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sábado, 27 de julio de 2019

El Dios de Wittgenstein


Estar solo con uno mismo, o con Dios, ¿no es como estar solo con una fiera? En cualquier momento puede atacarte.
Ludwig Wittgenstein, Movimientos del pensar. Diarios 1930-1932 / 1936-1937

La imagen de su padre como un juez exigente e inmisericorde la extrapoló Wittgenstein a su intimidad metafísica. Fue esa imagen de juez terrible —nos dice Isidoro Reguera— “la que Wittgenstein tuvo de Dios toda la vida” (El feliz absurdo de la ética, p. 40). ¿Cómo no terminar siendo un místico agnóstico con ese cuadro revoloteando en su cabeza? ¿Para qué hablar de Dios, si la idea que tenemos de Dios no nos convence?[1]
Digamos, de pasada, que el padre de Wittgenstein era de ascendencia judía. Tal vez por eso el Dios que representaba para su hijo tenía mucho más de judío que de cristiano (y digamos, también de pasada, que a pesar de ser judío, su padre fue educado en la fe protestante, y que tal vez por eso no encontraba incompatibilidades entre las riquezas que poseía y las virtudes cristianas que creía poseer).

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