Alguien le preguntó
al Nietzsche-Zaratustra si se consideraba un poeta, y dijo que sí. Pero
entonces, replica el preguntador, usted miente, porque había dicho que los
poetas eran unos mentirosos. Entonces aparece este curioso párrafo: “En el
supuesto de que alguien dijera con toda seriedad que los poetas mienten
demasiado: tiene razón, nosotros
mentimos demasiado. Nosotros sabemos también demasiado poco y aprendemos mal:
por ello tenemos que mentir” (Así hablaba
Zaratustra, § 238, “De los poetas”). Pero aquí hay una confusión. Si
Nietzsche quiere mentir está en su derecho, pero que no diga que miente porque
sabe poco o porque aprende mal, porque la mentira nada tiene que ver con el
caudal de conocimientos que el mentiroso posea. Según la Real Academia, mentir
significa “decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa”.
Si sabemos poco, pero decimos lo que creemos que es verdadero, no estamos
mintiendo por más que nuestro aserto, objetivamente, sea falso. Algunas
personas en la Edad Media creían que la tierra era plana y así lo manifestaban,
y no estaban mintiendo, porque lo decían de buena fe. Nietzsche confunde la
mentira con el error. Para no caer en errores y falsedades sí necesitamos saber
todo lo más que se pueda y aprender bien; para no mentir, simplemente
necesitamos poseer la virtud de la veracidad, no tener la voluntad de engañar a
otros con afirmaciones que en nuestro fuero íntimo no compartimos.
“¿Por qué soy tan
inteligente?”, se pregunta Nietzsche en Ecce
Homo. Creo que para que la pregunta tuviese mayor sentido tendría que
haberle quitado las dos primeras palabras.
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