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martes, 24 de septiembre de 2019

Lógica, ajedrez e inteligencia


Ser un especialista en lógica, o estar machacando constantemente sobre cuestiones lógicas y matemáticas, no nos hace más inteligentes. ¿Existen personas más lógicas que los eximios ajedrecistas? El ajedrez de alta competencia

requiere una atención excepcional [...] requiere un poder de combinación tan grande, que quizá nada lo exija igual [...]. Y se podría así seguir enumerando las facultades que el ajedrez requiere: disciplina, dominio sobre sí mismo, serenidad, iniciativa, osadía (para el ataque), prudencia (para la defensa), etc., etc.…


Y sin embargo,

un excelente jugador de ajedrez no tiene, por serlo, una sola probabilidad más de ser un hombre inteligente —en general— que quien carezca de las aptitudes ajedrecistas. [...] La facultad de jugar bien el ajedrez (y a otros juegos), es una facultad muy aparte, muy separada, que no tiene que ver con la mayor parte de las actividades intelectuales. No garantiza ni hace presumir nada sobre la mentalidad en general (Carlos Vaz Ferreira, “Valor educativo de las matemáticas”, ensayo incluido en el tomo XXI (suplemento) de sus Inéditos, pp. 231-2)[1].

Así como el ajedrecista, si juega compulsivamente al ajedrez, será mejor ajedrecista cada vez, pero no por ello será más inteligente, lo mismo un pensador que se interna en cuestiones puramente lógicas y no sale de allí, será cada vez un mejor lógico, pero no un mejor filósofo. Wittgenstein era un especialista en lógica, pero de filosofía sabía muy poco. Si la capacidad de raciocinio fuera equiparable a la digestión, Wittgenstein sería un tratado sobre fisiología digestiva, mientras que un verdadero filósofo sería un caballo (no de ajedrez sino auténtico): este último no sabe nada mientras que el primero lo sabe todo; pero el caballo, pese a su ignorancia, digiere, mientras que el tratado sobre el aparato digestivo es impotente para eso.


[1] Algo parecido pensaba Miguel de Unamuno. El ajedrez, decía, “desarrolla la atención... para el ajedrez. […] He conocido muchos jugadores de ajedrez y he jugado a su juego con muchos de ellos. Y debo declarar que la mayor pericia en el juego no coincidía necesariamente con la mayor inteligencia. Junto a hombres muy inteligentes y grandes jugadores de ajedrez he conocido ajedrecistas distinguidísimos que eran hombres de una mentalidad menos que ordinaria […]. El ser un coloso en el ajedrez […] no prueba sino que se es un coloso en ajedrez. En lo demás puede ser coloso, hombre ordinario o pigmeo” (“Sobre el ajedrez”, artículo incluido en el compendio titulado Contra esto y aquello).

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