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sábado, 27 de enero de 2018

Nietzsche, el poeta mentiroso


Alguien le preguntó al Nietzsche-Zaratustra si se consideraba un poeta, y dijo que sí. Pero entonces, replica el preguntador, usted miente, porque había dicho que los poetas eran unos mentirosos. Entonces aparece este curioso párrafo: “En el supuesto de que alguien dijera con toda seriedad que los poetas mienten demasiado: tiene razón, nosotros mentimos demasiado. Nosotros sabemos también demasiado poco y aprendemos mal: por ello tenemos que mentir” (Así hablaba Zaratustra, § 238, “De los poetas”). Pero aquí hay una confusión. Si Nietzsche quiere mentir está en su derecho, pero que no diga que miente porque sabe poco o porque aprende mal, porque la mentira nada tiene que ver con el caudal de conocimientos que el mentiroso posea. Según la Real Academia, mentir significa “decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa”. Si sabemos poco, pero decimos lo que creemos que es verdadero, no estamos mintiendo por más que nuestro aserto, objetivamente, sea falso. Algunas personas en la Edad Media creían que la tierra era plana y así lo manifestaban, y no estaban mintiendo, porque lo decían de buena fe. Nietzsche confunde la mentira con el error. Para no caer en errores y falsedades sí necesitamos saber todo lo más que se pueda y aprender bien; para no mentir, simplemente necesitamos poseer la virtud de la veracidad, no tener la voluntad de engañar a otros con afirmaciones que en nuestro fuero íntimo no compartimos.
“¿Por qué soy tan inteligente?”, se pregunta Nietzsche en Ecce Homo. Creo que para que la pregunta tuviese mayor sentido tendría que haberle quitado las dos primeras palabras.

jueves, 25 de enero de 2018

Nietzsche y la democracia

¿Es la democracia la mejor forma de gobierno? A esta pregunta, así en seco, respondo que no; pero si se me pregunta si la democracia es, actualmente, la mejor forma de gobierno que nuestro planeta podría pretender, a esto respondo que sí. No estamos preparados, hoy día, para otro tipo de gobierno, o para un desgobierno, por lo que la democracia, mal que nos pese, es lo mejor que podemos pretender. La democracia es el mejor preparativo para los tiempos que vendrán, que si es que son buenos tiempos, no serán, por cierto, democráticos. La democracia es preparación, apuntalamiento, y a la vez foso de contención.
En esto coincido con Nietzsche:

La democratización de Europa es imparable: quien se le opone emplea sin embargo para ello precisamente los medios que sólo el pensamiento democrático ha puesto al alcance de todos, y hace estos medios más manejables y eficaces; y los por principio opuestos a la democracia (me refiero a los revolucionarios) no parecen existir más que para, por el temor que infunden, empujar a los distintos partidos cada vez más velozmente por la vía democrática. Sin embargo, puede ocurrir que sintamos cierto temor ante el aspecto que ofrecen quienes hoy trabajan consciente y honradamente, con vistas a ese futuro: hay algo de desolado y de uniforme en sus rostros, y el polvo gris parece haberles llegado hasta el cerebro. Pese a ello es muy posible que la posteridad se ría un día de nuestros miedos y considere el trabajo en pro de la democracia durante generaciones en términos similares a como nosotros consideramos la construcción de diques y de murallas: como una actividad que, necesariamente, llena de polvo las ropas y las caras, y que, inevitablemente, vuelve un poco tontos a los obreros que se ocupan de esta tarea. Pero ¿quién podría desear, por estos motivos, que todo esto no se hubiera hecho? Parece que la democratización de Europa es un eslabón en la cadena de esas enormes medidas profilácticas propias de los tiempos que corren y que nos separan de la Edad Media. ¡Hoy sí que estamos en la época de las construcciones ciclópeas! ¡Por fin disponemos de unos cimientos seguros que permiten construir en lo sucesivo sin peligro! Desde ahora es, pues, imposible que los campos de cultivo queden destruidos, en una sola noche, por los torrentes salvajes y absurdos de la montaña. ¡Tenemos murallas y diques contra los bárbaros, contra las epidemias, contra la esclavitud física e intelectual! Y todo esto entendido de momento al pie de la letra y sin profundizar en ello, pero, poco a poco, desde una perspectiva cada vez más elevada y más intelectual, de suerte que todas las medidas indicadas parecen ser la preparación espiritual para la venida del artista superior en el arte de la jardinería, que no podrá emprender su verdadera tarea hasta que esta preparación se encuentre totalmente acabada (El viajero y su sombra, § 270, “La época de las construcciones ciclópeas”).


La democracia es un resguardo contra las tiranías, y como los tiranos están siempre al acecho, no sería conveniente prescindir de este parapeto.

miércoles, 24 de enero de 2018

Vivir y dejar vivir

¿En qué se funda la tolerancia? Para el reformador social, en la convicción de que lo que a mí me produce contento, a otra persona no le mueve un pelo, y viceversa. ¿Que suponía el Che Guevara respecto del pueblo boliviano? ¿Suponía que sus necesidades básicas estaban insatisfechas? Entonces suponía bien. ¿Suponía que no vivían contentos, y se jactaba de tener la fórmula para solucionar este problema? Si esto pensaba, andaba descaminado.
Leo a William James. Una vida, dice, puede hallarse llena de valor y significación,

aun cuando nosotros no nos demos cuenta de ello a causa de nuestro punto de vista externo e insensible. Las significaciones que existen para los demás no existen para nosotros. La recta inteligencia de este hecho envuelve algo más que un simple interés de curiosidad especulativa: tiene una importancia práctica enorme. Quisiera convenceros de esto como yo estoy convencido, ya que para mí constituye la base de toda nuestra tolerancia social, religiosa y política. Entre las raíces de todos los errores estúpidos y sanguinarios que los directores de pueblos han hecho sufrir a sus súbditos, hállase siempre la negación de aquel hecho (Los ideales de la vida, comienzo del capítulo III).

Entiéndanlo bien, señores “reformadores sociales”: hay algo más importante que las necesidades básicas, y este algo es el vivir con satisfacción y armonía, lo cual se puede conseguir perfectamente en medio del altiplano y comiendo papas todos los días. Buena cosa es llevar comida y agua potable a todos los rincones del orbe, pero si esto implica modificar el estilo de vida del pueblo a reformar, estilo de vida que a ese pueblo contenta, entonces marchemos con las reformas a otra parte. “Mi misión es hacer felices a los argentinos”, dice Mauricio Macri, y comienza una megacampaña para instalar cloacas en las viviendas que aún no las tienen. Las cloacas están muy bien, eso es evidente, pero ¿una cloaca me hará feliz? Solo yo sé —y no siempre— lo que puede llegar a traerme algunos gránulos de dicha, esa información no la tienen ni Macri ni el Che Guevara, de modo que reformen todo lo que quieran, menos el estilo de vida que la gente aceptó o eligió y que no desea modificar[1].




[1] "¿Qué es, pues, nuestro vecino? Has mirado su pensamiento y su sentimiento como algo diferente de los tuyos. Te has dicho: «Un dolor en él, es semejante a un dolor a mí, pero mucho más fácil de soportar». Te produce el efecto de algo menos vivo que tú: su vida es oscura, fría: un pálido fulgor en comparación con tus ardientes deseos. Así, a tientas y por instinto, has juzgado a tu vecino sin conocerlo, porque eres ciego. Has hecho de él una cosa, no un yo. Abandona tal ilusión y procura simplemente conocer la verdad. El dolor es el dolor, la alegría es la alegría en todas partes como en ti mismo. En todos los trinos de los pájaros del bosque, en los aullidos todos de los animales heridos o moribundos; en el mar sin límites donde miríadas de criaturas se agitan y perecen; entre todos los salvajes; en toda enfermedad y en todo júbilo y en toda esperanza; dondequiera, desde lo más bajo a lo más noble, se halla la misma vida consciente, ardiente, llena de voluntad, indefinidamente múltiple, como las formas de las criaturas vivientes, inextinguiblemente como los rayos del sol, real como esos impulsos que ahora mismo palpitan en tu pequeño corazón de egoísta. Levanta los ojos, observa esa vida y luego ve y desmiéntela si puedes. Como hayas conocido esto, habrás ya empezado a conocer tu deber" (Josiah Royce, The Religious Aspect of Philosophy, VI, IV).