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lunes, 22 de agosto de 2016

Carnap y los cuentos de hadas

Para ser un lógico, Rodolfito Carnap ha resultado bastante contradictorio. Hemos dicho ayer que, según él, los cuentos de hadas, aunque sean falsos, tienen pleno sentido; pero hete aquí que ahora, y tan solo un párrafo más abajo, sostiene que todo lo que se nos dice y que no podemos verificar, “nosotros tampoco lo podremos comprender”. Equipara lo comprobable con lo comprensible, y esto es incomprensible. Porque si se consiente, como todos hemos consentido, que las proposiciones metafísicas son incontrastables, entonces tendríamos que aceptar junto con Carnap que “no puede haber proposiciones metafísicas plenas de sentido”. Los cuentos de hadas “tienen pleno sentido” y la proposición que indica que Dios existe no. Los cuentos de hadas son falsos; la proposición de la existencia de Dios no llega ni siquiera a eso. Pero uno se pregunta, ¿a cuento de qué viene esa discriminación en favor de los cuentos de hadas siendo que las hadas, lo mismo que los dioses, no pueden verificarse? “El sentido de una proposición —sostiene— descansa en el método de su verificación. Una proposición afirma solamente todo lo que resulta verificable con respecto a ella”. Pero ¿cómo verificamos las proposiciones que aparecen dentro de un cuento de hadas? Imposible hacerlo; ¿y entonces por qué insiste en que los cuentos de hadas tienen pleno sentido? Si lo tienen, entonces también lo tienen las proposiciones metafísicas, que son tan incomprobables como la existencia de las hadas.

Se me dirá que los cuentos de hadas no tiene la pretensión de ser verdaderos mientras que los juicios metafísicos sí, y en ello radica la diferencia. Pero ¿quién dice que todos dan por sentado que los cuentos de hadas constituyen una mentira? Muchos niños los escuchan y los toman por completamente verídicos. Y ¿no estamos nosotros, los adultos escuchadores de cuentos metafísicos, en la misma situación gnoseológica que los niños que esperan la llegada de los reyes magos? Los reyes magos, supuestamente, no existen, pero no constituye un sinsentido el hecho de aguardar su llegada. Tal vez Dios tampoco exista, pero mientras no estemos seguros de ello no hay sinsentido alguno en esperarlo, en desearlo y en establecer hipótesis de trabajo que lo incluyan. Sed como los niños, decía Jesús. En la inocencia está la salvación. La salvación de las almas, pero también la salvación de nuestro aparato cognitivo. Gente como Carnap pretende, so pretextos de limpieza, cercenarlo, circuncidarlo. Nosotros preferimos conservarlo entero, por más que a veces no huela tan bien como el aparato de los positivistas.

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