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viernes, 24 de enero de 2020

Empatía y compasión en los animales


“La vista de las angustias del prójimo angústiame materialmente, y con frecuencia usurpo las sensaciones de un tercero. El oír una tos continuada irrita mis pulmones y mi garganta”, confiesa mi maestro Montaigne (Ensayos, 1, XX). Eso no es ni más ni menos que la empatía, una emoción más abarcativa que la compasión, fenómeno mucho más circunscrito y complejo. La compasión es el sentimiento que nos incita a ir en auxilio de los demás; la empatía nos conecta unos con otros, ya sea por medio de la compasión o de cualquier otro sentimiento. Este fenómeno de la empatía

emana de conexiones corporales inconscientes que involucran caras, voces y emociones. Las personas no deciden ser empáticas: simplemente lo son.
[...] Pensemos en un niño pequeño que se pone a llorar cuando su amigo cae y rompe a llorar, o que ríe alegremente en una habitación llena de adultos divertidos por un chiste verde más allá de la comprensión del niño. La empatía tiene su origen en la sincronización corporal y la propagación de los estados anímicos (Frans de Waal, El bonobo y los diez mandamientos, p. 148).

Según este científico, la empatía puede ser pasiva, a diferencia de la compasión, que es necesariamente activa. Yo entiendo que la compasión, para que tenga un verdadero contenido ético, tiene que ser no solo activa, sino inteligente. Por eso digo que para ser santo no basta con sentir compasión: hay que estar imbuido en una compasión inteligentemente activa. Este tipo de compasión es la que no se limita a compadecer, sino que además procura poner término al dolor que origina el padecimiento... pero de forma tal que la erradicación de dicho dolor no acarree en el futuro males mayores que los que ahora suprime. Con la convicción de que su acción es buena, una madre, al ver la delicada piel de su bebé taladrada por picaduras de mosquitos, la refresca frotándola con algodones empapados en alcohol fino. El bebé se siente aliviado y ya no llora, por lo que cree conveniente repetir este procedimiento una y otra vez... hasta que al fin el niño deja de llorar para siempre. El amor de la madre guio el algodón, pero como era un amor estúpido, su convicción resultó inmoral; su buena intención no sirvió para tornar puro a ese asesinato.
¿Serán capaces los animales de experimentar la compasión inteligentemente activa, más allá de la empatía natural y de la compasión a secas? Es difícil determinarlo, pero creo que este tipo de compasión, mezcla de sentimiento y razonamiento fino, solo puede darse en el ser humano.

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