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miércoles, 21 de agosto de 2019

Forjar en frío


Para Wittgenstein, ser cristiano es fundamentalmente vivir como cristiano, y para ello no es necesario apertrecharse de ningún tipo de teoría ética: “El cristianismo [...] dice que la sabiduría es toda ella fría; y que no puede ser utilizada para enderezar tu vida más de lo que puedes forjar el hierro cuando está frío” (citado en RM, p. 426). La metáfora es magnífica y estoy muy de acuerdo con ella: lo que calienta al hierro y permite enderezarlo no es la teoría ética ni el conocimiento filosófico, sino la religión, o mejor dicho la religiosidad propia de cada quien, sea o no este cada quien, a sus propios ojos, una persona religiosa en el sentido común de la palabra. El problema es que nosotros dos, Wittgenstein y yo, somos pensadores filosóficos y no “hombres de Dios”, y el cometido de los pensadores filosóficos no es forjar el hierro sino informar al hierro sobre los diferentes procedimientos de forjado. Si queremos ser forjadores, lo mejor es convertirnos en santos y así, mediante el ejemplo, ayudar a los demás a que enderecen sus vidas; pero en tanto nos consideremos pensadores filosóficos, nuestro cometido es otro. Yo quise ser santo, pero no me dio el cuero y regresé adonde pertenezco, adonde puedo dar lo mejor de mí, al terreno de la especulación filosófica. Wittgenstein también quiso ser santo y tampoco lo logró, pero se quedó en un híbrido: ni santo (porque no se comportaba santamente) ni pensador filosófico (porque no teorizaba filosóficamente). Sería soberbio de mi parte suponer que con mis especulaciones filosóficas ayudaré a la gente a enderezar su vida, pero al menos la mantendré informada y le haré saber si tal o cual persona que tiene delante enderezó en efecto su vida, o es solamente un impostor, un santo falso. Con despertarle a quien me lea ese solo discernimiento, yo me conformaría.

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