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lunes, 6 de febrero de 2017

El pragmatismo, o el fin anteponiéndose a los medios

Una exquisita definición de Alexis de Tocqueville:

Escapar al espíritu de sistema, al yugo de las costumbres, de las máximas de familia, de las opiniones de clase, y hasta cierto punto de las preocupaciones nacionales; no tomar la tradición sino como un indicio y los hechos presentes como un estudio útil para obrar de otro modo distinto y mejor, buscar por sí mismo y en sí mismo la razón de las cosas y dirigirse al resultado, sin detenerse en los medios, y consultar el fondo sin mirar la forma, tales son los principales rasgos que caracterizan lo que llamaré método filosófico de los norteamericanos (La democracia en América, libro segundo, primera parte, capítulo I).

“Dirigirse al resultado, sin detenerse en los medios”. Esto fue escrito en 1840. Vemos así que el pragmatismo norteamericano es algunos años más antiguo que William James. La filosofía llegó a Norteamérica de la mano de los puritanos, quienes no solo fueron los pioneros de la colonización del nuevo mundo, sino también los pioneros en cuestiones de pensamiento. Y así como los primeros puritanos norteamericanos eran hombres de acción y no tanto de palabras, así también la filosofía puritana que exportaron “fue un sistema práctico enderezado a la acción” (Herbert Schneider, Historia de la filosofía norteamericana, p. 21), justamente la filosofía que necesitaba el nuevo país que estaba naciendo para desarrollarse con celeridad y ponerse a la par de las naciones europeas.
Tomemos como ejemplo de esto de dirigirse al resultado sin reparar en los medios, el tema de los linchamientos, ahorcamientos y ajusticiamientos sumarios de todo tipo que abundaron en el territorio norteamericano en el siglo XIX. En las colonias, sobre todo en las del oeste, no existían, por lo general, ni jueces ni jurados, incluso a veces ni comisarios había que hiciesen respetar la ley y aplicasen el castigo correspondiente a los malhechores. Tenían, pues, los pobladores que defenderse como pudieran. Si pescaban in fraganti a un bandido o a un asesino, y podían reducirlo, directamente lo asesinaban, no existía otro medio para poner a resguardo la incipiente sociedad que se veía amenazada constantemente por este tipo de sucesos. Esta modalidad de justicia nos parece ahora monstruosa, pero algo había que hacer con los malvivientes para evitar la disolución social y la emigración de la gente honrada y trabajadora. El procedimiento era cruel, pero no había otro. Hoy, existiendo jueces, policías y cárceles en todos lados, las ejecuciones sumarias y los linchamientos casi han desaparecido de los Estados Unidos y de la faz de la tierra.

Pasemos ahora a la filosofía norteamericana. En Norteamérica estaba todo por hacer, había que cultivar los campos, defenderse de los indios, construir viviendas, criar el ganado, en fin, empezar de cero. Muy poco tiempo para pensar, porque el tiempo se consumía casi completo en el hacer. De ahí que se comprenda y hasta se justifique un sistema de pensamientos que priorice la acción, que ponga por encima de todo el resultado y muy por debajo los medios a emplear para obtenerlo. Porque la melindrosidad en los medios exige criterios, cavilaciones, estudios previos, en definitiva, tiempo, y en las colonias norteamericanas todo era urgencia. Así nació el espíritu pragmático norteamericano. Pero así como los linchamientos, siendo imposibles de evitar en un principio, ya no se implementan en Norteamérica, porque el sistema judicial norteamericano ha evolucionado en este sentido, así también la filosofía norteamericana, caracterizada por ese burdo pragmatismo, debería evolucionar hacia otras doctrinas en las que lo teórico sea prioritario y el amor a la indagación superior al amor a la utilidad. El pragmatismo, como método filosófico, es hoy día un anacronismo, un linchamiento a la filosofía, un apaleamiento del concepto de verdad como concordancia del juicio con el hecho. Si los jueces norteamericanos han tenido la grandeza de abolir los linchamientos porque ya no son propios de esta época, ¿por qué los pensadores norteamericanos no abolen el pragmatismo, siendo que ahora las circunstancias ya no los apuran tanto y les sobra el tiempo como para idear algún otro sistema menos rústico? Si no lo hacen, no creo que sea tanto por convicción sino por falta de humildad, por no querer reconocer los errores de su tradición filosófica, o por pereza mental.

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