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miércoles, 8 de febrero de 2017

Charles Peirce, un pragmatista lógico pero ininteligible

A mi viejo amigo Charles Sanders Peirce, a cuyo compañerismo filosófico en los viejos tiempos y a cuyos escritos en años más recientes debo más inspiración y apoyo de lo que puedo expresar o recompensar.
William James, La voluntad de creer, dedicatoria

Esta visión antiuniversalista y excesivamente plástica del concepto de verdad postulada por James no era aceptada por todos los pragmatistas norteamericanos. Charles Peirce, el verdadero fundador de la escuela pragmatista, la rechazó, y propuso rebautizar su filosofía para diferenciarla de la de James:

En la actualidad la palabra [pragmatismo] empieza a encontrarse de vez en cuando en revistas literarias, donde se abusa de ella de la manera despiadada que las palabras deben esperar cuando caen en las garras literarias. [...] Entonces, el autor, encontrando a su criatura del “pragmatismo” así promovida, siente que es hora de dar un beso de despedida a su niño y de abandonarlo a su más elevado destino, mientras que para el propósito preciso de expresar la definición original tiene el gusto de anunciar el nacimiento de la palabra “pragmaticismo”, que es lo suficientemente fea para estar a salvo de secuestradores (“Qué es el pragmatismo”, artículo publicado por Peirce en The Monist, XV, abril de 1905, incluido en su Obra filosófica reunida, tomo II, pp. 576-7 de la edición electrónica).

Escribe Peirce que tanto James como Schiller han hecho que esa palabra implique “la voluntad de creer, la mutabilidad de la verdad, la solidez de la refutación al movimiento de Zenón y el pluralismo en general” (ibíd., tomo II, p. 785). Desde una carta fechada el 7/3/1904, reconviene a James del siguiente modo: “Tú y Schiller lleváis el pragmatismo demasiado lejos para mí. No quiero conducirlo a la exageración sino mantenerlo dentro de los límites establecidos por las evidencias a su favor” (ibíd., p. 40). En 1907, año en que James publicara El pragmatismo, escribió un artículo de idéntico nombre a través del cual estrecha notablemente el significado del término y lo circunscribe al terreno de la lingüística. El pragmatismo, dice, es “solo un método para averiguar los significados de las palabras brutas y de los conceptos abstractos” (ibíd., p. 687).
Pero el estilo de Peirce era oscuro y erudito, todo lo contrario del estilo de James, de ahí que su pensamiento no trascendiera las fronteras universitarias. Sus escritos se inclinaban demasiado hacia el rigorismo matemático, y el propio James, que lo admiraba como pensador y a la vez le aconsejaba “popularizar” su filosofía, se lo hacía notar constantemente. A las puertas de unas conferencias que dictaría Peirce en Cambridge en el invierno de 1898, y para que sus concepciones pudiesen medrar tal como medraban las suyas, le sugería James lo siguiente luego de recibir el borrador del programa:

Lamento que estés tan apegado a la lógica formal. Conozco nuestra escuela de graduados de aquí, y también la conoce Royce, y ambos estamos de acuerdo en que hay sólo tres hombres que podrían quizá seguir tus diagramas y relativos. […] Hay materia suficiente en los dos primeros volúmenes del prospecto de tu sistema para dar un breve curso sin entrar en ningún simbolismo matemático [...]. Ahora sé un buen muchacho y elabora un plan más al alcance de todos. No deseo que el auditorio se reduzca a tres o cuatro alumnos, y no veo cómo podríamos evitarlo con el programa que propones...  difícilmente te imaginas qué poco interés existe en los aspectos puramente formales de la lógica. [...] Escríbeme entonces si aceptas todas estas condiciones y, por favor, haz que las conferencias contengan lo menos matemático que haya en ti (carta de James a Peirce del 22/12/1897, citada por Ralph Perry en El pensamiento y la personalidad de William James, p. 287).


Estas recomendaciones se repitieron una y otra vez, hasta que Peirce se cansó y estalló: “Es muy hiriente que me digas a cada momento que soy totalmente incomprensible” (carta a James del 3/10/1904, citada en ibíd, p. 292). Pero James tenía razón: Peirce fue siempre incomprensible para los asistentes a sus conferencias y también para sus lectores “no iniciados”. Y al decir de Ralph Perry, también fue mal comprendido por el propio James: “El movimiento moderno conocido como pragmatismo es en gran medida resultado de la interpretación equivocada que James hizo de Peirce” (ibíd., p. 285). Si esto es así, lo que hoy se conoce popularmente como pragmatismo es una regurgitación mal digerida de otro sistema mucho más serio y coherente, pero muy mal explicado. Por eso siempre recalco la importancia de escribir bien y en forma llana. Si Peirce hubiese sido tan buen escritor como lo fue James, tal vez el pragmatismo habría padecido menos inconsistencias lógicas que las que tuvo en manos de su más conspicuo propagandista.

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