¿En qué se funda la tolerancia? Para
el reformador social, en la convicción de que lo que a mí me produce contento,
a otra persona no le mueve un pelo, y viceversa. ¿Que suponía el Che Guevara
respecto del pueblo boliviano? ¿Suponía que sus necesidades básicas estaban
insatisfechas? Entonces suponía bien. ¿Suponía que no vivían contentos, y se
jactaba de tener la fórmula para solucionar este problema? Si esto pensaba,
andaba descaminado.
Leo a William James. Una vida, dice,
puede hallarse llena de valor y significación,
aun cuando nosotros no nos demos
cuenta de ello a causa de nuestro punto de vista externo e insensible. Las
significaciones que existen para los demás no existen para nosotros. La recta
inteligencia de este hecho envuelve algo más que un simple interés de
curiosidad especulativa: tiene una importancia práctica enorme. Quisiera
convenceros de esto como yo estoy convencido, ya que para mí constituye la base
de toda nuestra tolerancia social, religiosa y política. Entre las raíces de
todos los errores estúpidos y sanguinarios que los directores de pueblos han
hecho sufrir a sus súbditos, hállase siempre la negación de aquel hecho (Los ideales de la vida, comienzo del
capítulo III).
Entiéndanlo bien,
señores “reformadores sociales”: hay algo más importante que las necesidades
básicas, y este algo es el vivir con satisfacción y armonía, lo cual se puede
conseguir perfectamente en medio del altiplano y comiendo papas todos los días.
Buena cosa es llevar comida y agua potable a todos los rincones del orbe, pero
si esto implica modificar el estilo de vida del pueblo a reformar, estilo de
vida que a ese pueblo contenta, entonces marchemos con las reformas a otra
parte. “Mi misión es hacer felices a los argentinos”, dice Mauricio Macri, y
comienza una megacampaña para instalar cloacas en las viviendas que aún no las
tienen. Las cloacas están muy bien, eso es evidente, pero ¿una cloaca me hará
feliz? Solo yo sé —y no siempre— lo que puede llegar a traerme algunos gránulos
de dicha, esa información no la tienen ni Macri ni el Che Guevara, de modo que
reformen todo lo que quieran, menos el estilo de vida que la gente aceptó o
eligió y que no desea modificar[1].
[1] "¿Qué es, pues, nuestro vecino? Has mirado su pensamiento y su
sentimiento como algo diferente de los tuyos. Te has dicho: «Un dolor en él, es
semejante a un dolor a mí, pero mucho más fácil de soportar». Te produce el
efecto de algo menos vivo que tú: su vida es oscura, fría: un pálido fulgor en
comparación con tus ardientes deseos. Así, a tientas y por instinto, has
juzgado a tu vecino sin conocerlo, porque eres ciego. Has hecho de él una cosa,
no un yo. Abandona tal ilusión y procura simplemente conocer la
verdad. El dolor es el dolor, la alegría es la alegría en todas partes como en
ti mismo. En todos los trinos de los pájaros del bosque, en los aullidos todos
de los animales heridos o moribundos; en el mar sin límites donde miríadas de
criaturas se agitan y perecen; entre todos los salvajes; en toda enfermedad y
en todo júbilo y en toda esperanza; dondequiera, desde lo más bajo a lo más
noble, se halla la misma vida consciente, ardiente, llena de voluntad,
indefinidamente múltiple, como las formas de las criaturas vivientes,
inextinguiblemente como los rayos del sol, real como esos impulsos que ahora
mismo palpitan en tu pequeño corazón de egoísta. Levanta los ojos, observa esa
vida y luego ve y desmiéntela si puedes. Como hayas conocido esto, habrás ya
empezado a conocer tu deber" (Josiah
Royce, The Religious Aspect of Philosophy,
VI, IV).
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