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miércoles, 1 de agosto de 2018

"¡Hombre con clítoris en vez de pene!"


Fernando Pessoa [...], sexualmente, representa un enigma.
JGS, p. 362

Pessoa, según Taborda de Vasconcelos, fue un individuo “divorciado del sentimiento erótico” (Antropografia de Fernando Pessoa, citado en CT, p. 76). Divorciado o no, se sospecha que murió virgen, aunque él no se manifestó nunca sobre este tema. Supongamos por un momento que fue así[1]; podemos preguntarnos entonces acerca de los motivos de esta voluntaria o forzada castidad. En principio digamos que tenía del sexo una imagen bastante negativa, tanto de la heterosexualidad como de la homosexualidad[2]. En uno de sus últimos poemas (sin título, 5/4/1935) se lee:


El amor es lo esencial.
El sexo es solo un accidente.
Puede ser igual
O diferente.
El hombre no es un animal.
Es carne inteligente.
Aunque que a veces enferme[3].

También Bernardo Soares: “No sueño poseerte. ¿Para qué? Sería traducir a plebeyo mi sueño. Poseer un cuerpo es ser trivial”. “Soy un delicado y un casto, incluso en mis sueños” (LDD, § 17 del apéndice y § 246). Uno de los puntos fundamentales de la doctrina de los rosacruces —doctrina que Pessoa tanto admiraba— es el de la virginidad. Mantenerse virgen sería para ellos una especie de vía directa al crecimiento espiritual. Así lo explica Pessoa:

 La castidad masculina, siendo completa como debe ser, impide al semen formado aglutinarse y es reintegrado por el cuerpo, entrando hacia la sangre. Y es de este modo como el individuo, por así decirlo, se fecunda a sí mismo, siendo, internamente, su propia mujer (AP 2504).

Pero hay otra hipótesis, que no viene a rechazar sino a complementar esta primera, y es la que sostiene el brasilero José Paulo Cavalcanti Filho. Según este biógrafo, Pessoa habría sido dotado por la naturaleza de un miembro viril excesivamente pequeño y ese factor le habría quitado confianza a la hora de relacionarse con el sexo opuesto:

Pessoa tenía un amigo, Antônio Botto, que era homosexual asumido, a pesar de ser casado. Botto contaba haber quedado sorprendido con el tamaño del pene de Pessoa, que sería muy pequeño. No tengo cómo probarlo, pero mi explicación es que por eso el poeta no tenía el coraje de exponerse ante las mujeres (entrevista realizada por el diario O Globo, edición electrónica del 24/3/11).

¿Te acuerdas lector de los insultos de Margaret Mansel? “¡Hombre sin pene de hombre! ¡Hombre con clítoris en vez de pene!” Esto refuerza la teoría de Cavalcanti, y también la mía que esbocé el 6/6/6:

La conducta de muchos grandes hombres de la historia universal se podría explicar mucho mejor, desde el punto de vista psicológico, si nos hubiesen llegado esas dos cifras que indican el grandor del miembro. Claro que dada la vanidad que casi todos poseemos, convendría que tales medidas fuesen verificadas por un escribano y no por el propio interesado, lo que haría demasiado engorroso el asunto. Pero habría que intentarlo.

Debería ser obligatorio, al cumplir un muchacho la mayoría de edad, el registro notarial de sus medidas antropométricas más relevantes, para que en el futuro podamos echar un poco más de luz sobre algunos extraños comportamientos de ciertos hombres célebres que, con esos datos a la mano, seguramente serían más sencillos de explicar[4].


[1] Esto no quita que haya sido, en la única relación duradera que se le conoce con una mujer, bastante efusivo. Inés Pedrosa, directora de la Casa Museo Fernando Pessoa en Lisboa, conoció en persona a la sobrina de su gran amor, Ofelia Queiroz. “Me contó que su tía siempre pensó que lo reconquistaría y que tenía una pasión enorme. Y que una vez le dijo que la relación no era tan platónica, que él era tímido pero que a veces tenía unos ímpetus, unos impulsos y la metía en unas puertas en la calle. [...] Lo que dice la sobrina de Ofelia es que era muy apasionado” (Inés Pedrosa, citada por Fernando Savater en Lugares con genio, p. 136).
[2] Dos de sus biógrafos entendían que prefería —estéticamente, no de hecho— las relaciones homosexuales, anteponiéndolas a las heterosexuales: “Aceptaba el amor físico entre el mismo sexo como una serena y bella abstracción” (JGS, p. 373); también Ángel Crespo: “Pessoa se sentía inclinado a admitir como espectador la homosexualidad porque le atribuía —en determinadas personas— un carácter estético” (Con Fernando Pessoa, p. 396). No voy a refutar estas opiniones, que seguramente dan cuenta de las ideas del poeta en su época de madurez, pero hay que consignar que Pessoa, en 1907, opinaba todo lo contrario respecto del sexo homosexual. Para este juvenil Pessoa, el hecho de admitir que hay más belleza y armonía en el cuerpo de un hombre que en el de una mujer no significa que hay más belleza en el sexo entre hombres que entre hombre y mujer. “Admitamos que, ante los ojos de la belleza pura, la belleza física del hombre sea superior a esta misma belleza en la mujer; [...] ¿A qué deducción llegamos? A ninguna que difiera del mismo hecho. Se trata de una superioridad ante los ojos de la belleza pura, no frente a los ojos del sexo”. “Apenas se adopta un punto de vista sexual en la apreciación de la belleza, el criterio de la belleza pura se abandona; y dado que se abandona y dado que es solo por este criterio que el hombre es físicamente superior en belleza a la mujer, el hombre deja entonces de ser superior”. “Los pederastas cometen un crimen no solo contra el sexo, sino contra la belleza [...], porque la belleza no admite ningún sentimiento ajeno al de la belleza, ningún sentimiento diferente al hecho mismo de ser bella. Al entender la belleza solo como algo sexual, el hombre retrocede; al aplicarla a un objeto para el que no estaba pensada, no solo retrocede sino que se desvía”. “Aunque pensemos con frecuencia que un paisaje hermoso es más bello que una mujer, en términos de belleza, un hombre no desea, por ese motivo, tener relaciones sexuales con el paisaje. Este ejemplo muestra bien el absurdo en el que reside la pederastia” (EGL, pp. 171 a 174).
[3] O amor é que é essencial./O sexo é só um acidente./Pode ser igual/Ou diferente./O homem não é um animal:/É uma carne inteligente,/Embora às vezes doente (AP 361).


[4] Es por demás curioso el hecho de que Pessoa haya escrito (en francés, bajo el heterónimo Jean-Seul de Méluret) una sátira, Francia en 1950, “extraño retrato de una sociedad en la que, por ejemplo, el incesto es obligatorio y está de moda medir la longitud del pene” (RB, p. 102).

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