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martes, 8 de octubre de 2019

Wittgenstein, a un paso del suicidio


Cuando Wittgenstein regresó de la Primera Guerra,

se enteró de la muerte de su amigo David Pinsent y pensó en suicidarse. Su tío lo encontró en la estación de tren en un estado muy alterado y con una versión muy cercana a lo que sería el Tractatus entre sus manos. Finalmente no se suicidó; quizá le salvó la vida su deseo de publicarlo, y sin duda no fue la última vez que su trabajo filosófico dio sentido a su vida. Porque si su trabajo filosófico [...] adquiere la capacidad de dar sentido a su vida es porque está envuelto en religiosidad, y es en este sentido —me parece— que habría que entender aquello que dijo a Drury: “No soy un hombre religioso, pero no puedo evitar ver cualquier problema desde un punto de vista religioso” (Isabel Cabrera, “La religiosidad de Wittgenstein” artículo disponible en internet).

La filosofía rescata. No sé si recata a quien la lee, pero sí a quien la piensa y la practica. Y si esa filosofía está envuelta en religiosidad, su poder rescatista es más efectivo.

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