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viernes, 8 de abril de 2016

Los ingleses y la poesía

Esta moral de la rapiña y del lucro, esta moral a lo Calicles o a lo Nietzsche, pero también a lo Franklin, se aviene de muy mala gana con la poesía, o mejor dicho con la filosofía de vida de los poetas. Es por eso que en Inglaterra no hubo ni hay casi poetas, salvo contadas excepciones. Julio Camba, estando en Londres, inquirió a un inglés respecto del porqué de aquel desprecio hacia los poetas, y el inglés, sin responder con precisión a la pregunta que se le formulaba, se desató:

Hay que cerrar las costas de Inglaterra a toda irrupción poética [...]. Una invasión de poetas sería mucho más peligrosa para nosotros que una invasión de alemanes. Por fortuna, nosotros no dejamos desembarcar en territorio inglés a ningún viajero de tercera clase que venga sin dinero. Esta medida nos garantiza en cierto modo contra los poetas del Continente.

"Pero ¿no temen ustedes --le replicó Camba-- que se produzcan poetas aquí mismo? ¿Qué medidas han tomado ustedes contra los poetas en Inglaterra?"

Los ingleses [...] somos unos hombres muy serios... No digo que algún inglés, después de haber vivido en Italia o por allá, no pueda volverse un poco poeta. Las malas compañías..., el calor..., la ociosidad..., el cielo azul..., los ojos negros... Pero el inglés es por naturaleza un hombre serio, veraz y metódico. El inglés, señor mío, es completamente, pero completamente incapaz de emoción y de imaginación. El peligro está fuera. Por fortuna, la mar nos aísla de la poesía (Londres, p. 55).


Y así como reniegan de la poesía, reniegan también de la metafísica con justa lógica, porque ¿qué otra cosa es la metafísica sino la filosofía poetizada? Tiene filosofía Inglaterra, y ha criado pensadores filosóficos de gran alcurnia, pero pensadores metafísicos ninguno (Berkeley era irlandés y Hume escocés). Cuando Camba le preguntó a este transeúnte inglés si había leído a Platón, se encontró con que ni lo conocía: "¿Quién es Platón? ¿Algún poeta? No, señor. No lo he leído ni lo leeré jamás". Y no se equivocaba el transeúnte, siendo Platón, además del mayor pensador metafísico de todos los tiempos, un insigne poeta: reúne todos los requisitos para ser anatematizado por cualquier inglés promedio que se precie de serlo.

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