sentimientos. Porque si no podemos afirmar o negar que tal o cual piedra esté triste, tampoco podemos hacerlo respecto de tal o cual señor que tenemos enfrente y que llora a moco suelto, pues esas lágrimas y esos mocos que percibo no son más que signos de la tristeza que yo, positivamente, no percibo, ni percibe nadie que no sea el señor en cuestión, y entonces su tristeza es incomprobable por medios empíricos. Es incomprobable, dirá Carnap, pero es una proposición con contenido fáctico esta que le atribuye tristeza a este hombre. Ciertamente, y en esto admito que se distingue de la proposición referente a la piedra, porque el hombre manifiesta signos que nos hacen suponer que se emociona, mientras que la piedra no nos los ofrece. Pero estos signos, o la inexistencia de los mismos, no nos inhabilitan para calificar de verdadera o de falsa la proposición, es decir, para afirmar que tiene sentido. La proposición "aquel hombre está triste" puede ser verdadera o falsa. Puede simular que llora y estar de lo más contento. Y la piedra podrá no manifestar signo ninguno de su tristeza y sin embargo estar triste, en cuyo caso la proposición es verdadera, o estar impedida, de acuerdo al concurso de las leyes naturales, de manifestar emoción alguna, por lo que la proposición resultaría falsa. Se puede decir que estas proposiciones no son científicas, que no tienen injerencia en el ámbito de la ciencia, pero no se puede decir que no tengan sentido alguno ni que no merezcan relevancia dentro del vivenciar humano.
"Los objetos que percibo existen en sí mismos" es una proposición metafísica que puede ser verdadera o falsa. Las proposiciones metafísicas son sintéticas y a priori. Sintéticas, porque el predicado no se deduce conceptualmente del sujeto de la oración (en este caso, la existencia en sí de los objetos no se deduce del hecho de que pueda percibirlos), y a priori, porque nada me dice la experiencia que pueda justificar esta sentencia. Pero, a diferencia de lo que opinaba Kant, yo creo que los juicios sintéticos a priori pueden ser falsos, de modo que no estoy cierto de que los objetos existan en sí mismos o no. Todo lo que se puede hacer respecto de las proposiciones metafísicas, puesto que no podemos apoyarlas o refutarlas de manera contundente a través de la experiencia, es considerarlas, arbitrariamente, o bien verdaderas o bien falsas. También puede uno desinteresarse de ellas como se desinteresaba Carnap, pero no puede uno considerarlas como carentes de sentido. Y subrayo arbitrariamente porque nuestra inclinación hacia una u otra proposición metafísica parece una inclinación arbitraria puesto que no podemos fundamentarla con argumentos científicos, pero en muchos casos no lo es. Es arbitraria cuando nuestra inclinación obedece a un deseo mundano, pero en otras ocasiones la que nos sugiere la certeza de una proposición de este tipo es nuestra intuición intelectual. En estos casos, la arbitrariedad desaparece.

Habiendo quedado claro, me parece, que las proposiciones metafísicas tienen sentido, digo ahora también que tienen mucho mayor importancia que las proposiciones científicas, porque es a través de las proposiciones metafísicas que se desenvuelven la cultura y la ética de los pueblos y no a través de las proposiciones científicas, que tan solo circulan por sus periferias. Tomemos el ejemplo de la siguiente proposición metafísica: "Los animales han sido creados para usufructo del hombre". Esta tesis la tomó por verdadera el mundo occidental desde el comienzo del judaísmo hasta nuestros días (aunque en los últimos años ha comenzado a cuestionarse) y ha causado mucho más daño (en el ámbito de la ecología, de la nutrición, de la empatía, del ejercicio físico, etc.) que la invención de la bomba atómica, del gas mostaza, de la picana eléctrica y del glifosato. ¡Mire usted, estimado Rodolfo, si no tienen sentido e injerencia dentro de nuestra cultura las proposiciones metafísicas! Claro está que prefiero, ante esta metafísica perversa, la posición carnapiana de desligarse del problema y mirar para otro lado; pero si se pudiera, en lugar de eliminar la metafísica, purificarla, impidiendo que la gente avale proposiciones falsas para dar paso solo a las verdaderas, las relaciones humanas mejorarían a pasos agigantados. Les guste o no a Carnap y a la mayoría de los actuales epistemólogos, que van queriendo limpiar la teoría del conocimiento de todo vestigio metafísico, les guste o no, las proposiciones metafísicas continúan conformando, para bien o para mal, el corazón y el cerebro de los pueblos, mientras que las proposiciones científicas y sus derivados tecnológicos constituyen, a lo sumo, sus brazos y sus piernas. Los pueblos caminan y operan gracias a la ciencia, pero viven, piensan y sienten a través de la metafísica.

martes, 2 de agosto de 2016

Causalidad y necesidad de según Carnap

Paso ahora al capítulo 20 de la Fundamentación lógica de la física de Carnap. Aquí el autor niega, siguiendo a Hume, que el concepto de causalidad lleve implícito el concepto de necesidad. Que un efecto se produzca a partir de una causa y que esta causa se explicite a través de una o más leyes científicas descubiertas por el hombre no implica que ese efecto deba producirse necesariamente, pues las leyes científicas, dice Carnap, pueden fallar en sus predicciones. Y es claro que las leyes científicas pueden errar en sus predicciones, pero yerran porque son falsas, no porque la causalidad deje de operar en tal o cual momento. Cuando un meteorólogo anuncia lluvias y estas no se producen, no es que la ley de causa y efecto haya quedado en suspenso, sino que los datos empíricos (las condiciones iniciales) y las leyes de la meteorología con que contaba eran falsos o insuficientes. Ya lo he dicho: todas las leyes científicas son falsas y por lo tanto no se puede predecir nada con total seguridad, pero esto no rompe el vínculo indisoluble existente entre los conceptos de causalidad y necesidad. Son falsas las leyes científicas porque siempre admiten excepciones, y admiten excepciones porque sus enunciados, ya sean gramaticales o matemáticos, son finitos. Lo que hay que considerar a la hora de hablar, en sentido filosófico, de la causalidad, no son las leyes científicas que el hombre ha descubierto, sino las leyes naturales, que son las que rigen el mundo, hayan sido o no descubiertas. Estas leyes no admiten excepciones y sus predicciones son totalmente confiables, pero existe un problema: los enunciados que las describen tienen una longitud infinita. Nunca podremos conocer las leyes naturales en su total completitud, no porque no existan, sino porque sus enunciados jamás podrán entrar ni dentro de nuestras cabezas ni dentro de nuestros pizarrones. Son esos enunciados los que implican necesidad, y necesidad lógica, necesidad pura y cristalina. Los enunciados de nuestras imperfectas leyes de la ciencia podrán provocar algún fallido pronóstico e incentivar así la posición humeana según la cual lo único que relaciona las causas con los efectos es la costumbre de observarlos regularmente unidos; manejémonos mejor con leyes naturales cuando hablemos de filosofía y dejemos las leyes de la ciencia a los científicos, que mucho mejor provecho les sacan que el que pueden extraerle los epistemólogos. La ciencia aplicada es imperfecta en su finitud, es barrosa, cenagosa, y la necesidad no se sigue de sus principios con la regularidad que sería de desear; pero esto no invalida la relación causalidad-necesidad, la cual impera sin fisuras no en el ámbito de la ciencia experimental sino en la ciencia a secas, en la Ciencia. Todo es falsedad en los postulados científicos que conocemos; solo hay verdad en la Ciencia. Verdad, causalidad y necesidad. Pero como esta Ciencia es infinita, jamás la conoceremos, a menos que nosotros mismos seamos infinitos.

lunes, 1 de agosto de 2016

El empirismo según Carnap

"El empirismo --dice Carnap-- puede ser definido como el punto de vista según el cual lo sintético a priori no existe" (Fundamentación lógica de la física, cap. 18). Entonces yo paso a engrosar las filas de los empiristas dentro del ámbito de la epistemología, de la fundamentación del conocimiento científico, pero me aparto del empirismo en cuanto ingreso al ámbito de la gnoseología, de la teoría del conocimiento en general, científico y no científico, porque yo creo, a diferencia de Carnap, que la metafísica no es una ilusión y que utiliza en sus aserciones juicios sintéticos a priori.