Se habla de los logros de este sistema cuyo único milagro a sido el de concentrar en una quinta parte de la población mundial mas del ochenta por ciento de la riqueza, mientras el resto, la mayor parte del planeta, muere de hambre en la mas sórdida de las miserias. Habría que plantearse que se entiende por neoliberalismo, porque en rigor, nada tiene que ver con la libertad. Al contrario, gracias al inmenso poder financiero, con los recursos de la propaganda y las tenazas económicas, los Estados poderosos se disputan el dominio del planeta.
El absolutismo económico se ha erigido en poder. Déspota invisible, controla con sus ordenes la dictadura del hambre, la que no respeta ideologías ni banderas, y acaba por igual con hombres y mujeres, con los proyectos de los jóvenes y el descanso de nuestros ancianos (Ernesto Sabato, Antes del fin, p. 96).
Y ahora, la gran abanderada del egoísmo capitalista, la ruso-norteamericana Ayn Rand:
No fueron importantes los bajos salarios y las duras condiciones de vida de los primeros años del capitalismo. Eso era todo lo que las economías nacionales de la época podían permitirse. El capitalismo no creó la pobreza, la heredó. En comparación con los siglos de hambruna precapitalista, las condiciones de vida de los pobres en los primeros años del capitalismo fueron la primera oportunidad de sobrevivir que jamás habían tenido. Como prueba, consideremos el enorme crecimiento de la población europea durante el siglo XIX, un crecimiento de más del 300%, comparado con el crecimiento previo, que había sido aproximadamente de 3% por siglo (Ayn Rand, Filosofía, ¿quien la necesita?, p. 129).
Yo estoy mucho más cerca de la posición de Sabato que de la de Rand, pero el tema del crecimiento poblacional desorbitado que se dio a partir de la revolución industrial y del capitalismo sistematizado me deja mucho que pensar, al punto de que no sé muy bien a qué atribuir esta suba de la tasa de natalidad y esta disminución de la tasa de mortalidad (más allá de algunas evidentes mejoras en la higiene de las poblaciones) si me resisto a suponer que fue el sistema capitalista quien las propició. Así, los detractores del capitalismo nos topamos con un escollo difícil de salvar: ¿a quién debemos agradecer la explosión demográfica de finales del siglo XIX y la totalidad del XX?
El interrogante planteado en la entrada anterior podría simplificarse del siguiente modo: pareciera ser que fue la revolución industrial la que propició la explosión demográfica de finales del siglo XIX; pero la revolución industrial, ¿habría sido posible dentro de un mundo políticamente comunista, anarquista o cualquier otra variante no capitalista?
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