Estimado Fabio: Esto se está poniendo bueno.
Ricardo Maliandi, en alusión a mi disputa intelectual con la
doctora Cragnolini
¿Cómo es posible que tantos
pensadores honestos y de altas miras intelectuales, habiendo leído buena parte
de las obras de Nietzsche, no hayan caído en la cuenta de que su filosofía no
es genial, sino enfermiza? Esta interesante pregunta se la hizo también Luisa
Landerreche:
Si tomamos el
escrito de cualquier autor, publicado o no,
como un mensaje con un destinatario, un lector-receptor, nos tenemos que
preguntar ¿por qué los escritos de Nietzsche provocan tan diferentes
interpretaciones, más amplias
en su espectro que cualquier otro autor? [...]. Y esto también apunta a
dilucidar por qué para mí el discurso de Nietzsche connota y denota aspectos
profundos de su enfermedad, la
esquizofrenia, mientras que para otros [...] connota y denota
el pensamiento de un ser excepcional. He buscado las teorías en semiótica
que pueden ayudar a entender la diferencia de interpretación [...] que hemos descrito, que consideran a Nietzsche
como un genio de la filosofía y las otras, la
que lo ven como un nefasto precursor del nazismo, con la particularidad de que
los primeros también son antagonistas del nazismo. Es decir, cómo receptores
del mensaje nietzscheano, ubicados
dentro del mismo espectro del campo ideológico, puedan tener visiones tan
opuestas. A lo que hay que agregar la pregunta de cómo el discurso esquizofrénico
se interna en lo más profundo de la sociedad de Occidente con un discurso
ideológicamente orientado hacia la disolución del ser y de lo social, como el
que Nietzsche exhibe a lo largo de sus obras (La evolución del pensamiento esquizofrénico en Federico Nietzsche).
Un caso particularmente
interesante es el de Karl Jaspers, quien
no pudo detectar que se trataba de un enfermo de esquizofrenia. La
paradoja es que Jaspers era psiquiatra y fundador de la psicopatología,
corriente de la psiquiatría que valoraba los relatos de los enfermos para el
diagnóstico y tratamiento de la enfermedad mental.
Pero supongamos que lo de la esquizofrenia
precoz es controvertido, que no es seguro que estuviera medio loco al tiempo
que escribía; no es controvertida, sin embargo, la afinidad del pensamiento de
Nietzsche con el pensamiento nazi. Por eso sería interesante averiguar cómo
funciona la cabeza de aquellos que, detestando al nazismo, admiran a Nietzsche
como pensador filosófico. Landerreche menciona, además de a Jaspers, a Karl
Lowith. Ambos
son alemanes y
vivieron en la época del nazismo en Alemania. Lowith tuvo que emigrar porque
era judío y Jaspers estuvo a punto de ser internado en un campo de
concentración porque su esposa era judía.
O sea que tenían motivos para detestar a los
nazis, y por cierto que los detestaban. Pero no detestaban ni a Nietzsche ni a
su filosofía, y esto es lo desconcertante. No leen —dice Landerreche— en
Nietzsche la doctrina nazi; parecen no registrarla,
aunque en sus
análisis incluyen los textos que son bases doctrinarias del nazismo pero sin
identificarlas como tales. El liderazgo sin límites que propicia Nietzsche, la
obediencia total, la militarización de las empresas y por ende de la economía,
desprecio por el más débil propiciando su exterminio, instigación al suicidio
como manera de valorizar la vida que se plasma como conducta cotidiana en
"vive peligrosamente", etc., son emblemas del nazismo.
Aquí en la Argentina tenemos el caso de
Mónica Cragnolini, la mayor especialista en Nietzsche del país y refractaria al
nazismo. Cragnolini se asomó a mis críticas a Nietzsche y, sin profundizar en
ellas, las abandonó por considerarlas pueriles y mal documentadas (ver la
entrada del 24/12/11). Es como si Nietzsche, para ciertos intelectuales, fuera
una especie de santo al que hay que venerar y nunca replicar, y esto a pesar de
que él mismo veía con malos ojos la posibilidad de que la posteridad lo
considerara de ese modo (“tengo un miedo espantoso de que algún día se me
declare santo”, dijo en Ecce Homo).
No es que Cragnolini, Jasper o Lowith lo consideraran un santo, pero sí lo
consideraban un genio filosófico, lo cual es mucho peor que si lo consideraran
santo, porque el santo predica con el ejemplo, y como la vida de Nietzsche no
ha sido demasiado relevante, no habría gran peligro en imitar sus acciones. El
genio filosófico, en cambio, predica con la palabra, y como en esto de la
palabra Nietzsche sí era un verdadero maestro y, estilísticamente, podría
también decirse que fue un genio, si la gente intelectualmente respetable lo
cataloga de genio filosófico el alumnado que cae bajo el influjo de estos
profesores tenderá a coincidir con esta apreciación, y ¿qué otra cosa puede
salir de la boca de un genio filosófico sino grandes verdades, verdades
teóricas que sería deseable, por ser geniales, llevarlas al terreno de la
práctica? Ya tenemos entonces el camino despejado, nuevamente, para el
totalitarismo, el despotismo y la dictadura de la oligarquía. Después, ya con
el crimen consumado, Cragnolini me dirá que ni a ella ni a Nietzsche le cae
bien tal o cual dictador, lo cual tal vez resulte verdadero, pero no menos
verdadero será el hecho de que con su apoyo a las ideas nietzscheanas le habrán
allanado el camino.
Pero lo que es más
interesante, repito, es la indagación acerca de cómo a un pensador que por
regla general razona correctamente, cuando se le cruza por delante un personaje
como Nietzsche la lógica se le amotina, se le declara en huelga o hace mutis
por el foro y su mente pasa a ser gobernada por otras instancias más
primitivas, más trogloditas. Claro que ni Landerreche ni yo somos siquiatras ni
psicólogos, de modo que se nos hará difícil la explicación de tan enigmático
acontecimiento.
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