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miércoles, 6 de abril de 2016

La moral inglesa contemporánea

No, jamás los ingleses nos devolverán las Malvinas por propio consentimiento, y no nos las devolverán por la sencilla razón de que su moral --que la tienen, como todo pueblo-- es una moral de piratas.

Si el tiburón no fuera grande y fuerte, si no tuviera el estómago insaciable y los dientes afilados, tampoco tendría una moral de exterminio. El animal inglés es ágil, enérgico, musculoso, y tiene la moral de los animales que son así. Estos días pasados [...] ha salido a la luz una anécdota de Leconte de Lisle, que define por completo la moral británica. [...] Leconte de Lisle encontrábase en una posada de la costa bretona. A la hora de almorzar lo instalaron ante un gentleman inglés [...], mofletudo y colorado. El almuerzo concluía y la criada colocó sobre la mesa una fragante bandeja de fresas. Entonces el inglés, sin decir una palabra, se apoderó de la bandeja y la vació totalmente en su plato. La indignación de Leconte de Lisle estuvo a punto de alcanzar una grandeza épica.
» --Perdone usted --le dijo al inglés--; a mí también me gustan las fresas.
» --¡Oh! No tanto como a mí...»
En la mesa redonda de las naciones, cuando aparece una fuente apetitosa de fresas, Inglaterra suele también servírselas por entero. ¡Qué quieren ustedes! Las fresas le gustan mucho (Julio Camba, Londres, pp. 57-8).


Nuestras islas Malvinas, a nivel geopolítico, constituyen algo más que un apetitoso plato de fresas; los ingleses nunca estarán dispuestos ni a compartir el banquete ni mucho menos a resignarlo por completo.

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