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lunes, 25 de junio de 2018

Hitler como lector


En Los libros de gran dictador, Timothy Ryback analiza los gustos literarios de Hitler a través de un minucioso análisis de su biblioteca privada. Llega a la conclusión de que Hitler era un lector furibundo e insaciable, pero intelectualmente muy pobre. Leía muy poco sobre política y mucho menos sobre filosofía. Se jactaba de haber leído a Schopenhauer, pero escribía su apellido con dos pes, “como atestiguan las notas que escribió para sus discursos” (p. 81). Leía mucho sobre astrología, espiritismo, dietética, cuestiones eclesiásticas y le fascinaban sobre todo las novelas populares, policíacas, de aventuras y románticas. Era sin dudas un lector diletante. Diletante es aquel lector que se deleita leyendo y que lo hace por mera afición, sin que lo mueva un interés profesional, pero también es diletante quien cultiva una actividad de manera superficial o esporádica. Hitler era un lector diletante en ambos sentidos. No hay nada de malo en leer por afición y por placer y no por interés profesional; lo malo es leer cosas indignas de ser leídas, y Hitler, la mayoría de las veces, leía simplonerías.
Dime qué lees y te diré quién eres. Leyendo Los libros de gran dictador pude comprender mejor el alcance y la potencialidad que tienen los libros para formar y deformar el pensamiento de una persona[1].

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