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jueves, 23 de enero de 2020

La compasión en los animales


No es verdad que los animales abandonen a su suerte a sus pares caídos en desgracia; al menos no es verdad en el caso de los primates:

Azalea es una mona rheus trisómica: tenía tres copias de un cromosoma, como ocurre en el síndrome de Down humano. [...] Azalea tenía un importante retraso en el desarrollo motor y la aptitud social. Cometía errores garrafales de lo más incomprensibles, como amenazar a un macho alfa. Los macacos rheus no se lo piensan a la hora de castigar a cualquiera que rompa las reglas, pero a Azalea se le permitía casi todo, como si los otros monos supieran que ningún escarmiento iba a cambiar su ineptitud (Frans de Waal, El bonobo y los diez mandamientos, p. 102).

Menciona también De Waal, en esa misma página, el caso de una hembra de macaco japonés que había nacido sin manos ni pies y que, sin embargo, vivió largos años y sin asistencia humana, con lo cual deduce que su manada se encargó de procurarle cuidados y sustento. Y tenemos ejemplos de comportamientos parecidos en otras especies más disímiles a la nuestra. Se puede ver en YouTube la “Batalla en Kruger”, en donde una manada de búfalos rescata a un becerro de las garras de los leones, o el “Perro héroe” de Chile, que desafía el tráfico de una autopista para rescatar a otro perro atropellado, o el perro que se niega a abandonar a su compañero herido en medio de los destrozos del tsunami japonés del 2011, o el bebé elefante africano atrapado en un pozo de lodo y rescatado por su manada, o las dos ballenas belugas que ayudaron a una buceadora acalambrada a salir a la superficie en un zoológico de China. Todo esto viene a sugerir que la emoción de la compasión no es exclusivamente humana, que ya venía preformada en nuestros antepasados y que se deja ver en nuestros parientes cercanos. ¿Le quita esta circunstancia, a la que yo considero la emoción ética por excelencia, su carácter sagrado y divino? De ningún modo. Dios no puso la compasión en el hombre como un añadido de último momento, como una capa de barniz, y se la negó al resto de las criaturas. Todo ser que experimente algún tipo de emoción experimentará también la compasión, solo que de manera rudimentaria si el espíritu de dicho ser no ha evolucionado lo suficiente. La compasión está en potencia, en germen, en todo lo que vive, pero florece y fructifica en muy pocos individuos. Muchos son los llamados, pocos los elegidos.

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