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miércoles, 24 de enero de 2018

Vivir y dejar vivir

¿En qué se funda la tolerancia? Para el reformador social, en la convicción de que lo que a mí me produce contento, a otra persona no le mueve un pelo, y viceversa. ¿Que suponía el Che Guevara respecto del pueblo boliviano? ¿Suponía que sus necesidades básicas estaban insatisfechas? Entonces suponía bien. ¿Suponía que no vivían contentos, y se jactaba de tener la fórmula para solucionar este problema? Si esto pensaba, andaba descaminado.
Leo a William James. Una vida, dice, puede hallarse llena de valor y significación,

aun cuando nosotros no nos demos cuenta de ello a causa de nuestro punto de vista externo e insensible. Las significaciones que existen para los demás no existen para nosotros. La recta inteligencia de este hecho envuelve algo más que un simple interés de curiosidad especulativa: tiene una importancia práctica enorme. Quisiera convenceros de esto como yo estoy convencido, ya que para mí constituye la base de toda nuestra tolerancia social, religiosa y política. Entre las raíces de todos los errores estúpidos y sanguinarios que los directores de pueblos han hecho sufrir a sus súbditos, hállase siempre la negación de aquel hecho (Los ideales de la vida, comienzo del capítulo III).

Entiéndanlo bien, señores “reformadores sociales”: hay algo más importante que las necesidades básicas, y este algo es el vivir con satisfacción y armonía, lo cual se puede conseguir perfectamente en medio del altiplano y comiendo papas todos los días. Buena cosa es llevar comida y agua potable a todos los rincones del orbe, pero si esto implica modificar el estilo de vida del pueblo a reformar, estilo de vida que a ese pueblo contenta, entonces marchemos con las reformas a otra parte. “Mi misión es hacer felices a los argentinos”, dice Mauricio Macri, y comienza una megacampaña para instalar cloacas en las viviendas que aún no las tienen. Las cloacas están muy bien, eso es evidente, pero ¿una cloaca me hará feliz? Solo yo sé —y no siempre— lo que puede llegar a traerme algunos gránulos de dicha, esa información no la tienen ni Macri ni el Che Guevara, de modo que reformen todo lo que quieran, menos el estilo de vida que la gente aceptó o eligió y que no desea modificar[1].




[1] "¿Qué es, pues, nuestro vecino? Has mirado su pensamiento y su sentimiento como algo diferente de los tuyos. Te has dicho: «Un dolor en él, es semejante a un dolor a mí, pero mucho más fácil de soportar». Te produce el efecto de algo menos vivo que tú: su vida es oscura, fría: un pálido fulgor en comparación con tus ardientes deseos. Así, a tientas y por instinto, has juzgado a tu vecino sin conocerlo, porque eres ciego. Has hecho de él una cosa, no un yo. Abandona tal ilusión y procura simplemente conocer la verdad. El dolor es el dolor, la alegría es la alegría en todas partes como en ti mismo. En todos los trinos de los pájaros del bosque, en los aullidos todos de los animales heridos o moribundos; en el mar sin límites donde miríadas de criaturas se agitan y perecen; entre todos los salvajes; en toda enfermedad y en todo júbilo y en toda esperanza; dondequiera, desde lo más bajo a lo más noble, se halla la misma vida consciente, ardiente, llena de voluntad, indefinidamente múltiple, como las formas de las criaturas vivientes, inextinguiblemente como los rayos del sol, real como esos impulsos que ahora mismo palpitan en tu pequeño corazón de egoísta. Levanta los ojos, observa esa vida y luego ve y desmiéntela si puedes. Como hayas conocido esto, habrás ya empezado a conocer tu deber" (Josiah Royce, The Religious Aspect of Philosophy, VI, IV). 

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